La señora Wikipedia dice: "El bullying o acoso es la agresión para ejercer poder sobre otra persona. Concretamente, los investigadores lo han definido como una serie de amenazas hostiles, físicas o verbales que se repiten, angustiando a la víctima y estableciendo un desequilibrio de poder entre ella y su acosador". ¿Fue, es, será victima el Señor Presidente de esto que define Wikipedia, la enciclopedia de los ignaros?… Suelo responder que no me pregunten, soy periodista, el que hace las preguntas.
"A medida que las dinámicas sociales han ido cambiando a lo largo del tiempo y debido al auge y uso de las tecnologías de la información y de la comunicación como Internet o los teléfonos móviles, los niños están cada vez más expuestos a nuevas formas de bullying" (es de una nota de carácter genérico de Unicef, de donde se extrajo este texto).
Cuando apareció Javier Milei en los MdeC era un personaje atrayente. El mismo Milei confiesa que Gelblung (Samuel, el "Chiche") sostenía que cada uno de sus reportajes daba rating. El hijo de Mauro Viale, por su parte, confiesa que su papá le aconsejaba a Milei frases cortas y lo tomaba en serio en los muchos reportajes que le hacía. Es Milei quien hace una concesión, un gesto hacia el comprovinciano Alejandro Fantino por haberle hecho reportajes en serio. Está claro que alguien, según estudios privados con algo de seriedad, que tuvo más de 250 reportajes televisivos en poco más de un año calendario tiene una deuda de visibilidad y penetración por tales métodos. Métodos que complementó con un uso intensivo y apropiado de plataformas de redes que otros candidatos despreciaban. En esas redes el concepto clásico de ridículo y mensaje tradicional no califica. Es otro sistema de valores y de signos, otro lenguaje. Milei lo supo aprovechar. En esos mensajes su figura excedía los dichos, cortos y claros y aposentaba, en el balcón del inconsciente colectivo, su figura. Es así. Así lo conocimos.
Es esa figura y su lenguaje balbuceante con, una tras otra, las oraciones subordinadas fabricando una jungla que alejaba del sujeto de origen de la conversación parte de su encanto, de su atracción, de su imán. La interrupción, por parte del entrevistador ante el fárrago de disquisiciones y derivación de la derivación, traía al mínimo resumen o al colapso del mensaje. Esa confusión resultaba algo cómica pero claramente atractiva. Nunca fue el culpable de los fiascos de sus reportajes inconclusos e incontenibles.
Milei era difuso e irascible en muchos reportajes; parte indispensable de sus mensajes escuetos resueltos a su favor como mensaje/personalidad hacia el que estaba atento a tal discurso. No lo entiendo, pero sabe más que el periodista. No hay análisis de este suceso, de su penetración. Es un fenómeno visible que, cuando adoptaba ese personaje del estoy -enojado-porque-no-me-dejan-hablar… terminaba por imponerse al atribulado conductor.
Tenía al menos tres personajes antes de las elecciones: profesor que no resume el discurso, atacante sin freno a la casta y los comunistas y el Papa, personaje que apabulla con lo dicho: explicaciones matemático/políticas/históricas sobre la historia contemporánea, y le agrega un cuarto, el de calmo y modesto, casi víctima -otra vez- de los demás. Sumaba eso a su figura con el peinado estudiadamente descuidado, sus trajes oscuros, esas dificultades del lenguaje. Poco azaroso. Muy completo.
Pongamos las cosas en su lugar: productores y "periodistas estrellas" sabían que, sin necesidad del pago de óbolos, sobres o contribuciones a la obra familiar de tal o cual personaje entre periodístico y farandulesco, la presencia de Milei era de tal forma disruptiva, diferente, que servía a los fines: audiencia. Importancia del suicidio: para el peronismo alguien que dividiese la oposición, que era el 60% y, por tanto, permitiese que el 40% fuese triunfador era una fórmula segura. No sucedió exactamente así.
