Jueves 10.10.2024
/Última actualización 21:46
Octubre viene muy cargado. Nada es sencillo si se quiere hacer crónica local, nacional o internacional, no hay respiro ningún día. Este mes multiplica la necesidad de contar como se debe, con opinión. Ya la memoria, la conmemoración o el olvido es una opinión. Debe recordarse este punto.
Octubre es el cumpleaños de Juan Domingo Perón y el 17 de octubre de 1945, una manifestación popular, un ágora singular en Plaza de Mayo y el comienzo de algo que todavía, vaya paradoja, no se llamaba peronismo. Argentina cambió mucho desde entonces, pero esa línea fundamental, Justicia Social, aún se esgrime. Tal vez sea sencillo avisar: se esgrime porque está cada vez más lejana y es una inusitada razón que se la esgrima como bandera si no se la consigue.
Octubre es la doble muerte del Che Guevara. La que dijeron los militares bolivianos y la que verdaderamente denunciaron dos periodistas, solo dos, que pudieron decir la verdad y obligaron a la rectificación mundial de un parte de guerra: un yanki de una cadena y Walter Operto, argentino, santafesino, periodista, intelectual.
A ellos se debe la verdadera fecha de su asesinato, aunque se debe indicar que asesinaron a un asesino: el Che no era un santo ni mucho menos. Era un revolucionario que jugaba a matar o morir por una revolución. Perdió.
No podemos dejar fuera a la Virgen que en octubre pone en la Región Rosario una fecha santa. Rosario carece de elementos históricos aglutinantes, el que se consigue se usa y está bien. Es una sociedad joven, aluvional, aún en formación. Ya pocos van a esa estatua del Che en peregrinación y desde los telares de Taiwán informan que se venden menos remeras con su rostro. Y, cerrando la bruma del ayer que se aleja, se aleja y se aleja, ay, la casa donde se alojó su mamá en el parto y pos parto, realizado en Rosario, no es monumento ni nada. Rosario necesita a la Virgen del Rosario y está bien. Pero necesita más acontecimientos.
En este mes un acontecimiento que cambió una Era. El eje es el 12 de Octubre, Día de la Raza. El "Columbus Day" de yankilandia. En el mundo se sigue diciendo algo inatajable. La llegada de Cristóbal Colón tiene fecha exacta.
En Argentina se intenta (se intentó) el olvido o la deformación. Fabricamos una controversia para explicar algo que sucedió de un solo modo y no tiene marcha atrás. Reformular la historia reivindicando a los que fueron descubiertos, colonizados con la cruz y con la espada, humillados, esclavizados y finalmente integrados es un imposible hacia el pasado. Y rara manera de acomodarnos al presente que, sin dudas, lleva al tropezón.
Hoy es posible mirar que las fechas no pueden alterarse y que el imperio que vino a destrozar crueles imperios, como el incásico o el azteca, impuso sus leyes -también crueles- y redefinió, con la mezcla cultural, algo de cuanto somos, que termina de misturarse con las corrientes migratorias… y los barcos esclavistas. Estamos en formación, no somos una entidad definida, pero todo comenzó el 12 de octubre de 1492. Octubre, siempre este mes.
La alcaldesa de Madrid, intendente de la ciudad, el primer sábado de octubre obstruyó la Gran Vía para un Desfile de la Hispanidad. Así, durante tres horas las calles laterales obturadas y la imposibilidad de cruzar de un lado al otro mientras desfilaban las carrozas de cada país. Fuertes parlantes para el camión de los mariachis; fuertes tambores para los danzarines brasileños; lamentable llanto tanguero y zapateos de una chacarera misturada con flamenco para los nuestros. Horrible.
Durante tres horas policías de tránsito y policías de verdad decían "no se puede cruzar" y es en serio. No se podía. Como corresponde muchos quedamos del lado diferente al que correspondía, como una demostración que elegir un sábado para un festejo extraño, con bandas, desfile con carrozas está bueno pero desacomoda una arteria demasiado central. Insisto: en Madrid obturaron la Gran Vía un sábado de octubre. Estos policías dicen no y es no. No creo que un intendente argentino sobreviva a la crítica por tamaña conmoción de tránsito.
