Por Rubén Chiappero (*)
Hacia los 450 años de la fundación de Santa Fe
Por Rubén Chiappero (*)
Los primeros cincuenta años del siglo XIX marcaron la desmembración de la disposición política del Virreinato del Río de la Plata por los acontecimientos de Mayo de 1810 y el sucesivo devenir hacia la Independencia. Luego, la supremacía de Buenos Aires con la primera presidencia unitaria de Rivadavia señaló una transición hacia las luchas entre unitarios y federales, el interior y el puerto. Se dio así un período de luchas para imponer una nueva legalidad que se pretendía adjudicar por medio de la violencia armada. En 1853 se acordó sancionar la Constitución Nacional, que debía regir la definitiva organización institucional argentina. De este modo, se proclamó que un país regulado era una necesidad insoslayable para el Progreso que sería rotundo y definitivo con el aporte inmigratorio y la construcción de los ferrocarriles.
Los herederos directos de los hombres del 37, cuyos gobiernos liberales se sucedieron hasta la segunda década del siglo XX, basaron su accionar en los dogmas de la institucionalización del país y en la economía sustentada por el recurso natural –extenso y feraz- de la tierra explotada mediante la ganadería y la agricultura. La construcción de infraestructura ferrocarrilera y portuaria hizo efectiva su visión geopolítica de ocupación y poblamiento del territorio argentino afianzándose el proyecto de instalación de colonias agrícolas en las regiones vacantes por el desplazamiento obligado de las etnias naturales.
La dimensión histórica del urbanismo hispanoamericano se continuó en la disposición de las nuevas poblaciones de la segunda mitad del siglo XIX. Fueron promovidas por el pensamiento dominante según el cual el incipiente país debía modernizarse mediante la agricultura y el comercio. Es así que se precisó de establecer población estable en las áreas destinadas a la producción agraria y con ello, la matriz urbana continuó siendo la cuadrícula hispanoamericana. Bajo este direccionamiento, la agricultura debió pasar por un proceso de desarrollo que transformó la naturaleza a la vez que, a partir de la organización de Esperanza, la cuadrícula determinó la distribución de las concesiones separadas por calles que se intersecaban en línea recta. Una inmensa cuadrícula productiva se amojonó para las labores campesinas de los inmigrantes y es desde esta disposición que en el centro se delineó el pueblo, núcleo de servicios y de interacción social.
Los núcleos urbanos que surgieron como soporte y base de asistencia al vital espacio económico, materializaron la reunión de grupos étnico-culturales diversos. A la vez, se constituyeron en el referente cívico-religioso de la población rural de la colonia erigiéndose como presencia de dominio y civilización. Paulatinamente los núcleos urbanos de las colonias agrarias y de aquellos surgidos por necesidad del ferrocarril se sumaron a la existente ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz y a los centros fundacionales que se organizaron en tiempos hispanos en la margen derecha del río Paraná. El resultado fue un aggiornamento del modelo urbano planificado y puesto en acto durante la dominación española que se basaba en centrar la ocupación territorial desde la fundación, trazado y establecimiento de ciudades. El trazado en cuadrícula al modo hispano por sus paradigmas específicos de practicidad y reparto homogéneo de las posesiones mediante, fue aplicado en casi todas los nuevos establecimientos urbanos de la época inmigracional. Es de hacer considerar, entonces, la persistencia del anterior esquema urbano-cultural en la novedosa ocupación de las tierras vacantes.
En la provincia de Santa Fe, a principios del siglo XIX, sólo se contaba con cuatro poblaciones estables -Santa Fe, Rosario, Coronda y San José del Rincón- y el territorio al oeste fue zona de puntuales avances militares o religiosos, dada la marcada carencia de presencia étnica distinta a la de los naturales nómades. Bajo el lema de la necesidad de población que constituiría la demostración de la capacidad de los gobiernos, el desierto fue una meta preciada de las compañías colonizadoras para la introducción y asiento de inmigrantes extranjeros. Esta estrategia modificaría la organización estructural política y educativa de Argentina con usos y costumbres al modo generalizado en Europa.
La empresa de Aarón Castellanos dio origen a la primera colonia realmente organizada y sostenida en el tiempo: Esperanza (1856). Para ello, entre el gobierno provincial y Castellanos se suscribió un contrato de colonización el 15 de junio de 1853, en el que se convenía la contratación por cuenta del particular de doscientas familias a las cuales el Estado se comprometía a brindar habitación, semillas y ganado para el inicial laboreo agrícola. Luego, con las sucesivas colonias, organizadas por particulares, empresas ferrocarrileras y, finalmente, el Estado, se incorporaron efectivamente esas tierras feraces al sistema socioeconómico imperante. En la organización de la primera colonia agrícola que se mantuvo en el tiempo, Esperanza, la cuadrícula determinó la distribución de las concesiones separadas por calles que se intersecaban en línea recta y es desde esta disposición que en el centro se delineó el pueblo, que mantiene la cuadrícula para los sectores habitacionales e incorpora la novedosa "plaza de cuatro manzanas" que, luego, se replicaría en la mayoría de los poblados de las demás colonias agrícolas.
Aquí merece puntualizar que, desde la organización de la colonia en la distribución de las tierras para la producción agrícola, se derivó a la disposición del poblado central -el llamado pueblo, identidad urbana primaria-, el cual asumió la centralización de las funciones urbanas emergentes de la necesidad de satisfacer los requerimientos de los productores rurales. Se transformó un fragmento de la mensura de la tierra destinada a cultivos para conformar un núcleo básico de otorgamiento de bienes y servicios a la población dispersa en el campo junto con la posibilidad de conectar las colonias con caminos terrestres y el imprescindible tendido de ramales ferroviarios hacia la ciudad de Santa Fe.
El nuevo modelo urbano-arquitectónico se materializó en una traza y en una arquitectura que se definieron con la rigurosidad geométrica hispana pero con un énfasis en la magnánima fe en el futuro y en el progreso infinito. Los procesos de conformación física de la ciudad ocurridos en el período hispánico subsistieron en la reelaboración del factor urbano de las colonias agrícolas santafesinas de la segunda mitad del siglo XIX, adecuándose los elementos originarios a la estrategia funcional de los nuevos parámetros socioeconómicos nacionales.
El aporte original de las colonias agrícolas demostró que el modelo organizativo y funcional del período hispánico, donde la ciudad era punto central de la posesión del territorio, reaparece en la organización de la colonia. Allí, el establecimiento de la población en las tierras de labor fue primero y la después la urbanidad.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y el Centro de Estudios Hispanoamericanos.