No había, en muchos casos aún no hay reacción, para entender que aquello que parecía burla, escarnio, aprovechamiento integral de un personaje un poco cómico, otro poco disruptivo, en un total diferente y llamativo para "el que mira", era el candidato de un proyecto y de una coyuntura. Nadie podría decir -hoy- con el importante porcentaje de votos que lo convirtieron en presidente de todos los argentinos, que esa sumatoria fue negativa o inútil. Tal parecería que fue altamente positiva.
Es útil revisar aquellos reportajes, las conclusiones, los comentarios laterales de quienes apostaban sus programas y sus mensajes por alguno de los que luego perdieron, para encontrar que "el loco", como era calificado sin ningún tipo de eufemismo, tenía otra contienda en otra cancha, y a cada insulto o agravio lo convirtió en un juego que ganó. Una apuesta que superó, con la devolución del mensaje: Raúl Lavié cantando en el Teatro Colón, antes que el Himno Nacional Argentino, en una Gala Especial por la presidencia obtenida, la "Balada para un loco" (1968, Astor Piazzolla y Horacio Ferrer)
Está claro el divertimento al devolver, con un gesto público, los adjetivos con los que lo insultaban o creían insultarlo. Es evidente por parte del Señor Presidente que recuerda todo el proceso que lo llevó al cargo (una digresión: qué libro escrito y leído en aquellos años "El señor Presidente", de Miguel Ángel Asturias, qué libro…ah… las coyunturas que alejan la alta literatura panfletaria de la memoria y el sitio en la biblioteca); está claro que el divertimento no trae olvido ni perdón, sino asimilación.
Ha quedado en los opositores al Señor Presidente la posibilidad de la broma, a veces el desafío o claramente la diferenciación cercana al agravio. Ni bien ni mal. Sucede. El periodismo está apostando a entender un fenómeno que no vieron en su dimensión total. Lo extraño es que no ha cambiado demasiado ni su lenguaje (adoptó el personaje más tranquilo, cuasi víctima, de voz tenue y segura) ni su vestimenta.
Más extraño es que recién ahora empiezan a sospechar que "el loquito" tenía de verdad un plan. Un plan en solitario, para el que le hacían falta ayudantes que sigue buscando y buscando. Que lo pondría en práctica con algunos casilleros vacíos, pero con las ideas -todas concurrentes- de alterar un "status" y que jugaría sus trebejos en una partida de ajedrez donde no hay amparos, ni fuera de juego y, mucho menos, oscuridad.
Reconocer ese lenguaje ofensivo que se usó para cargarle el mochuelo de "rarito", esas displicencias cercanas a la discriminación o, directamente, juegos de palabras que llevaban a entender que no era un personaje normal sería necesario, como confesión laica, para arrancar lo verdadero o, al menos, lo necesario.
Javier Milei no es un "Cuentito de Navidad". Sus votos existieron. Repito: su elección pone en la mesa la discusión sobre "El Voto Popular". Quiere cambiar, apoyándose en la soledad de su mayoría. Ni gobernaciones ni legisladores nacionales. Esa contradicción mueve a la Argentina. Los que están en las poltronas no quieren. Final incierto. La amenaza/ advertencia de ejercer un derecho que otorga la constitución: consulta no vinculante es algo posible. Al igual que con el famosísimo primer DNU, hay recovecos que sus asesores han descubierto en la Constitución Nacional
Milei avanzó iluminando recovecos donde la burocracia guardaba sus huevos para parir más funcionarios de una gran cueva inconducente. Milei, esto debe repetirse, oferta un cambio que no es de paradigma, no es tan segura esa división, sino que oferta una diferencia de interpretación de la función pública, del equilibrio entre Libertad/Orden y del rol de lo Privado y lo Público.
Hay que estar loco para plantear eso en estos días, después de los K y de Mauricio Macri. "No va a pasar nada". "No llega". Eso pensaban. Bueno, sucedió. Llegó. Queda un material de análisis y proyección: cómo saldremos a la superficie los argentinos luego que Milei iluminara todos los escondrijos donde se reciclaba la casta (¿aún se recicla?) es algo que no se sabe. Por ahora los semáforos le dan tres luces celestes.
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