Pese a que en el país hay casi trescientas obras sociales, en extensas barriadas de la ciudad de Santa Fe, sólo un chico de cada diez tiene obra social, y esto lo hace más vulnerable. Este dato, que sin duda refleja lo injusto de nuestro sistema de salud, lo publica la revista SigMe, de la Facultad de Ciencias Médicas de Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, cuyo primer número salió el mes pasado.
Según datos oficiales publicados en 2020, del conjunto de todos los argentinos, el 36% no tenía entonces obra social. El resto de los argentinos queda repartido en tres grupos: los que tienen alguna de las 269 obras sociales de ámbito nacional; los que tienen alguna de las 24 que son de ámbito provincial; y los que tienen Pami.
Así de tan fragmentado y cambiante, el sistema resulta caro, poco eficaz, injusto. Además, con una cierta frecuencia, al parecer creciente, una obra social queda cortada, y de esta manera a los usuarios se los priva de un beneficio al cual tienen legítimo derecho. No tengo constancia de que se haya estudiado la magnitud del daño que provoca en la salud infanto-juvenil el hecho de que una obra social esté cortada, toda o en parte, sin que por ello esté cortado el sueldo de sus dirigentes. Pero esta urticante cuestión no se puede tratar aquí porque es compleja, y entonces mejor la dejamos.
Y si a veces los usuarios no están del todo conformes con la obra social, tampoco lo están los médicos y los otros profesionales que para ella trabajan, y entonces se abusa, de los usuarios y de la obra social. Esto también es complejo, y entonces mejor lo dejamos.
La situación general no es precisamente de alegría, pero aún así las escuelas están cerradas. Y pienso, ¿por qué no aprovechar las aulas para actividades de repaso o simplemente lúdicas, para entretener a los chicos y distraerlos de las pantallas? No serán pocos los que estarán mejor aquí que en casa.
O aprovechar para reunir a los adolescentes y pre-adolescentes y ofrecerles alternativas, darles la oportunidad de hablar y gritar, preguntar y quejarse, desahogarse, desfogarse, conocerse, mirarse, cantar, lo que sea. No serán pocos los que estarán mejor aquí que en la calle. Pero esta urticante cuestión tampoco se puede tratar aquí porque es compleja, y entonces mejor la dejamos.
El Ministerio de Sanidad se salvó a último momento, y por un pelo no quedó degradado a Secretaría, en cuyo caso el presupuesto hubiera sido menor, como si la salud de todos fuera un asunto menor. De haber quedado como Secretaría, hubiese tenido como responsable final a una joven periodista sin ninguna experiencia en gestión pública ni conocimiento alguno en salud, ni en sanidad, ni en educación. No sé si otros ministerios tuvieron tanta suerte como el de Sanidad, y ya veremos qué pasa.
Veamos mientras tanto qué pasó en Brasil. Entre 2000 y 2014, Brasil aumentó su inversión en salud en casi un 1,5% de su producto interior bruto, y puso las mejores manos y mucho consenso para gestionar la salud de todos. Como consecuencia, los índices de salud infantil dieron un vuelco notable. Por ejemplo, disminuyó la mortalidad infantil y el número de pacientes internados por causas evitables. La vacunación de los recién nacidos contra la tuberculosis pasó del 79 al 99%, lo que implicó la consecuente disminución de casos graves de tuberculosis infantil, incluyendo la meningitis tuberculosa.
La vacunación sistemática contra el tétanos, la difteria, el sarampión, la parálisis infantil, etc., pasó a superar el 95% de bebés bien vacunados, y se casi duplicó el número de medicamentos gratis, considerados esenciales. Aquí, en cambio, se pretende bajar el porcentaje de inversión en áreas que son decisivas para el desarrollo humano y, en consecuencia, del país.
Recordemos que la actual Constitución de Brasil, de 1988, reconoce el derecho universal a la salud y que por tanto la salud de todos es responsabilidad del Estado. Esto llevó a que en 1990 se proclamara la ley que garantiza el acceso universal a la salud y que, para garantizar este derecho, establece que el Estado debe tomar las oportunas medidas políticas, socio-económicas y educativas.
Entonces se les vino el agua. El Banco Mundial comenzó a criticar que la salud fuera un derecho constitucional, y forzó así que grandes áreas pasaran a manos privadas. Estas y otras políticas neoliberales fueron aplicadas sin escrúpulos durante la presidencia de Michel Temer (2016-2018), aunque mucho más durante la de Jair Bolsonaro (2019-2022). Los resultados no se hicieron esperar: en 2021, por ejemplo, los porcentajes de vacunación habían caído hasta niveles que no se habían visto en las dos décadas anteriores, la desnutrición infantil alcanzó a un chico de cada diez, la Covid fue considerada como una "gripezinha", etc. Y numeroso personal técnico del área de la sanidad, gente que sabía y que tenía experiencia, fueron reemplazados por personal militar.
No obstante, Bolsonaro fue aquí bien recibido por nuestro presidente, como si sobre sus hombros no pesara el haber condicionado la muerte de miles de compatriotas y el sufrimiento de millones. Error. Los países consiguen salir de la crisis aumentando el gasto estatal, en vez de disminuirlo. A la vista está. Pero como este tema, y el que ya nos inunda los tobillos, es cada vez más complicado, mejor lo dejamos.
Atentos y en guardia
Aunque hay una notable tendencia a dejarlos para más tarde, a los temas espinosos, es mucho mejor no dejarlos. Sino enfrentarlos. Así como los tiempos de sequía son los más idóneos para pensar en la inundación, el mes de enero es buen momento para hablar de las escuelas, y de las guardias y otros recursos de pediatría, y de los perfiles profesionales que podrían conformarlos. Entonces a todos nos conviene no poner excusa para dejar ciertos temas de lado.
Mientras la salud de Brasil se venía abajo por lo liberal del gobierno de Jair Bolsonaro, numerosas voces, muy cualificadas, con autoridad moral y profesional para opinar, se levantaron para alertar sobre el profundo retroceso que sufría el país en materia sanitaria. Las revistas médicas más prestigiosas del mundo se hicieron eco de estas alertas, y las publicaron una y otra vez, para que se sepa.
Como en Argentina puede pasar algo similar, al más alto nivel ya salió publicado un informe que alerta sobre el desolador panorama que se viene. "Los médicos argentinos dan la voz de alarma tras las elecciones de Milei. El nuevo presidente de Argentina ha hecho campaña con un programa de privatizaciones y de querer cobrar por los servicios sanitarios (...)". Así comenzaba el informe de la prestigiosa revista Lancet, el pasado 2 de diciembre. Tenemos que estar atentos, y denunciar ante los medios todo aquello que ponga en riesgo la salud y la educación de nuestra población infanto-juvenil.
Mejor no lo dejemos. Mejor ahora. Se trata de entender que sólo se sale entre todos, y que entre todos tenemos que barrer la vereda. Porque dudo mucho que vengan a barrernos la vereda. Todo lo contrario. Más bien pienso que si nos descuidamos, si les quitamos el ojo, si bajamos la guardia, si lo dejamos para más tarde, si aceptamos lo inaceptable, vendrán unos señores y se llevarán, aprovechando la volada, todo lo que tenemos de valioso. De hecho, ya hace tiempo que otros señores vienen llevándose adolescentes y pre-adolescentes para explotarlos en el negocio del tráfico y el consumo, con trágicas consecuencias. Tenemos que estar atentos, y en guardia.
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