Por Mariano Figueroa
Por Mariano Figueroa
Francia, julio de 2022. En el transcurso de la pandemia, mi hija mayor, Lucía, dio a luz a mis dos primeros nietos: Noah e Ishaq. El aislamiento y nuestra situación económica hizo que recién en estos días haya podido conocerlos personalmente en la visita a mi hija y su compañero. Claro, nunca pensé encontrar, en esta pequeña localidad en la que viven -llamada Castres-, la cuna de uno de los humanistas y pacifistas más importantes de Francia y, me atrevería a decir, del mundo.
Jean Jaurès nació en Castres el 3 de setiembre de 1859 y recién en el año 1954 la ciudad creó un pequeño museo que intenta rescatar su trayectoria. A este museo, que se convirtió en un Centro Nacional en 1988, pude visitarlo junto a Lucía e Ishaq, de cuatro meses, durante mi estadía.
"Brillante alumno y excepcional estudiante de la École Normale Superior, empieza su carrera como profesor de filosofía. Escritor y periodista, fundador del periódico L'Humanité, pronto se embarca en la política para convertirse en el diputado más joven de Francia, a la edad de 26 años. Preocupado por los problemas económicos y sociales de su época, interviene en 1892 durante la gran huelga de mineros de Carmaux, a los que defiende. A partir de entonces, se convierte en portavoz de toda la clase obrera, poniendo su elocuencia y su pluma al servicio del progreso social (libertad de asociación, creación de las pensiones etc.)". Así reza el único folleto en castellano, que distribuyen en el lugar.
Luego toma partido en la defensa del capitán Dreyfus, un caso paradigmático que movilizó a toda la Francia. Grande fue mi sorpresa cuando fuimos a ver la proyección de una película de cuarenta minutos, en la que se habla más de su asesino que de Jean Jaurès, pero lo peor es que éramos solo cinco en la sala: un matrimonio francés, mi hija, mi nieto y yo. Solo había un pequeño ventilador de pie para amainar el verano de Castres, el cual fue apagado por los franceses.
Jaurès se distanció de la ola nacionalista que crecía -al aproximarse la Primera Guerra Mundial- y en su discurso de Lyon, el 23 de julio de 1914, culpó de la "situación terrible" a "la política colonial de Francia, la política hipócrita de Rusia y la brutal voluntad de Austria". Llamó a los obreros de todos los países que estaban al borde de enfrentarse en la guerra a unirse para alejar "la horrible pesadilla". Su denuncia de la hipocresía de Rusia debería volver a poner en el centro de la escena a hombres como él, o por lo menos rescatar su trayectoria y reivindicarlo para poner en discusión esta espantosa guerra en la que estamos embarcados.
Su toma de postura en pro del pacifismo, poco antes del desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, lo hicieron impopular entre los sectores nacionalistas, y Raoul Villain, un fanático nacionalista de derechas, lo asesinó el 31 de julio de 1914, en el Café du Croissant, actual Le Bistrot du Croissant en el 146 Rue Montmartre de París, al cual visité sentándome en la misma mesa donde fue brutalmente asesinado. Una semana después de su discurso y tres días después de su asesinato, se desencadenó la guerra.
Fue enterrado en Albi –en el suroeste francés-, pero sus restos fueron trasladados en 1924 al Panteón de los Héroes de Francia, en Paris. Demoraron varios años para que la ola nacionalista amaine. En 1917, el bolchevique León Trotski expresó: "Jaurès, atleta de la idea, cayó en la arena combatiendo el más terrible azote de la humanidad: la guerra" (1).
¿Qué me movió a escribir estas líneas? En primer lugar, intentar compartir esta experiencia vivida y, en segundo lugar, transmitir la necesidad de difundir estos hechos ya que creo que no es casual que estemos como estamos. Tal vez seamos cómplices de no rescatar la memoria de quienes dejaron su vida en defensa de la paz.
(1) Solidaria.net: "El hombre que pudo evitar la Primera Guerra Mundial".