Por Rogelio Alaniz
por Rogelio Alaniz
Hubo una época en que Chile fue considerado el país más machista de América Latina. No hay manera de verificar la certeza de esa afirmación, pero de todos modos los que conocen a ese país coinciden en señalar que en otros tiempos hubiera sido impensable una presidente mujer. Estuve en Chile en 2006. Personalmente escuché en Santiago y Valparaíso opiniones acerca de la imposibilidad del triunfo de Bachelet por su condición de mujer. “Los chilenos no vamos a aceptar ser mandados por una mujer”, era una de las frases más educadas que circulaban en esos días. La llegada al poder de Michelle Bachelet rompió con ese prejuicio. Los chilenos demostraron entonces que no sólo eran capaces de votar a una candidata mujer, sino que ahora son capaces de asumir, sin sonrojarse, que para las próximas elecciones habrá no una sino dos candidatas mujeres a la presidencia: la socialista Bachelet y la liberal Evelyn Matthei. Como dijera un cronista de Santiago, los chilenos en este tema, han roto con todos los récords. Ya no les alcanza con tener una presidente mujer, ahora han decidido que las opciones son exclusivamente femeninas. En este punto concluyen las coincidencias, porque se trata de dos mujeres cuyas diferencias políticas son marcadas, pero también son evidentes las diferencias en temperamentos y en historias de vida. Curiosamente, ese antagonismo no ha impedido que sus biografías familiares estén atravesadas por acercamientos, en algunos casos marcados por inquietantes sospechas. Michelle y Evelyn nacieron en 1951 y 1954. Ambas son hijas de altos oficiales de la Fuerza Aérea chilena. El padre de Evelyn, el brigadier Fernando Matthei, fue integrante de la Junta Militar que derrocó a Salvador Allende en septiembre de 1973. Michelle es hija del brigadier Alberto Bachelet, un distinguido oficial de esa misma fuerza, respetado por su talento y coraje. Bachelet fue durante el gobierno conservador de Jorge Alessandri agregado militar en la embajada de Chile ante los Estados Unidos de Norteamérica. Librepensador, laicista y honorable miembro de la logia masónica, simpatizó con Salvador Allende y desempeñó algunas funciones públicas. Ese compromiso con el gobierno de la Unidad Popular fue el que le costó la vida. Producido el golpe de 1973, Bachelet fue detenido por orden de su superior, el brigadier Gustavo Leigh. Sometido a apremios ilegales, murió de un infarto en marzo de 1974. Siempre se dijo que Matthei había sido uno de los oficiales que detuvo a Bachelet. El infundio fue desmentido años después por la viuda de Bachelet, Ángela Jenia, quien recordó la amistad entre ambas familias y su certeza de que Matthei no había tenido nada que ver con al muerte de su marido. Michelle para esa época tenía algo más de veinte años. Ya simpatizaba con el socialismo y durante unos meses se dedicó a sostener la actividad partidaria en la clandestinidad. Ella y su madre fueron detenidas a principios de 1975 y trasladadas a los centros de detención de Villa Grimaldi y Cuatro Álamos donde, según sus biógrafos, fueron sometidas a interrogatorios violentos. Las conexiones familiares y la propia presión internacional dieron lugar a que madre e hija pudieran exiliarse, iniciando así una etapa que habría de durar casi cinco años. La situación de Evelyn fue muy diferente. Hija de un oficial que ejercía una de las máximas responsabilidades de gobierno, estudió en las mejores academias y desarrolló una de sus vocaciones originales: el piano, estudio que inició en Santiago y luego perfeccionó en Londres. Fiel a ese destino de clase se casó con un economista liberal, funcionario del Banco Central, con el que tuvo tres hijos. Para esa época inició sus estudios en el Instituto de Economía de la Pontificia Universidad de Chile. En el exilio, entre tanto, Bachelet completó sus estudios en medicina y se especializó en pediatría. El país que habían elegido con su madre fue la República Democrática de Alemania. Allí conoció a Jorge Dávalos, también militante socialista, con quien se casó y tuvo dos hijos. Michelle, Jorge y sus hijos regresaron