El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan"
El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan"
Arnold J. Toynbee
A mediados de la década del 80, en los albores de la nueva democracia argentina, las paredes de la ciudad de Santa Fe comenzaban a mostrar algunos grafitis; muchos de carácter político, otros como manifestaciones artísticas y algunos con frases humorísticas y creativas. Entre tantos, recuerdo uno, estaba escrito en aerosol negro y expresaba la contundente afirmación: "Coma mierda, millones de moscas no pueden estar equivocadas". Práctico, certero y al hueso. Si bien no intento ni quiero ser un analista de la política o del comportamiento de la sociedad, mi punto de vista es solo el intento de comprender la realidad tras el cristal de un hombre de mediana edad que ha visto demasiado y que entiende cada vez menos.
El domingo 13, a partir de la hora 21, todos los periodistas apostados en sus estudios y en sus lugares de trabajo, con sorpresa, y algunos hasta con cierto espanto, comunicaban el resultado de la tendencia que con el paso de las horas se convertiría en una realidad, las Paso daban como resultado al ganador absoluto en la casi totalidad de la República Argentina, el candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei. Con el correr de las horas, de los días, la charla casi obligada en cualquier ámbito fue sobre el contundente triunfo del diputado y economista. No era necesario prender el televisor, escuchar la radio y leer las noticias para distinguir, sin disimulo, de lo que se estaba hablando.
Después del estupor inicial, estupor infundado, ya que todo esto que terminó sucediendo ya se palpaba en la calle, llegó el momento de reflexión. Cada grupo mediático y dependencias se posicionó en el lugar común del que siempre se posicionaron, cada uno defendiendo su lugarcito y analizando el porqué, el cómo y el cuándo. Las respuestas no llegan solas, pero si los síntomas. Solo había que saber mirar, escuchar y prestar atención al clamor de la gente que no lo está pasando bien y a ese aturdidor silencio de aquellos que deberían haber dado respuestas. Me acordé de la frase de las moscas y que indefectiblemente me llevó a pensar en la teoría de masas. Haciendo una breve reseña al respecto, la teoría de las masas nos habla del fenómeno que se da en el comportamiento colectivo, en donde las ideas y los conceptos se repiten y se imitan sin ningún tipo de cuestionamiento individual, perdiendo la autonomía y la independencia.
En la política, generalmente quienes lideran a un grupo, tienen la habilidad de percibir las necesidades, de apuntar sobre la insatisfacción y la retórica empleada se utiliza para establecer agenda, inocular ideas. Generar con sus actos y sus palabras una cierta ideología y un sentido de pertenencia. Hay que diferenciar si aquel líder es un buen o mal pastor, aquí el papel más importante es en donde los valores, la moral y la rectitud de los actos del líder son un buen ejemplo a seguir y si es un ser digno de nuestra confianza. En ese acto de llegar a mi verdad, de ir esclareciendo la realidad que nos atraviesa cada día, seguí pensando en el grafiti. "Votemos a Milei, siete millones de personas no pueden estar equivocadas", transmutaba el grafiti de hace cuarenta años en mi memoria,… y una mezcla de náusea e incomprensión sacudía mi ser despolitizado.
¿Hasta dónde debemos llegar en esa intensa búsqueda de alguien que sepa comprender a una población que está harta del mal manejo del erario público? ¡Que está hastiada de cobrar en pesos y comprar a precio dólar! ¡De ver siempre a los mismos dar vueltas en puestos claves y que las soluciones que siempre dicen que tienen nunca son impuestas cuando llegan! Y puedo seguir… Son las mismas preguntas que seguramente usted, querido lector, también tiene en su cabeza desde hace décadas y las respuestas no llegan.
Estamos viviendo días muy duros en este agosto que por fin está finalizando. La sensación que se vive en la diaria es preocupante. Es como que si el año 1988 se conoció con 2001 y en ese escarceo terminaron pariendo a un hijo llamado 2023. Todo junto y de todo, lo único que se diferencia es que no se escuchan las cacerolas. Milei supo canalizar en su discurso el descontento que devino después de 2001. La antipolítica, el voto bronca/castigo, la posición pro mercado y un estudiado/exagerado y despeinado arte de gritar y mimetizarse en un ogro anti casta que subyugó a juventudes inexpertas y a sectores embroncados y desilusionados. El análisis para los analistas, sí, pero lo cierto, y que hay que destacar, es que un 70 por ciento del electorado que fue a las urnas votó en contra de un gobierno.
Para aquellos que buscan culpables, casi todo se resume en la pobre imagen de un presidente que ya ni habla, porque últimamente argumentó que si habla, es para peor. Por algo será. El insulso poder que representa agranda la figura de los demás, y aquí no se habla de gobernabilidad, sino de la falta de representatividad. La ausencia de Estado, o la escasez de decisiones políticas representativas convenientes para la población, minaron la voluntad del electorado, infundiendo desconfianza, frustración y bronca, sin importar el orden de los factores.
Factor clave. En este rincón, un presidente que no dice o dice poco y lo que dice es intranscendente. En el otro rincón, un oponente que no solo dice cosas que los demás quieren escuchar (aunque no lo sepan), si no que las dice en un lenguaje llano, anti estereotipado, lejos de las formalidades de la política. O bien, haciendo política muy lejos de lo políticamente correcto. El enojo garpa. En el medio, pero bien corrida a la derecha, está Patricia Bullrich, con el jefe político, Mauricio Macri (que juega a la seducción y a la sociedad con Milei), ambos viejos integrantes de la casta… ¿Se pensarán así mismos como descastados? Me permito dudar.
En ese afán discursivo entintado de bronca y pasión, de rabia y esperanza, Milei supo capitalizar el descontento general de una población harta de la política tradicional y de los políticos en general. Aquí no importan las bases, no importan los proyectos, menos el cómo y de qué forma se implementarían algunas de sus ideas y de sus proyectos si es que llegase a hacerse con los votos necesarios para llegar a la Rosada. Del ruido blanco de su discurso anti casta pasó a ser el protagonista absoluto -¿absolutista?– de una Argentina con rumbo incierto.
Las moscas solo siguen su instinto; los argentinos, las necesidades. Y la necesidad tiene cara de hereje.