Domingo 22.10.2023
/Última actualización 19:07
Nos escribe Fernanda (38 años, Santa Rosa): "Luciano, te escribo después del día de la madre, que fue un día muy especial para mí. Hace un tiempo me decidí a ser madre sin alguien que me acompañara y entré en el camino de los tratamientos, que son muy duros y suelen dejar un sabor amargo. Voy por el tercer intento y me siento un poco cansada, ¿podés decirme algo que me ayude a continuar?"
Querida Fernanda, muchas gracias por tu correo. Entiendo perfectamente tus palabras y no estoy seguro de que pueda decirte algo que te alivie. Para mí lo importante es poder arrojar comprensión y que aumentar nuestra capacidad de entendimiento sea un primer paso en la vía de recuperar una orientación, ya que hablás de un camino.
Los tratamientos son difíciles, no conozco bien tu situación específica, pero sí conozco los casos de varias mujeres que muchas veces se preguntaron por qué recién pensaron en la maternidad cuando ya eran "grandes", o bien se reprochan aspectos de la vida amorosa. De un modo u otro parece que no es fácil evitar un tipo de culpa muy particular: esa con la que no se puede hacer nada, porque plantea una situación con el diario del lunes.
Dicho de otro modo, es una culpa que deja en la más absoluta impotencia la que plantea la situación en términos de haber tenido que saber algo que, en su tiempo, no podíamos saber, porque solo se lo pudo saber después. En todo caso, para conmover esta culpa sí creo que es útil preguntarse cómo fue que uno llegó hasta donde llegó.
En principio, aunque sea una obviedad, diré lo siguiente: ninguna mujer fantaseó, en su tierna niñez, tener un hijo a través de un tratamiento. De la misma forma, nadie en la infancia, cuando jugó a la mamá y el papá, jugó a que era el novio de la mamá o la novia del papá, o la nueva pareja; dicho de otro modo, los roles parentales –tal como se los fantasea de niños– no se ajustan a lo que después la vida nos provee.
Y, por cierto, es bien penoso que, en la adultez, no haya margen para descubrir nuevos roles porque no son aquellos que soñábamos. Creo que algo parecido podría decirse respecto del deseo de hijo, que también tiene una fuerte raíz infantil. En términos generales, diría que las niñas juegan a la mamá con la suposición implícita del embarazo. No es frecuente que una niña se piense, por ejemplo, como madre adoptiva. En la adultez es que conocemos ese deseo de hijo tan hermoso que es el que se realiza en la adopción.
Con esto último, creo que se puede notar la diferencia que existe entre el deseo de hijo y tener un bebé. Lo diría de esta manera: querer "tener un bebé" es un deseo infantil, mientras que "desear un hijo" implica un pasaje a la adultez. Agregaría que el deseo de hijo se realiza, por lo general, cuando se deja de querer tener un bebé, fundamentalmente porque ese bebé que quiere la niña tiene su origen en los deseos incestuosos del complejo de Edipo, pero este no es mi tema hoy.
Sigamos con esto: una de las dificultades de los tratamientos estriba en que a veces hay que estar haciendo toda una serie de evaluaciones y, llegado el caso, es preciso recurrir a un óvulo o esperma de otra persona. ¿Por qué en algunos casos se impone una resistencia por el origen biológico? La respuesta nos reenvía a la culpa de la que hablamos antes, aunque se añade un aspecto más, me refiero a que este puede ser uno de los modos por los que se juegue dejar de tener ese bebé infantil.
Los hijos llegan, del modo en que ellos quieran llegar. Y hay algunos que son rebeldes hasta desde su concepción. Porque los hijos no están para darnos el gusto ni para satisfacer el deseo con que los esperamos. Entonces, querida Fernanda… ¿Te encontrás en una situación que no es la que jamás te hubieses imaginado, una que preferirías no tener que vivir, que no es la que querrías? Eso es lo que me da la pauta de que el tuyo es un deseo de hijo, ya que no depende de condiciones ideales.
Qué flojos son esos deseos que dependen demasiado de que las circunstancias sean las más favorables. Vas por el tercer intento… ¿Te parece que puedo decirte algo para continuar? Sí, en realidad, lo que quisiera decirte es que si un día no querés intentarlo, en eso no se juega tu deseo de hijo. Por eso, mejor voy a decirte algo respecto de lo que llamás, con buen tino, "sin alguien que me acompañara".
Hace un tiempo se hablaba de "madre soltera", o bien hoy a veces se pregunta: ¿lo vas a tener "sola"? Y yo pienso que ninguna mujer que tenga un hijo lo tiene sola, porque ahí está el hijo también. Si la referencia es a un hombre, no olvidemos que hay miles de casos en que su presencia no asegura nada.
Tampoco son muy pocas las situaciones en que la expectativa de que un hombre quiera ser padre implica una pérdida de tiempo, todo por no poder renunciar a la imagen ideal de la familia, cuyo origen como deseo vuelve a ser el juego infantil. Querida Fernanda, si me equivoco me disculpo de antemano, pero dudo que no tengas a nadie que te acompañe; tal vez no se trate de una pareja, pero la idea de compañía es mucho más amplia.
Para concluir, entonces, quiero darte esperanza con una paradoja: un hijo no es nunca lo que soñamos, el hijo que tendremos no es nunca el que quisimos en nuestra fantasía, si hay un hijo para nosotros, va a venir del modo más inesperado, llevándonos a una transformación que, a veces, comienza antes de su concepción. Los hijos nacen de deseos que decepcionan.
(*) Para comunicarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com