a Chile en 1979. Al poco tiempo la pareja se separó y Michelle inició una relación afectiva con Alex Vojkovic, un militante del Frente Manuel Rodríguez, uno de los grupos armados enfrentados con la dictadura de Pinochet. Esta fue la etapa más radical de Bachelet, aunque luego de esa experiencia se dedicó a su profesión y a profundizar sus estudios en pediatría. Después de la relación con Vojkovic, inició un romance con Aníbal Enríquez, con quien habrá de tener su tercera hija. Cuando se produce la apertura política, alrededor de 1990, las dos mujeres ya eran militantes convencidas de sus respectivas causas, y ambas con claras ambiciones políticas. Socialista una, liberal la otra, sus historias se entrecruzan en algunos puntos, pero en otros se desarrollan en las antípodas. Por lo pronto, los inicios de Matthei son deslumbrantes, mientras que Bachelet es derrotada sin atenuantes en el distrito de Las Condes por el líder de la derecha, Joaquín Lavín. Michelle se incorpora como ministra de Salud al gobierno de Ricardo Lagos; Evelyn, en 1989, es electa diputada por Renovación Nacional, mandato que renovará en 1993. Bachelet será más reconocida como técnica que como política, aunque todos conocen su drama familiar, su exilio en Alemania comunista y su leal adhesión al socialismo. Por su parte, Matthei integrará junto con Andrés Allamand, Alberto Espina y Sebastián Piñera la camada de las nuevas lumbreras políticas e intelectuales de la derecha. Michelle se destaca por su temperamento afable y su talento para la negociación, virtudes que no disimulan una personalidad fuerte. De modales suaves, a la muerte de Pinochet se negó a brindarle honores de Estado y no asitió a su entierro donde sí estuvo Matthei. Por su parte, Evelyn se distingue por su dureza, es una versión chilena de Margaret Thatcher: emprendedora, talentosa y de odios firmes. Enemiga temible, su capacidad para la intriga no repara en medios para lograr los fines. Enojada, su vocabulario pierde el estilo académico y puede llegar a ser hiriente y grosero. Así lo atestiguan sus víctimas que no son pocas. Bachelet, por su parte, parece ser mas pacífica, aunque a esta afirmación habría que cotejarla con algunos de sus maridos. En 1992 Evelyn protagoniza el célebre y escandaloso “Piñeragate”, el episodio en el que adquieren estado público las intrigas que trama Sebastián Piñera para desprestigiarla. Como consecuencia de ello, Evelyn renuncia a Renovación Nacional y se integra a la UDI, la otra fracción de la derecha chilena. Michelle, después de desempeñarse como ministra de Salud asume la cartera de Defensa del gobierno de Lagos, siendo la primera mujer en América Latina que ejerce esa responsabilidad. Y aquí se plantea otro dato curioso en la biografía de estas dos mujeres. La socialista Bachelet cosecha sus mejores laureles ejerciendo la responsabilidad de Defensa, mientras que la liberal Matthei adquiere prestigio al desempeñarse como ministra de Trabajo del gobierno de Piñera, con quien, como se verá, se reconcilió luego de los disparos de artillería del “Piñeragate”. Convengamos que lo normal hubiera sido a la inversa. Que la liberal amiga de Pinochet, protegida por Jarpa y admiradora de Thatcher, se luciera en la cartera de Defensa; y que la socialista, discípula de Altamirano, Allende y Escalona, se destacara en Salud. Pues bien, no fue así. La candidatura de Bachelet ya está en la calle y las encuestas la dan ganadora de punta a punta. Matthei tiene todas las posibilidades de ser candidata después de la renuncia de Pablo Longueira, pero sus aliados de Renovación Nacional aún no han dado el consentimiento. Según las encuestas, Bachelet será nuevamente presidente de Chile. Matthei, por supuesto, no piensa lo mismo. Por el contrario, afirma que hasta la fecha no perdió nunca una elección y que está mucho más cómoda compitiendo contra una mujer que contra un hombre.
Michelle se destaca por su temperamento afable y su talento para la negociación, virtudes que no disimulan una personalidad fuerte. Evelyn se distingue por su dureza; es emprendedora, talentosa y de odios firmes.