Por Mariano Figueroa (*)
Por Mariano Figueroa (*)
Invitado por el "Observatorio de pacientes" de la ciudad de Rosario, en la sede rosarina de ATE (San Lorenzo 1879), me pareció importante comenzar con algunas definiciones que, desde mi punto de vista, enmarcarán mi ponencia.
Salud no es solamente la ausencia de enfermedad y, si bien la Organización mundial de la Salud (OMS) ha definido la salud como el completo bienestar biopsicosocial -una definición estática e irreal, ya que son pocos los momentos de completo bienestar- entiendo que una definición más acorde con lo que pensamos con un grupo de compañeros es la de Floreal Ferrara: "Salud es la capacidad individual y colectiva de luchar por condiciones de vida dignas" a la que agregaría justamente promoviendo equidad.
La OMS define los Determinantes Sociales de la Salud (o DSS) como "las circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana". Estas fuerzas y sistemas incluyen políticas y sistemas económicos, programas de desarrollo, normas y políticas sociales y sistemas políticos. Las condiciones anteriores pueden ser altamente diferentes para varios subgrupos de una población y pueden dar lugar a diferencias en los resultados en materia de salud. Es posible que sea inevitable que algunas de estas condiciones sean diferentes, en cual caso se consideran desigualdades, tal como es posible que estas diferencias puedan ser innecesarias y evitables, en cual caso se consideran inequidades y, por consiguiente, metas apropiadas para políticas diseñadas para aumentar la equidad.
El ecuatoriano Jaime Breilh, habla de tres inequidades como determinantes de la salud: de clase, de género y de etnia. En este sentido veo una profunda inequidad en la atención. En mi ciudad podemos observar la peregrinación de ciudadanos y ciudadanas de escasos recursos (tal cual lo establece la OPS es mayor la inequidad en las mujeres), para lograr un turno a algún especialista. Tal vez nuestros centros de salud, que más que generadores de salud, son receptores de demanda; no han logrado ponerse a tono con su responsabilidad. Es más, veo en este preciso momento, una agudización de la problemática, ya que si consiguen el turno -que por supuesto es alejado- y les dan estudios, vuelven a tener que peregrinar hasta que los completan y nuevamente a "la cola". En PAMI se observan algunas demoras lo mismo que en IAPOS, más específicamente en determinadas patologías: diabetes, cáncer, prótesis, cirugías de la vista, por ejemplo. De todas maneras, esto no tiene nada que ver con los hombres y mujeres que no cuentan con obra social.
En cuanto a la equidad en la distribución, imagino que se refieren a lo que ocurre en determinados Centros de Salud adonde el compromiso del equipo de salud es alto: así ocurre en la comunidad mocoví de Recreo en la que la directora Evangelina Cardozo y todo su equipo, son un ejemplo de compromiso. Lo mismo ocurre en algunas especialidades como Pediatría en el Hospital Iturraspe de mi ciudad. Ahora en cirugía seguimos teniendo listas de espera en litiasis vesicular con el padecimiento que esto acarrea.
En cuanto a la equidad en la distribución de poder y conocimiento, es a todas luces evidente que no hay voluntad de compartir saberes, es más, el avance tecnológico en la atención médica muchas veces aleja aún más a los médicos y desarma lo que podría ser un equipo de salud, teniendo afianzando un modelo consumista e individualista de atención que prioriza los efectos y no tiene en cuenta las causas de las causas.
Fue Marc Lalonde, ministro de Sanidad de Canadá, quien dividió en cuatro los campos determinantes de la salud: biológico, sistema de salud, medio ambiente y hábitos de vida. Ubicó en los hábitos el 43% de responsabilidad en la salud y, si bien con posterioridad a la carta de Ottawa Marmot al frente de la comisión de determinantes de la OMS profundizó el análisis, es evidente que la mayoría de los recursos van hacia el sistema de salud y muy poco, por no decir casi nada, a modificar los hábitos.
