El miércoles 24 de enero se cumplieron cuarenta años de la muerte de Vicente Faustino Zazpe (1920-1984), quien fuera el primer obispo de la diócesis de Rafaela (1961-1968), arzobispo de Santa Fe (1968-1984) y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina (1973-1983). Fue ordenado sacerdote en 1948 y su consagración episcopal fue el 3 de septiembre de 1961 en la basílica de Santa Rosa de Lima de Buenos Aires, designado por el papa Juan XXIII para la flamante diócesis de Rafaela -noticia que se había conocido el 10 de abril de 1961-, integrando numerosas comisiones del CELAM. Como homenaje, en Rafaela lleva su nombre una calle del barrio 17 de Octubre y un sector del noreste ciudadano.
Mirá tambiénSentido homenaje: Zazpe y nosotros, a cuarenta años de su partida"La erección de la nueva Diócesis, que os llena de orgullo, es un acontecimiento grande. Sí, estupendo, de insospechadas proyecciones, pero toma sus grandezas y sus proyecciones de su contenido religioso. Os han designado Iglesia y os han traído pastor no por la importancia civil, económica o cultural, sino por la importancia que tiene la presencia de Dios en vuestro pensar, obrar, vivir y morir", expresó Zazpe el 12 de octubre de 1961, cuando asumió la Diócesis, que abarca los departamentos Castellanos, San Cristóbal y 9 de Julio (38.320 kilómetros cuadrados).
Y agregó: "A todo este mundo complejo, dinámico, vivo, le falta razón para ser armonía, justicia y paz. No tiene a Dios en su fondo. Por eso no tiene paz en su superficie. El problema religioso es el problema de los problemas. Por eso queridos hijos de la diócesis de Rafaela, la llegada de vuestro primer obispo es la actualización del eterno problema religioso. Dios presente o Dios ausente".
Cuando era obispo rafaelino participó activamente en Roma del Concilio Vaticano II (1962-1965), en el que se trató también los instrumentos de la comunicación social, haciendo Zazpe una advertencia: "El Concilio debe hablar no tanto para los católicos sino para los no católicos, que son gran parte de la humanidad y aunque no como madre, al menos como maestra a menudo quieren reconocerla".
Luego de siete años en el territorio diocesano, fue designado obispo coadjutor (con derecho a sucesión) de la Arquidiócesis de Santa Fe. En 1968, durante una cena en la Sociedad Rural, en el mensaje de despedida expresó: "A veces hay que perder a ciertos seres o separarse para valorar la calidad de su compañía o la debilidad de la relación. Aquí queda mi corazón entero".
Además, Zazpe escribió desde el evangelio sobre temas sociales, económicos, políticos y culturales en sus recordadas charlas dominicales "Habla el Arzobispo" (1971-1983), a través de las emisiones radiales y televisivas de la capital provincial, luego reproducidas por los medios gráficos y radiofónicos de distintos lugares del país. "Si la encarnación se hubiese realizado en esta época, el evangelio tendría el palpitante interés de los acontecimientos periodísticos y de los noticieros televisivos. Sería otro rodaje, pero idéntico el contenido, idénticas las exigencias, idéntica la luz", dijo el 6 de abril de 1975.
Zazpe también asistió a sínodos episcopales en Roma (1971 y 1974) y a las asambleas de las conferencias latinoamericanas de Medellín (1968) y Puebla (1979), donde fue uno de los redactores del documento. El presbítero Ricardo Mauti, doctor en Teología, opinó sobre él: "Fue una de las mejores cabezas pensantes del episcopado argentino. Encarnaba una forma de pensar donde teología y pastoral dialogaban con otras ciencias: política, economía, sociología, como también arte, música, cine y literatura que dominaba y de la que sabía sacar enseñanza ética y religiosa" (https://www.religiondigital.org/).
Un pastor generoso
"Como en otras etapas de nuestra historia, llegaremos -aunque sangrando- a cubrir las heridas de la división y la enemistad, pero si no llegamos a una profunda comunión nacional, no habremos recorrido los espacios más específicos de la reconciliación cristiana. (…) La Argentina necesita de una cierta unidad de criterios para desentrañar el sentido de su historia, juzgar el presente tan complejo y preparar su futuro; una escala común de valores para afirmar la vida nacional y una cuota inmensa de paciencia y esperanza para recorrer esta etapa difícil y asegurar el encuentro definitivo de la nación".
Este entrecomillado de Zazpe fue escrito en el libro "Si un niño no hubiera nacido…" (1977), en pleno apogeo de la última dictadura militar, período muy oscuro y doloroso que sufrimos los argentinos a través del terrorismo de Estado y, en menor medida, la lucha armada que habían impulsado sectores de la juventud (también hubo grupos pacíficos) que buscaban la revolución política.
El mensaje de Zazpe fue profético en aquel período de tinieblas del país y lo sigue siendo hoy en esta difícil y compleja coyuntura nacional, en el que la violencia verbal y física es parte de la vida cotidiana. Seguimos con los desencuentros entre los argentinos porque priman los intereses sectoriales por encima del bien común. Era una persona que molestaba al poder temporal y así lo hizo sentir.
El 15 de agosto de 1982 sufrió un accidente automovilístico sobre la ruta 19, cuando viajaba a la fiesta patronal de San Carlos Norte. "Hubo varios testimonios que lo consideraron un atentado. Y este 'accidente' (¿atentado?) afectó sus ojos hasta la muerte, pues le quedó una dificultad visual", citan los presbíteros Jorge Montini y Marcelo Zerva en el libro "Vicente Zazpe: el corazón de un pastor" (julio de 2000).
Raúl Troncoso -primer cura ordenado por Zazpe el 23 de diciembre de 1961, actualmente en Tandil-, compartió su testimonio en la misa de acción de gracias por el centenario del nacimiento de Zazpe, presidida por el obispo Luis Fernández en la Catedral San Rafael: "Fue un pastor generoso en los momentos difíciles que vivió nuestro país y nuestra Iglesia, la presencia de Zazpe reclamando libertad y vida en los lugares donde se decidía el presente y el futuro de muchas personas lo volvió sospechoso de las actitudes como pastor" (15 de febrero de 2020).
Al cumplirse veinticinco años de su muerte (2009), el entonces cardenal Jorge Bergoglio presidió la misa en la Catedral Metropolitana, destacando su figura: "Él se aferró al evangelio, se aferró a las bienaventuranzas. Como dijo alguien de él, cuando muchos miedosos que buscaban contemporizar callaban, él habló. Y cuando esos mismos, pasado el peligro se animaron a hablar, él calló: ¡profeta! Y nunca habló desde la política, nunca desde la coyuntura social sino desde el evangelio, iluminando la situación social, iluminando la injusticia que se vivía en cualquier tipo de mesianismo. Zazpe era así: un trabajador del reino" (https://we.tl/t-vnTjpCvM2Y).
En este contexto, alentados por la mencionada homilía de Bergoglio, el periodista José Ignacio López –ex vocero del presidente Raúl Alfonsín-, laicos de Rafaela, Santa Fe, Buenos Aires, sacerdotes, el obispo de Rafaela (Pedro Torres) y el arzobispo de Santa Fe (Sergio Fenoy), entre otros, están propiciando el inicio de la causa de canonización de Zazpe.
A decir verdad, Zazpe fue un hombre de las bienaventuranzas: pobre, manso, sufrido, misericordioso, pacífico, de corazón recto, hambriento de paz y justicia, perseguido como Jesús. Su personalidad fue muy valorada en muchos pasajes de la investigación "La verdad los hará libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983" (2023).
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