Después de dos meses de negociaciones, muchas idas y vueltas, operaciones políticas, errores propios y deseos de una parte de la oposición de que el FMI le suelte la mano al gobierno nacional, el pasado viernes se anunció un nuevo acuerdo con el organismo financiero internacional que le permitirá al oficialismo transitar con un poco más de calma la campaña electoral que tendrá su primer partido dentro de dos semanas.
Los ejes centrales del acuerdo, según informó a través de un comunicado de prensa el propio organismo, pasan por mantener sin cambios la meta de déficit fiscal (1,9%) pese al impacto de la histórica sequía, reduce de u$s 8.000 a u$s 1.000 millones la acumulación de reservas para fin de año, que las tasas de interés sean positivas en términos reales, contener aumentos salariales, subir tarifas y un esquema de devaluación administrada; al tiempo que confirmó que desembolsará unos u$s 7.500 millones de dólares una vez que el organismo lo apruebe entre agosto y noviembre.
Uno de los logros de los negociadores argentinos es haberle hecho reconocer al FMI el impacto que la histórica sequía ha tenido en la economía argentina, que afectó muy fuerte a las exportaciones que en Argentina dependen fundamentalmente de las actividades vinculadas al agro, con un contundente impacto negativo en los ingresos fiscales.
Triunfo político
Más allá de las cuestiones técnicas, que deben ser analizadas por los especialistas, se trata de un triunfo político del candidato a presidente Sergio Massa quien, de esta manera, despeja el horizonte financiero y avanza un paso más en un camino lleno de obstáculos hacia la Casa Rosada, aunque no podrá evitar que la economía este año caiga entre un 2 y un 3 por ciento.
Massa festejó el anuncio en San Juan, donde estaba de campaña electoral. "El nuevo acuerdo no significa para la Argentina tener que entregar absolutamente nada, sino que permitirá al Banco Central intervenir en situaciones de turbulencia y administrar mejor los dólares para la producción", dijo, haciendo referencia a uno de los principales problemas que hoy tiene el país, junto con el de la inflación.
Después de señalar que tener que estar permanentemente negociando con el Fondo sus políticas no es una cosa agradable, enfatizó que el país está en esa situación "producto de una política pésima del gobierno anterior de tomar US$ 45.000 millones para financiar la salida de fondos de Estados Unidos", además el 12 % de desocupación, el 55% de inflación y 3 años de recesión económica en cuatro años de gestión, como recordó en un acto.
Cuentas pendientes
Resuelto en el corto plazo el tema de la macroeconomía, el tema a resolver ahora por parte de Massa es el de la inflación, que lejos ha estado de las previsiones que expresó cuando asumió de que al mes de abril de este año estuvieran por debajo del 3 por ciento, y mejorar el poder adquisitivo de los salarios que están en el subsuelo. El pasado viernes dijo que quiere ser el presidente que derrote a la inflación, pero hasta ahora no le ha ido bien.
Esta es una de las cuentas pendientes que en el oficialismo admiten como déficit, pero hasta ahora poco se ha hecho por revertirlo, y se ha convertido en una de las causas, no es la única, que tiene a buena parte de los argentinos impacientes, enojados, frustrados y con pocas ganas de ir a votar, tal como ha quedado reflejado en las elecciones que se han desarrollado hasta ahora.
La otra es normalizar el comercio exterior, en particular el flujo de importaciones ya que está impactando cada vez con más fuerza en los procesos productivos de las fábricas, que en algunos casos tiene paralizado algunos sectores por falta de insumos, y darle previsibilidad a quienes producen ya que medidas como las anunciadas el fin de semana no hacen más que sumar una imprevisibilidad más a la administración de las empresas, que ya tienen que lidiar con una inflación de tres dígitos.