Devolución del jurado al actor Gastón Dalmau, ex "Casi ángeles".
Entiendo que la "devolución" es un momento del show que atrae la atención de los cholulos porque pueden ver a sus ídolos "morder el polvo". Como docente, percibo que el experto dilapida la oportunidad de convertir el error en trampolín para el aprendizaje.
Devolución del jurado al actor Gastón Dalmau, ex "Casi ángeles".
Martitegui: Ya te digo que esto está seco (…) Es bastante poquita la salsa (…) Hay una regla que es muy simple. Pensá que cada bocado de carré tiene que tener un poquitito de croqueta, un poquitito de maíz y un poquitito de salsa. Entonces, cuando mirás el plato decís: "Son treinta bocados y las mismas cantidades de las otras cosas". ¡Es muy simple pensar las cantidades de un plato!
Dalmau: Sí, por ahí, para vos que trabajás en la cocina.
Matitegui: No te voy a seguir contestando…
Dalmau: ¡Vos trabajás de esto!
Como televidente, entiendo que la "devolución" es un momento del show que atrae la atención de los cholulos porque pueden ver a sus ídolos "morder el polvo" y confrontar situaciones difíciles semejantes a las que ellos viven diariamente: ya sea ante una heladera flaca de recursos o ante un superior que los usa de felpudo. Entiendo que el jurado ensaya -de alguna manera- la exigencia de Antón Ego (el crítico culinario de "Ratatouille"), de Nacha Guevara (la Cruella del "Bailando") o de Matilda Blanco (la Maléfica de "Corte y confección").
Ahora bien, como docente, percibo que el experto dilapida una oportunidad de convertir el error en trampolín para el aprendizaje: ¡Encima se hace el ofendido! ¡No acusa recibo! La devolución no ayuda a crecer: se deforma en una "picadora de carne" que hacer vivir al aprendiz un momento de innecesaria e ingrata exposición ante pares y espectadores. ¿Qué puede pasar de allí en más? Supongo que el cocinero principiante tratará, por todos los medios, de evitar un nuevo traspié; perderá confianza para improvisar, ensayar, crear y recrear. A partir del "tirón de orejas", no se sentirá movido por la pasión por experimentar sino que lo condicionará el terror de verse sometido nuevamente a la "Inquisición" del evaluador y, por ende, quedarse fuera del certamen. O tal vez, por un sendero espinoso y paralelo a éste, él y otros concursantes se someterán a la dictadura del jurado y buscarán su aprobación con estratagemas semejantes a las aplicadas por Leticia Siciliani en "Master Cheff Celebrity 2020": "Germán, anoche soñé con vos".
Además, como educador, me pregunto: ¿Qué pasaría si los roles se invirtieran? ¿Qué pasaría si "El Pelado" Martitegui se subiera a un escenario para interpretar a Hamlet y demostrara que "como actor es un excelente cocinero"? ¿Con qué devolución le devolvería el favor el mismísimo Dalmau? "¿Pelado, dedicate a la cocina porque una olla actúa mejor que vos?" En conclusión, la escena seleccionada aquí: por un lado, retrata a un especialista que le exige -con las armas de la pedagogía del terror- a un novato que se convierta en Michael Phelps cuando recién aprendió a "hacer perrito" en una "Pelopincho"; por otro parte, demuestra que existen inteligencias múltiples y que -por ende- no se puede ser bueno simultáneamente en todos los campos (en nuestro caso analizado, en la cocina y en el teatro).
Pedagogía del error
¿Qué otras lecciones sobre educación nos deja esta escena de reality show? Primer punto: en su libro "Fuera de serie", el divulgador Malcom Gladwell estima que se necesitan 10000 horas promedio para convertirse en un experto en un área específica; se basa en casos que van desde Los Beatles hasta Bill Gates: muchos de estos referentes empezaron en la adolescencia a dedicarse a esas pasiones que los harían mundialmente famosos. Vuelvo al caso de Dalmau: tal vez algún día sea un gran cocinero pero, por el momento, tiene mucho camino por delante. Para los que somos educadores, considero: ¡Evitemos la desmesurada exigencia de Martitegui! ¡Sepamos acompañar, promover y esperar! ¡No le pidamos al chico que ama la escritura que pronto redacte un best seller! ¡Ni al pibe que tiene condiciones para el deporte que mañana gane la medalla de oro! ¡Tampoco, a la chica que le gusta la actuación que supere a Norma Aleandro o Valeria Bertuccelli en el próximo acto escolar!
