Llegamos a la tercera y última entrega de nuestro recorrido por el pensamiento filosófico y la vasta obra del alemán Martin Heidegger (*). Podemos asegurar, entonces, que en el fondo de la filosofía heideggeriana se halla circunscripto un fuerte "antropocentrismo", en cuanto toma al hombre como un fin en sí mismo; concretamente, toda su filosofía gira en torno al ser humano y a estudiar su realidad finita. En primer lugar, la situación privilegiada del hombre le permite preguntarse por el sentido de su propia existencia, es decir, por el ser mismo del sujeto existente. Y de allí se infiere que tiene sentido preguntarse por el ser, pues, la presencia del mismo se realiza en la "ex-sistencia". A partir de esto, es imposible preguntarse por un orden superior verdaderamente Trascendente, ya que, al fin y al cabo, todo queda subordinado a la contingencia radical del existir.
Mirá tambiénHeidegger y la temporalidad existencial (Parte II)El hombre como ser-en-el-mundo es también "ser-en-común" (Mitstein), esto es, vida en comunidad e interdependencia social. De ahí se deriva que la existencia puede asumir dos modos de ser existenciales: una de "autenticidad" y otra de "inautenticidad". El Dasein (que, como hemos visto en la entrega anterior, es un concepto clave en Heidegger, que apela al "ser-ahí-concreto") queda expuesto en la llamada "cotidianidad" (Allägliohkeit), y por tanto la existencia inauténtica se expresa en la vida impersonal (Das Man o "se" en neutro: "se dice" o "se habla", etc.), anónima y vulgar, en el sentido de una verdadera "existencia burguesa" ampliamente despersonalizada y con la consecuente carencia de poseer un "yo" real, que, a su vez, se diluye en la colectividad y la conciencia de la masa para librarse del sentimiento de responsabilidad.
Este mundo social de "charlatanería" y "banalidad", que no es otra cosa que "un mundo vaciado que va de novedad en novedad", libra al hombre del peso de su propia existencia. En cambio la "existencia auténtica" (Entschlossenheit) es asumir la responsabilidad del propio destino y la realidad desnuda de la propia existencia. Para el pensador alemán, la "angustia" (Angst) abre camino hacia lo auténtico, nos devuelve al verdadero sentido de la existencia y al sentimiento de nuestra "situación original" (Befindlichkeit). Pero atención, no se trata de un mero estado psicológico sino de un estremecimiento en el orden ontológico ante la radical contingencia del vivir y ante la experiencia de la nada, que genera, asimismo, el "anonadamiento" (Nichtung) del Dasein.
Además nos libera de la existencia inauténtica o banal: del vivir cotidiano que la rechaza y de la tiranía del "se" (Das Man) impersonal del mundo aburguesado. La angustia, en efecto, pone a la existencia la totalidad de su ser y es la proyección de posibilidades limitadas del Dasein. También gracias a la angustia que muestra el sentimiento más profundo del Dasein, el hombre descubre que es un "Ser-para-la-muerte" (Sein-zum-Tode), es decir, un ser destinado a morir. El Dasaein desde que existe, es ya su fin: su ser es un "ser-para-el-fin" (Sein-zum-Ende). La muerte, por tanto, es un modo de ser y una posibilidad que el Dasein ha asumido como su "acabamiento".
Para la existencia inauténtica la muerte resulta un hecho accidental, imprevisto y desagradable que le sucede a otros. Al contrario, para la existencia auténtica sitúa a la muerte como próxima y comprende que es una posibilidad propia e inevitable. Por este motivo, toma relevancia el concepto de "cuidado" (Sorge) como un modo de ser-previamente o anticiparse entre las posibilidades del existir, puesto que la vida no es una cosa hecha sino que se proyecta hacia el futuro. El hombre como un "ser-arrojado" (In-der-Welt-Sein) a la existencia puede perderse en la inautenticidad del vivir impersonal, que no es otra cosa que una existencia "caída" (Verfallen). Sin embargo, el cuidado nos rescata hacia el porvenir, a nuestro proyecto, lo que está "delante de sí". En otras palabras, la angustia llama al Dasein para que vuelva sobre sí y sobre sus posibilidades auténticas al tiempo que se nos revela precisamente como cuidado.
Durante tres entregas consecutivas hemos delineado lo que se podría definir como la concepción filosófica de Martin Heidegger. Y entonces entendemos que su propuesta de una "ontología fenomenista universal" -a través de su analítica existencial- cae en la absoluta "irresolución", puesto que, en realidad, "vacía al ser" de toda estructura trascendente y lo dirige "hacia la nada", para, en última instancia, describir el recorrido existencial del hombre en la absoluta inmanencia del devenir.
Nadie niega la intención de Heidegger en abordar temas tan profundos y complejos de aprehender como la originalidad de sus planteamientos, pero siempre enmarcados en una gran oscuridad. Tal punto de vista, sin embargo, no impide reflexionar sobre algunas intuiciones de orden existencial que aportó el filósofo de Friburgo. Por lo demás, Heidegger pretendió barrer más de veinte siglos de pensamiento y desarrollo filosófico en pocos años de quehacer intelectual.
Pues sesgado a todo realismo, como toda la filosofía moderna, propone un pensamiento puramente subjetivo ubicado en el plano de lo fenomenológico para analizar la existencia, y siempre bajo la apariencia de una pseudo-metafísica. Su "idealismo existencial humanista" cae entonces en un grave error metodológico, puesto que la metafísica tradicional que él mismo criticó, procuró adecuar el intelecto a la realidad, a lo que efectivamente sucede en el plano de lo real con un auténtico carácter de universalidad y sin excederse en pretensiones vanas.
Definitivamente, como toda propuesta existencialista del siglo XX, producto del nihilismo y amoralismo de la época, el pensador alemán propone una visión exclusivamente propia, sin ningún tipo de rigor filosófico y excediéndose en el límite de la comprensión humana. Autores como Aristóteles o Santo Tomás de Aquino, fieles a la realidad, jamás excedieron la frontera de lo aprehensible para instalarse en un pensamiento cargado de "espiritualismo vacío" y de "extravagancia exagerada", a la que nuevamente le rinde culto toda la filosofía de los tiempos modernos.
(*) Publicadas en las ediciones de El Litoral de los días 23 y 30 de septiembre de 2023.
Martin Heidegger fue un autor no solo influyente en su propio lugar de origen, Alemania, sino también en otros países europeos como Italia, Francia, Grecia y Rumania. También lo fue en Japón, así como el mundo árabe e islámico. Lo mismo sucedió con Estados Unidos, Canadá y en Latinoamérica, especialmente en México, Venezuela, Argentina y Perú.
Su prolífica y multidisciplinaria obra puede consultarse en Internet bajo el título "Bibliografía heideggeriana". De la misma manera, en "Heidegger y el nazismo" podrán explorar, observar en detalle, analizar y reflexionar sobre su particular y controversial relación con el Partido Nazi y el movimiento nacionalsocialista de Adolf Hitler, incluso explicada por él mismo.
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