Por Marcelo Larraquy
Por Marcelo Larraquy
En la madrugada del 2 de mayo, el crucero General Belgrano realizó una maniobra que lo acercaría peligrosamente a las fuerzas navales británicas. Llevaba más de mil tripulantes a bordo. La idea de la Armada seguía siendo no comprometerlo en un ataque frontal, sino utilizarlo como elemento de distracción para el grupo del portaviones británico Hermes, mientras el portaviones 25 de Mayo mantenía latente un enfrentamiento con el Invincible. La acción era riesgosa porque el Belgrano debía atravesar la zona de exclusión, una densa barrera de submarinos, fragatas y destructores enemigos.
Horas más tarde, el almirante Gualter Oscar Allara, que había servido como agregado naval en el Reino unidos y era jefe de la Flota de Mar, ordenó el repliegue, en cumplimiento de las ordenes de Jorge Isaac Anaya. Las naves iniciaron el regreso. Pero el General Belgrano, que ya estaba 35 millas fuera de la zona de exclusión, desplazándose hacia Isla de los Estados, al sur del océano, ya tenía encima al Conqueror, que lo había descubierto el 30 de abril y lo venía trackeando, es decir rastreándolo y siguiéndolo a distancia.
El comandante del submarino, el capitán Christopher Welford-Brown, lo informó a sus superiores. El objetivo original del comandante en jefe de la Marina Real, el almirante John Fieldhouse -en control de la Operación Coporate, era localizar y golpear sobre el 25 de Mayo, que transportaba una cuadrilla de doce aviones A-4Q Skyhawk (su eliminación era parte de la estrategia de dominio del mar alrededor de las islas antes del desembarco). Pero, dado que el portaviones no podía ser hallado en el cuadrante norte por los otros submarinos, el Spartan y el Splendid, Fieldhouse coincidió con Sandy Woodward en establecer la nueva doctrina operativa: dejar fuera de combate al Berlgrano.
Woodward, desde el Hermes, creía que su flota podría ser atacada desde el noroeste y el sudoeste. El capitán Wredford-Brown pensaba, además, que sería un desperdicio no hacer nada con el Belgrano, luego del trabajo que le había llevado encontrarlo y rastrearlo, Esperaba que se modificaran las reglas del enfrentamiento y le dieran permiso para atacar fuera de la zona de exclusión.
El domingo 2 de mayo, por la mañana, el gabinete de guerra británico se reunió en Chequers, la casa de campo oficial de la primera ministra Margaret Thatcher, en las afueras de Londres. Allí debía decidirse si se ordenaba el ataque al crucero fuera de la zona de exclusión. Entonces se debatió cuál era su amenaza real para las Fuerzas de Tareas; si se lo podía averiar, pero no hundirlo, y si se debía impactar solo al Belgrano y no a los destructores que lo escoltaban, para permitir la búsqueda de sobrevivientes.
La decisión se tomó antes del almuerzo. Se intentó revestir el ataque de un propósito defensivo: pese a su lejanía de la zona de operaciones, el crucero Belgrano, junto al portaviones 25 de Mayo, podría realizar una acción de pinzas sobre la flota británica, por lo que debían neutralizar esa amenaza.
Así fue como se dio paso al mayor sacrifico de vidas de la Guerra de Malvinas. En la tarde del2 de mayo, el Conqueror ya estaba a 2.000 metros de distancia del Belgrano, que no contaba con sonar para detectar submarinos. Sin advertencia previa, después de treinta horas y 400 millas de seguimiento, atacaron al barco argentino, que se alejaba hacia el sudoeste, a 60 kilómetros fuera de la zona de exclusión, donde no había una unidad británica que pudiera percibir su amenaza.