Vi y escuché al presidente y estoy asustado. En la cena anual de Fundación Libertad, realizada en Buenos Aires, presencié el discurso del invitado de super honor, el Presidente Javier Milei.
Vi y escuché al presidente y estoy asustado. En la cena anual de Fundación Libertad, realizada en Buenos Aires, presencié el discurso del invitado de super honor, el Presidente Javier Milei.
“Impresión repentina causada por miedo, espanto o pavor. Preocupación por alguna adversidad o daño que se teme”. La RAE, la Real Academia define el susto. Simple. Duro.
Fundación Libertad es una organización, una idea en movimiento que se debe envidiar. Cercana a los 40 años, la idea de libertad, liberalismo, no a los colectivismos, nació en Rosario. Tiene filiales en el país y en América como en Europa. La idea de la libertad como sostén de las relaciones sociopolíticas ha convocado, alrededor del núcleo original, a diversas personalidades del mundo, todas cercanas al fundamento. Es lo que corresponde: una Fundación concebida con un objeto, un sujeto central: Libertad. Ampliando los círculos se va de las individuales a las colectivas, a las societarias y las económicas. Con Rogelio Pontón, hombre de la economía y “de la Bolsa” charlábamos y aún se lamenta su muerte. Con Gerardo Bongiovanni hay un conocimiento desde su origen, por cuestiones de oficio, de periodismo, también afectuosa cercanía y respeto. Desde que comenzara su tarea la seriedad lo acompaña y esa es una medalla que la Fundación ostenta.
En la Cena Anual, para 500 invitados, estuvieron ex presidentes, funcionarios de altísimo rango y personalidades de la economía y la actividad del país. Gente que vive del erario público y quienes no pueden desprenderse de esa comodidad. También eficaces triunfadores del comercio y la industria. La convocatoria de una fundación que ostenta una medalla: nunca dependió del Estado. Rara epifanía en un país que tiene una salida: conseguir un sueldo a fin de mes.
En la mesa fría comí dos empanadas calientes, no tres, por el riesgo de convertirme en Jacobo Langsner. Es curiosa la docilidad del argentino en los “ágapes cordiales” de sonrisa mundana y distracción intelectual: comer y beber. Había abundancia y calidad. Dos riesgos que esquivé.
Solo en un comienzo, cercano a una mesa en la que se dejaban las copas, tomaba resuello José María Aznar (digo su nombre y aparece Atocha). Estaba solo; amplío esto: minutos de soledad hasta que conocidos se acercaron. Luego, en su discurso, habló de llegar y partir, estaría un total de 36 a 45 horas en Argentina, contando aviones. Admiraron los comensales su lucidez para hablar de la libertad, de su credo y de su profesión de fe: se es político para gobernar y se gobierna si se tiene previamente una idea y se conserva. Parecían disparos al aire que siempre cazan palomas distraídas. Argentina es un país distraído, muy distraído.
Después habló Lacalle Pou. Entrevisté a su padre: Luis Alberto Ramón Lacalle de Herrera. Un fenomenal uruguayo claramente de “derechas” con un gracejo parecido al de China Zorrilla, esa deliciosa madraza uruguaya que triunfó en Argentina (en rigor Doña Concepción Matilde Zorrilla de San Martín Muñoz del Campo). El señor Luis Alberto Aparicio Alejandro Lacalle Pou cautivó al auditorio. El uruguayo es nuestro idioma con mas seriedad y menos oraciones subordinadas. Dijo varias cosas sustanciales el presidente de La Banda Oriental. La fundamental el respeto por los pactos, los programas de gobierno, la división de poderes y la subordinación al partido político que contiene y define la democracia en su país. Aclaro que el “modelo uruguayo” no es exportable y “claramente lo aclaró”: depende de la población y el pueblo uruguayo es el que sostiene… el modelo uruguayo. Mas sencillo: no somos uruguayos.
Después, ya con mas de una hora sentados frente a la mesa, con vasos con agua y un finísimo vino blanco, ante una solícita atención para mas agua… o mas vino, sin otra comida que tres pancitos o panecillos habló el presidente de los argentinos.
Si bien la apertura del acto había sido de Gerardo Bongiovanni, el anfitrión como titular de la fundación y luego “tartajeo de cotelé”, esto es, habló apurado, rápido y protocolar, el hijo del Francesco Raúl Macri (cruza de madre romana y padre calabrés) y Alicia Beatriz Blanco Villegas Cinque, se repite: el hijo de Franco y Alicia fue el primer eje de la fiesta. Se puede agregar que, terminado el discurso del Presidente y los abrazos para las fotografías, al retirarse Macri la cena se diluyó en un postre, otra eficaz riega de vinos y dos comentarios, uno común y el otro también. El primero el elogio al poder de la iniciativa privada y la conducta de la Fundación que apadrinara (creo que aún apadrina) Mario Vargas Llosa, que sí lee y escribe… muy bien. El otro eje, común a todos:¿Qué dijo Milei? Qué quiso decir Milei?¿A quien hacía referencia y de quien se burlaba Milei?. Acá paramos. Tomamos aire, respiramos profundo. Vamos, vamos… que venimos.
