La envidia es un pecado capital, uno de los siete. No hay envidia sana, hay envidia. Tengo envidia. Estoy en Estados Unidos. Estuve en el parque Yosemite. Por un instante estuve alegre, no andaba bien la conexión wi-fi pero… andaba bien todo lo demás. Los árboles, las ardillas, los cuervos, los pechito amarillo, las colas, los buses, el agua, los baños, los regalos, la gente que paseaba -mucha, muchísima- mientras miraba la primera nieve, una escarcha, marcando los bancos de madera.
Alquilan bicicletas, minicarpas para campamentos; alquilan bungalows, se paga con tarjeta para ver las sequoias, esos raros pinos que llevan más de 2.500 años en pie. Practican senderismo. Skate. Cuando hablaban de la madera colorada y lo que dura me agarró una nostalgia de La Forestal y cuando veo cómo tratamos nuestro bosque petrificado me digo: vendamos Argentina, alquilémosla, que la administre alguien que sepa cómo ganar dinero con la riqueza; los argentinos no sabemos ganar dinero con la riqueza. Los envidio.
Entrando a San Francisco hay un túnel con más de diecisiete minutos bajo el agua. Vas en el tren que es subte y te transporta. En las carreteras pagás por el tránsito rápido con una aplicación a tu cuenta. El transito rápido se paga y el más lento no tanto. No hay peajes en las carreteras que, con el peaje, se terminaron de pagar. Explico de nuevo: se construye, cuesta, se paga con peaje, cuando se terminó de pagar chau, liberada, el mantenimiento es del Estado. No hay un pariente de un dirigente o de un presidente que cobre forever. Lo mío es una jodida envidia.
California, como San Pablo, como el Gran Buenos Aires, suma millones de habitantes. Unos van para arriba y el nuestro para abajo. La economía de California es una masa, San Pablo es la ciudad de América del Sur. El Gran Buenos Aires es un basurero que succiona jun país. Allá, como acá, lo malo es malo. Hace mal el fentanilo, hacen mal los drogadictos y los barrios inseguros, … pero ellos crecen. Siguen, siguen y le meten para adelante, sus gobiernos solucionan los sitios más peligrosos poniendo negocios, bancando la luz y la vida que proporcionan los negocios, las escuelas, las urbanizaciones que, a la vuelta de los años, son impuestos que se cobran.
Claro que hay drogas y malandras, pero la vida sigue; a los tipos malandras y fuleros los tiran a un costado, no les tienen miedo, ni los mantienen, ni son sus socios. Claro que hay policías malos, fiscales corruptos, empresarios chantas y políticos en mal estado dirigiendo el Estado, pero el Estado se autoprotege contando, mostrando, metiendo en cana y hay violencia urbana y la cana no le tiene miedo a sus socios, los pibes. El pueblo nunca se equivoca. En este país vota el que tiene ganas. Envidia inmensa, che.
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