Segundo punto: en su libro "Guía para criar hijos curiosos…", Melina Furman sostiene que conviene fomentar una "mentalidad de crecimiento" en nuestros hijos/alumnos; es decir, hacerles entender que el aprendizaje se da paulatinamente, con esfuerzo, y que conlleva equivocarse y volver a intentar para ir mejorando poco a poco. Sostiene Furman: "implica premiar el esfuerzo más que el logro. Se trata de valorar la práctica, los intentos que hicieron y cuánto trabajaron, además de lo que consiguieron." Por ejemplo, en el arte culinario: si la torta salió cruda, habrá que identificar en qué acertamos y en qué fallamos para evitar tropezar con la misma piedra en el próximo intento.
Tercer punto: ¿Cómo podemos acompañar la práctica de nuestros hijos/alumnos para ayudarlos a mejorar? Para Furman, el secreto está en la retroalimentación o feedback: "La investigación educativa demuestra que la manera en que los docentes hacen devoluciones a sus alumnos es fundamental respecto de cuánto los ayudan (o no) a aprender. Lo mismo vale para los equipos de trabajo, para cualquier actividad en que estemos tratando de guiar a mejorar o conseguir un objetivo. Dar buen feedback es tal vez el principal modo de poner andamios para construir el edificio del aprendizaje." En tal dirección, uno de los protocolos más usados es el de la "Escalera de feedback" que creó Daniel Wilson, integrante del Proyecto Zero de la Universidad de Harvard; esa escalera tiene cuatro escalones que se espera que se recorran de abajo hacia arriba, con la idea de generar una conversación constructiva basada en la confianza y el deseo de ayudar al otro a mejorar. Estos son los peldaños: observo (comento sin hacer juicio y esto ayuda a estar en sintonía con el otro para empezar a pensar juntos cómo mejorar); valoro (lo que estimo que está bien hecho; resalto aspectos positivos; elogio de manera concreta y precisa); me pregunto (invito a reflexionar e indago alternativas para mejorar); sugiero (cómo pulir lo que se hizo; doy pistas para abordar un problema; propongo posibles soluciones y no sólo un diagnóstico). Según Furman, subir y bajar esta escalera: "Requiere que nos pongamos en los zapatos de quien recibe la retroalimentación y tiene que hacer algo con eso después". Justamente, esa es la actitud de los "expertos sociables" que Sennett describe en "El artesano": asumen el rol de mentores; están predispuestos al diálogo; socializan sus saberes de oficio; hacen el esfuerzo de empatía de desmontar paso a paso el conocimiento que han integrado como rutina; y se presentan como referentes en proceso de formación y no como modelos acabados. Para Sennet, la artesanía sigue vigente en la actualidad: la podemos hallar en el taller del científico, en la crianza de los hijos y también en las aulas. En definitiva: ¡Asumir esa postura de "expertos sociables" es el desafío que se nos presenta a todos los que somos artesanos de la enseñanza!
PD: ¡Mil disculpas! Interrumpo este texto aquí: ¡Tengo que ver en la TV el ataque de furia de Donato De Santis por un error de principiante cometido por el periodista Fernando Carlo a la hora de preparar pastas!
Conviene fomentar una "mentalidad de crecimiento" en nuestros hijos/alumnos; es decir, hacerles entender que el aprendizaje se da paulatinamente, con esfuerzo, y que conlleva equivocarse y volver a intentar para ir mejorando poco a poco.
"La manera en que los docentes hacen devoluciones a sus alumnos es fundamental respecto de cuánto los ayudan (o no) a aprender. Dar buen feedback es tal vez el principal modo de poner andamios para construir el edificio del aprendizaje."