Milei llegó, saludó con una broma, simulando una voz enronquecida (saludo a todos y a toooodas, grrr) comenzó su discurso explicando, durante quince minutos el origen del dinero, el valor del trueque, las diferentes mercancías y productos que ocuparon el sitio, sobre los 12 minutos llegó a la sal y “el salario”. Explicó la superstición. Poner la bolsa de sal en la mesa para cambiarla de lugar, porque en el aire se puede caer al pasar de mano en mano y es de mala suerte porque la sal era dinero (aún lo es, caramba) mientras acotaba sobre diversos economistas (a ellos, a ellos refirió su discurso) economistas a los que definió como “esos economistas ignorantes” e insisto: no es acusación, es juicio, es definición, sostuvo la ignorancia de quienes lo critican y no saben qué cosa es el dinero.
Por los años de oficio he tratado, a veces infructuosamente, de entrevistar pensando qué dice, porqué dice eso y qué entenderán los que escuchan una entrevista y de qué modo abro -en la charla – el corazón profundo (¿viaje al corazón de las tinieblas?) repreguntando en lo posible para eso: mostrar la catadura del entrevistado y que ese sea el mensaje: el personaje entrevistado es esto que ven y escuchan. Ya no me enfadan abyecciones, sumisiones e ignorancias de quienes han conversado mano a mano con Milei, comprendo que es difícil. En 55 minutos de “standapeo”, neologismo para explicar una forma sutil de la confesión pública, el Stand Up, el presidente bajaba el timbre de su voz, cambiaba el tono y lo volvía aflautado, aniñado, casi femenino, confidencial e irónico para referirse a conceptos de otros economistas, otros políticos y otros periodistas. Volvía a su tono de conferencista, saltaba al tono del profeta incendiario, retornaba a la confidencia, se burlaba otra vez…
Paremos, respiremos. El público presente, una platea que si lee y escribe y expresa opinión y apoyo… escuchaba en completo silencio, con pocos aplausos, gestionados por “la barra brava” a mis espaldas. Pocos aplausos espontáneos, escasísimos vítores y acaso, solamente acaso, una distracción ante tantos elementos técnicos de teoría económica para decir bajó el dólar libre, bajó la tasa de inflación, vamos a ir a un dígito y “viva la libertad carajo”.
No puedo estar en la cabeza de Aznar o de Lacalle Pou. No se qué asombro o sonrisa, acaso magnanimidad provocó el StandUp de la noche del miércoles 24 de abril. Apenas si retengo mis neuronas, a punto de dispararse como estrella que se expande hacia algún agujero negro. Me sentí asediado por números y teorías de un sistema macro económico y diferentes teorías (comenzó con el trueque y los Feudos mas el Burgo) y una respuesta pública a quien, es evidente, pensaba diferente. Alguien. Uno, solo uno, ese Sujeto estaba en la cabeza de Milei y lo llevó, compulsivamente a un discurso de otro ámbito, de otro púlpito, con otros feligreses… o no. Acaso Milei se olvida de los feligreses y desarrolla su respuesta a cuestiones que le molestan en su violentísima imaginación.
Ojo, ojito. Mucho ojo: acaso muchos de los que estábamos, simplemente viajamos a otra velocidad, en otro tren y con otra vida y Milei tiene un discurso para redes y estrellas en formación, no universos que se están muriendo de ésa enfermedad que es la lógica, el raciocinio y la estructura de pensamiento del siglo XX. De allí vengo y de allí vienen la mayoría de los que escuchaban.
Poco boato, poca y nada de estrellas de televisión, poca Pretty Woman alardeando al pasar y poco “influencer” vestido de ocasión.
Con una mochila del 55% de los votos posibles, legítimo y único heredero de los desaguisados alucinados de CFK, la ineptitud (y cobardía) de MM y la inoperancia casi delictual de AF es Javier Milei el que gobierna con tanta legitimidad que sorprende y con una conexión de palabra, gesto, texto y texto sugerido que llena el escenario, cautiva, sorprende… y asusta. Hasta el 10 de diciembre del 2027 es “MI” Presidente. Para terminar con vicios de cronista teatral: Javier Milei vive sabiendo que rompe la cuarta pared. No me tranquiliza, repito: me asusta. ¿Es buena tanta autoestima juvenil? No lo se, soy periodista, hago las preguntas, no tengo las respuestas. Si lo entrevistase tendría eso, mas preguntas.