En cuanto a la solicitud de los organizadores del panel acerca de qué estrategia y/o acciones concretas considero que son necesarias para crecer en equidad social dentro del campo de la salud, creo que una crítica al manejo de la pandemia puede ser una base de discusión para aportar en acciones concretas. Tengo una visión crítica del manejo de nuestro país. Apenas surgieron los primeros casos, los Centros de Salud de mi ciudad cerraron o pusieron carteles impidiendo el ingreso de la población. En el comité que se formó en el Hospital Iturraspe, llamaba la atención el temor de algunos profesionales; es más, la mayoría de las especialidades no atendió y se limitó a solo una la puerta de ingreso al hospital. Se redujo el ingreso de las visitas y acompañantes. El hecho de generar un cuello de botella, en el cual la gente tenía que recurrir a los hospitales, con el riesgo de contagio que esto significaba, llevó a la ciudadanía a una sensación de desamparo. Entiendo que fue este uno de los motivos para que el gobierno implementara un 0800 para contener la angustia.
A mi entender fue una oportunidad perdida. Tenemos una plétora de equipos de salud distribuidos en toda la ciudad, era la ocasión de hacerles jugar un rol y ser partícipes de este desafío. Utilizando la tecnología, de celulares y WhatsApp podíamos territorialmente analizar en donde podía haber un foco de contagio, aislarlo y aislar los contactos. Asimismo, podíamos asistir a las familias más necesitadas, no solo con alimentos sino, lo que es más importante con contención y acompañamiento. En este sentido, podíamos recurrir al conocimiento territorial de las organizaciones barriales; estoy convencido que muchas estaban ávidas de jugar un rol y colaborar. Naomar Almeida Filho el epidemiólogo brasilero sostiene que "una drástica reducción del contacto social con medidas complementarias de distanciamiento permanente podía garantizarse desde los centros de atención primaria".
Lo mismo ocurrió en el hospital, los especialistas participaron de las reuniones de Comité de Emergencia, pero no atendieron (salvo honrosas excepciones). Cuando sugerí al director que se turnaran para ir a la guardia con todas las precauciones y que descomprimieran atendiendo los ginecólogos a las mujeres y que cada especialista intentara resolver el caso -comunicándose con otro colega en caso de no poder resolverlo-, si no era coronavirus, y el resto utilizara el recorrido acordado, me sentí como sapo de otro pozo. El sistema de salud accionó en una lógica invertida, priorizando la atención de altísima complejidad, por eso todo el mundo habla de las camas de terapia intensiva ocupadas. El hospital debería ser el final de la línea de cuidados y no el foco principal del combate de la pandemia. Es como dejar que la pandemia corra sola y mitigar los daños a último momento. Me recuerda la imagen de los accidentes en una curva de una montaña y la decisión de construir un hospital en la base para recibir a los accidentados, en lugar de encarar toda una batería de medidas preventivas.
La oportunidad perdida, según mi visión, significa la falta de liderazgo para movilizar lo mejor de nuestro pueblo. Estoy convencido que, así como San Martín logró el cruce de los Andes y Belgrano el éxodo jujeño, liderando lo mejor de nuestra gente, el sistema de salud hubiera logrado índices menores de mortalidad movilizando lo mejor de nuestros equipos. Es más, nos hubiera quedado una base para trabajar en la profundización de lo logrado y convocar para revertir este régimen subdesarrollado y dependiente en el que la ganancia, el lucro y la salvación individual son moneda corriente. Mi humilde homenaje a Débora Ferrandini, verdadera líder.
Gastão Wagner de Sousa Campos, en su libro "Metodo Paideia" (Lugar Editorial, página 81), sostiene: "Para este fin es necesario reformar tanto las estructuras de las organizaciones como su modo de funcionamiento. Reconstrucción del modo de pensar y de actuar de las personas, sí; pero, conjuntamente, la reforma de las normas y estructuras. Cambiar la racionalidad gerencial hegemónica implica producir otra dinámica de funcionamiento y otro diseño para las organizaciones. Una línea para ese cambio es la construcción de espacios colectivos que estimulen y faciliten la participación de otros agentes que no sean sólo aquellos con función de dirección, como también la de agentes externos al colectivo. (…) La ciudadanía y la democracia serían producto del propio esfuerzo de los dominados por liberarse de su dominación. Las instancias privilegiadas para la producción de estos nuevos sujetos serían los movimientos sociales, los partidos y las luchas colectivas. Espacios típicos de la política".
En este sentido solo una población con conciencia sanitaria, en defensa de la vida, será la que en definitiva exija el cambio de paradigma. Las organizaciones sociales son claves a mi entender.
(*) Ex representante de la Comunidad del Hospital Iturraspe.