Octubre es decisión de "vaya-uno-a-saber-quien" el Día de la Madre y algo hay que comprar, porque se recuerda con el objetivo de la venta de regalos, no otra cosa. Esta determinación edípica no tiene réplica. Es uno de los primeros días comerciales que en Argentina se inventó y funciona. El tango la reivindica, yo también: "la vieja". Oscilante sobre el tercer domingo la madre de sustantivo como se indica (¡Edipo Corazón!) termina en una fecha bienvenida por el comercio y buena parte de los sucesos del mundo vienen por allí. Comercio, negocio, petróleo… finalmente poder.
Octubre es John Reed y "Los 10 días que conmovieron el mundo". Y aclaro, acaso sea oportuno destacar: es un relato, es periodismo. Lo cierto es que la Revolución de Octubre, la aparición de bolcheviques, mencheviques, José Stalin y León Trotsky en la Rusia zarista trae un cambio que aún se percibe, con sus derivaciones y sus traiciones; su absolutismo y sus influencias.
Fue en octubre. Cambiemos: es en octubre y se derrama en el mundo un modo, una forma que terminó de encontrar una posibilidad después de la guerra de 1914 a 1918 en Europa. Guerra que cambia imperios y, como se señala, destruye la corona rusa. En realidad, tal vez sea más exacto decir que reemplazó una corona que trasladaba el poder por genética a otra (la "soviética") que lo hará por medio de la rosca de un líder y sus secuaces.
No es posible olvidar esa "Revolución de Octubre" porque, como se corresponde con los acontecimientos que se hunden profundamente en la historia cambiaron todo y lograron integrarse como partes de un nuevo total diferente.
El mundo no fue igual y no importa que se diga, el almanaque fija fechas que no se mueven. Escribamos sobre sus consecuencias, aquí se señala que buena parte de sus bondades y desastres ya son un todo en el mundo occidental y una deformación inesperada e inatajable en China (¿Remember Mao?)
Parado en Madrid, España, donde la televisión no tiene en horarios centrales a Luis Majul, Eduardo Feinman, Jonatan Viale, Diego Sehinkman, ni a Infobae como la plataforma abierta más leída, es otra cosa lo que aparece sobre un acontecimiento de octubre. Israel sostiene que en octubre se ubica, se recuerda un año del atentado terrorista que mató jóvenes durante una fiesta en Israel. El atentado fue real y mató gente.
Un hecho horrible. Impiadoso. Un acto terrorista con asesinatos. A partir de allí una escalada en que una víctima que recibió ese ataque ataca en cuatro frentes, y todos los otros muertos (varios, varios miles) en países cercanos no son víctimas sino consecuencias no deseadas, daños colaterales.
No es sencillo perdonar a Benjamin Netanyahu, como es a todas luces imposible cerrar la fecha en octubre de 2023. Hay una serie tremenda -por lo fatal- de muertes, asesinatos, violaciones, ocupaciones y destrucciones en lo que aquí llaman el Oriente Cercano y para nosotros es el Lejano Oriente. En fin, octubre no perdona y suma fechas.
Esta que Israel pone en el almanaque mundial cerrando todo -esa es su intención- y poniendo un cerrojo al pasado no sirve, porque es esa misma historia la que indica que, si se quisiese, podría comenzar en 1948 (con la Guerra de la Independencia, tras la declaración del Estado israelí), o en 1950 (con la Ley del Retorno).
Daría igual. La confrontación existe. Lo que se advierte es que aún en Radio y Televisión Española (RTVE) hay dos opiniones, y no le perdonan a Netanyahu los muertos y más muertos, ni las ciudades destruidas. Hablan de dos millones de personas que no pueden volver a su lugar porque ese lugar ya no existe. Nadie se define por los terroristas, ni por el ayatolá que se quiera, o por los innominados asesinos de Hamás o Hezbolá,… pero nadie deja fuera a Netanyahu y su determinación guerrera "exitosa", que fabrica muerte y destrucción (y que es "exitosa", digo, porque eso busca).
Parado en la lejanía de aquel, mi lugar, y este, en el que observo como turista, elijo una explicación que sirve para dormir. No hay guerra buena ni asesinatos justificados. Los periodistas españoles no tienen el ímpetu pro israelí que advierto en mi país. Tampoco España recuerda al Che, o a Lenin y Trotsky, mucho menos a Perón. No dejo de pensar en mi vieja que me enseñó a leer con furia y a discutir con una advertencia: "Cuidado hijo, que el otro también puede tener razón". Octubre lleva al límite el consejo.