Hace un tiempo leí uno de los últimos libros de Mariana Enríquez, en el que habla de una de sus bandas favoritas. El libro se llama "Porque demasiado no es suficiente. Mi historia de amor con Suede". Así conocí una canción que se llama "Este mundo necesita un padre". Es una canción muy bella, que me hizo reflexionar sobre diferentes cuestiones. En particular, sobre el modo en que la paternidad es una institución que parece haber perdido sentido de un tiempo a esta parte.
Cuando decimos que "Este mundo necesita un padre"… ¿de qué estamos hablando? ¿Por qué no una madre, que lo acune y lo cuide, que lo alimente y lo ayude a crecer? Quizá también necesite una madre, sin duda, una que lo asista para reorientar sus componentes autodestructivos, que cada vez son más y están claramente a la vista. El punto es que tal vez necesite una madre si lo pensamos como un bebé. Ahora bien, ¿no es este mundo más bien como un adolescente rebelde, incapaz de hacerse cargo de las consecuencias de sus actos, jugando a la transgresión? En ese punto, ¿quiero decir que este mundo necesita un padre que le ponga un límite y funcione como un correctivo?
Si este último fuere el caso, estaríamos perdidos. Esa versión del padre hace rato que sabemos que no produce efectos y, además, el mundo ya cuenta con suficiente apoyo como para mandarlo a la estratósfera. Muchos varones hoy rechazan ir al lugar del padre porque saben que ahí solo serán cuestionados, criticados, tildados de autoritarios, etc. Entonces, ¿qué padre necesita el mundo hoy?
El libro de Mariana Enríquez cuenta una historia de amor, justamente la de una adolescente que encuentra en la música un criterio para la autorregulación de sus excesos. ¿Por qué a veces es preciso el "demasiado" para que sea "suficiente"? Y muchas veces ni siquiera. ¿Puede un padre evitar que alguien, cada tanto, tenga que pegarse la cabeza contra la pared? Lo dudo, entonces... ¿para qué sirve un padre?
Luciano Lutereau junto a Juancito, su hijo.
Pienso que un padre es la compañía para la experiencia, es quien sabe que no puede evitar que un hijo sufra, pero no deja de tenderle la mano en el sufrimiento. Conocemos la expresión "el dolor de la madre", que implica un desgarro infinito, pero ¿el dolor del padre? Mientras escribo estas líneas veo la imagen en el diario de una pareja que perdió a su hijo: la mujer está desconsolada, el hombre la abraza con entereza. Para realizar este gesto, ¿no tiene que poner su dolor en segundo plano?
Un padre es una instancia de mediación, muchas veces eso hace que su rol se confunda con el de la resignación. Así es que hay padres que se privan para ser proveedores. Muchas veces se tiene la idea de que el padre proveedor es el que se desentiende, el que dice "porque yo pago, porque yo traigo la plata a casa..." como si eso le diera un derecho. Eso no es un padre, es un déspota. En sentido estricto, el proveedor es el que se priva por los demás miembros de la familia. Sin embargo, el proveedor ya no es un rol de esta época.
Cada vez más varones deciden no tener hijos. Cada vez más varones tienen hijos, pero no les interesa la paternidad. Cada vez más varones son padres como si fueran madres, desde el dolor y el miedo a perder a los hijos. ¿Qué varón decide hoy ser padre para fundar una sucesión, para que otros vengan después de él? Tal vez por esta vía comencemos a entender qué significa que este mundo necesita un padre.
Es verdad, quizá no se trate de un padre heroico, de un padre omnipotente, de un padre que nos pueda salvar. Necesitamos un padre que nos contenga, mucho más que un padre que nos defienda, sobre todo porque el enemigo somos nosotros mismos. El monstruo ya no está afuera, sino que está de nuestro lado. Necesitamos un padre que nos recupere, que nos ayude a rehabilitarnos, menos con un sermón o nuevos ideales, que con un poco de comprensión.
Lamentablemente, ese padre ya no está. A este mundo no lo va a consolar ningún gobierno, ningún sistema político, ningún dictamen de la ONU ni un G20, G7, ni ninguna otra de esas instancias en que las potencias se reúnen para decir qué sería bueno hacer y después no hacen. Ya no hay ley. El padre que necesitamos no es tampoco el que impone un orden, sino el que dice "Basta". ¿No hay una huella de ese padre en cada uno de nosotros? Quizá no tengamos que buscarlo afuera, sino en lo más íntimo de nuestra relación con nosotros mismos.
El padre es esa instancia en nosotros que puede decir "Basta". Uno de mis hijos es un pequeño muy bonito que, cada tanto, dice "Papá no". En base a esta situación desarrollamos un juego: yo llego a casa y, mientras él está bañándose o cenando, le pregunto: "Papá, ¿sí o no?" y, entonces, él responde "Papá no" y sigue con lo suyo. Después de una primera decepción narcisista, en la que creí que me decía que no a mí, entendí que el sentido de su expresión es otro: para él decir "Papá" es una manera de decir que "no", es una manera de regularse, de decirse a sí mismo que no.
Hoy en día se habla mucho de ponerle límites a los demás, pero ¿sabemos ponernos límites a nosotros mismos? Un padre es esa persona que, en nuestra infancia, nos puso el hombro en alguna derrota y nos dio la esperanza para continuar. Ningún padre nos puede evitar la derrota, pero hace algo más importante: nos ayuda a seguir, renovados, ya no siendo los mismos de antes. En la novela psicoanalítica, el padre es quien prohíbe a la madre; dicho así puede parecer complejo, pero es una idea simple: el padre es paciencia, capacidad para esperar, salida de lo inmediato. El padre que prohíbe ya no existe en este mundo, pero porque en nombre de la liberación (y la globalización) cada vez más personas tienen menos y viven desposeídas. ¿Qué más se puede prohibir?
Este mundo necesita un padre... "para el dolor", dice la canción de Suede. El día del padre es un día como los demás; en nuestro mundo los padres viven derrotados, aunque se los celebre, pero... ¿qué homenaje no nace de una pérdida? Le debemos respeto al padre, porque lo necesitamos. Aunque haya sido humillado, aunque ya no sea ni la sombra de lo que pudo haber sido. ¿Quién no necesita un padre para el dolor? Su ausencia pone a prueba nuestra capacidad para dejar de ser hijos y descubrir en nuestro interior su fuerza vital, esa que dice: "La vida no es para ganar, es para no rendirse".
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