Por José Curiotto
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La relación entre el gobierno y Hugo Moyano mutó de tal manera que cualquier desprevenido corre el riesgo de perder la perspectiva. El pasado inmediato se olvida con extraña facilidad. Y entonces, no siempre resulta sencillo comprender el presente y mucho menos adelantarse a los acontecimientos.
El mismo Moyano que hoy acusa a Cristina Fernández de Kirchner de traicionar los principios elementales del peronismo -e incluso del kirchnerismo-, es el que hasta hace poco tiempo sólo tenía palabras de alabanza para la primera mandataria, a quien consideró como uno “de las seis o siete mayores intelectuales que tuvo la historia de nuestro país”.
Y la misma presidenta que llegó a catalogar al sindicalista de chantajista y extorsionador, es quien en su momento veía en Moyano a uno de los pilares de su gobierno y un verdadero modelo de gremialista comprometido con el desarrollo de la Argentina.
Queda claro que las categorías amigo-enemigo, aliado-contrincante, opositor-oficialista, pueden alternar con llamativa fluidez cuando de poder (y de dinero) se trata.
Sin embargo, estos cambios repentinos de relación y de opiniones no se limitan a la dupla Moyano-Cristina. Reducir el fenómeno a estos dos protagonistas, develaría una miopía severa.
Estos nuevos posicionamientos del sindicalista y de la presidenta, provocaron un verdadero reacomodamiento del tablero de relaciones en la Argentina. Casi como por arte de magia, algunos de los que hasta hace poco veían en Moyano la personificación de la arrogancia, el patoterismo, la agresión y la provocación permanente; hoy parecen ver al sindicalista como un modelo de resistencia, un hombre impoluto y alejado de toda posibilidad de crítica.
El Sindicato de Camioneros que lidera Moyano acaba de rechazar un aumento salarial del 21%. Reclama un incremento de sueldos del 30% para sus afiliados que, avalados por el poder político y beneficiados por el desmantelamiento de la red ferroviaria del país, lograron durante los últimos años convertirse en uno de los sectores mejores remunerados de la Argentina, con sueldos promedios de 10.000 pesos mensuales.
Mientras no consigan su objetivo, amenazan con replicar paros sorpresivos a lo largo y ancho del país. El viernes pararon los transportes de caudales. Ahora, las medidas se producen en un área tan sensible como el transporte de combustibles.
El reclamo del 30% de aumento de sueldos para un sector bien pago y en una economía en problemas no parece atinado, ni responsable. Sin embargo, en este nuevo tablero de relaciones, pocos lo dicen abiertamente.
Más allá del desenlace de este conflicto en particular, habrá que decir que Moyano, Cristina y gran parte de la sociedad argentina, siguen siendo los mismos, aunque hayan cambiado sus miradas.
Moyano siempre supo cómo pensaba Cristina.
Cristina nunca desconoció quién es Moyano.
Y para gran parte de la sociedad argentina, los perfiles del sindicalista y la presidenta siempre resultaron evidentes e insoslayables. Muy pocos pueden alegar ignorancia.
Las personas y las sociedades no cambian demasiado. Sólo cambian las circunstancias.
Por eso, hoy muchos ven lo que antes prefirieron eludir. Otros, en cambio, optan por disimular lo que tantas veces denunciaron en el pasado.
Queda claro que las categorías amigo-enemigo, aliado-contrincante, opositor-oficialista, pueden alternar con llamativa fluidez cuando de poder se trata. Porque, al fin de cuentas, sólo se trata de un juego de intereses.