A casi tres años del primer caso de Covid-19 reportado en China, la pandemia de coronavirus dejó de ocupar el primer plano en todos los ámbitos de la vida. Poco a poco fuimos retomando la cotidianidad, nuestras rutinas habituales. Podemos decir que hemos aprendido a convivir con una enfermedad hoy considerada endémica, aunque definitivamente la nueva “normalidad’’ no es la misma que hace tres años. Muchas cosas han cambiado para siempre.
A medida que comenzamos a mirar la pandemia desde el espejo retrovisor, vemos que se abren nuevos espacios de estudio y reflexión para comprender qué se ha vuelto anacrónico y qué esencial en este escenario pos-Covid. La academia es uno de los ámbitos que, por su propia naturaleza, rápidamente se ubicó a la vanguardia de la búsqueda por descifrar las claves del mundo por venir. En el caso de las universidades de élite como Harvard y Oxford, además de tener influencia para fijar temas de agenda, se gestan allí muchos de los lineamientos que regirán el diseño de políticas públicas a escala global.
Entre el 26 y el 30 de septiembre tuve la oportunidad de viajar a Boston para participar del seminario “Gestión de Salud en el Siglo XXI”, organizado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Destaco, antes que nada, la productiva experiencia de aprendizaje, con una agenda completa de expositores de alto nivel, especialistas en su campo, con esmerada calidad en sus contenidos y generosidad para compartir el conocimiento. Estos son algunos conceptos, ideas, experiencias que tomo sobre lo presentado en Harvard.
La calidad fue un tema transversal al seminario, abordado con mayor o menor énfasis en varias clases. Al exponer sobre los “Hospitales del futuro y pagos basados en valor”, Ellen Zane explicó que la relación entre calidad y costo crea una tercera variable, el valor, que se ha convertido en la métrica clave del cuidado de la salud en la actualidad. Según su perspectiva resulta imperioso construir una cultura de la calidad en las organizaciones, aceitando los procesos que permiten identificar las necesidades del paciente, analizar datos e involucrar al personal para resolver cada tarea. Aquí la medición es una función de misión crítica.
Por su parte, Pedro Delgado enfocó la calidad como elemento fundamental para mejorar los resultados de la gestión, a través de un modelo de mejora colaborativo que involucra el diálogo con aquellos más cercanos a la tarea, incluyendo a los pacientes y a los miembros de los equipos, además del codiseño, el aprendizaje colaborativo, la medición y la iteración permanentes.
Un hombre lleva a su hijo en plena pandemia con una máscara protectora. Crédito: Reuters.
¿Cómo podemos mejorar el valor de la contribución que el sector salud hace a nuestra gente y nuestras sociedades? Esta es, según Delgado, la nueva pregunta que nos interpela como líderes en el ámbito de la salud.
Educación y salud son dos sistemas indivisibles. Ese es el punto de partida de Francisco Gutiérrez al plantear cómo tiene que cambiar la formación de los profesionales de la salud de cara al futuro. Los modelos educativos deben avanzar con la integración de los diferentes campos de conocimiento, creando unidades curriculares en las que la salud y su cuidado adquieran mayor relevancia y se integren con los fundamentos biológicos.
Según el enfoque de los determinantes de la salud, son múltiples los factores que se combinan para determinarla, abarcando el cuidado, los factores ambientales y sociales, los factores genéticos y los estilos de vida. El cuidado del paciente se entiende hoy desde la perspectiva de la integración entre las profesiones de la salud, la familia, las redes sociales y el autocuidado. Es por ello que, entre las competencias que requiere el profesional de salud actual, se destacan la mentalidad de prevención, el foco en las enfermedades crónicas y el envejecimiento, las habilidades para el trabajo interprofesional y el uso de tecnologías digitales.
En su clase sobre “Innovación en Gestión de Salud y Atención Centrada en el Paciente”, Richard Siegrist explicó cómo funcionan las visitas médicas compartidas. Con esta modalidad de consulta, que dura 90 minutos, un equipo de cuatro profesionales de la salud atiende en forma simultánea a un grupo de entre ocho y catorce pacientes. Este modelo ha demostrado excelentes resultados y aceptación tanto por parte de médicos como de pacientes, especialmente para el seguimiento de enfermedades crónicas, manejo del dolor, consultas prenatales y los tratamientos para el asma y la obesidad pediátrica.
Otra excelente exposición fue la del físico John Quackenbush sobre “Inteligencia Artificial aplicada a medicina de previsión”. Sabemos que la inteligencia artificial tiene un futuro prometedor en salud, medicina y la investigación biomédica. Cabe destacar que ya existen muchas aplicaciones, como la histológica y los análisis radiológicos para la detección de tumores, donde la inteligencia artificial está haciendo enormes contribuciones.
También hay oportunidades reales para aprovechar datos multimodales, incluidos datos clínicos y genómicos, para hacer avanzar la medicina y mejorar la atención. No debemos olvidar que la inteligencia artificial es una herramienta, el verdadero desafío científico es hacerse la pregunta correcta y decidir si la IA es la herramienta adecuada para responderla, sin omitir, por supuesto, los criterios éticos básicos sobre el bien de la ciencia. Para ello es necesario el acceso a códigos, datos y modelos que eviten sesgos y garanticen la transparencia de los resultados de la IA.
Por mi parte, pude compartir satisfactoriamente nuestra experiencia con la Estación Diagnóstica Hola Doctor!; la solución que hoy tenemos en la Argentina al servicio de los beneficiarios de la obra social OSPAT fue muy valorada.
La vacuna, una pieza clave para salir. Crédito: Reuters.
Por su parte, David Bloom expuso convincentes argumentos sobre los imperativos para trabajar sobre la prevención de enfermedades no transmisibles y estimar su costo macroeconómico, especialmente en América del Sur. El coronavirus nos ha recordado el riesgo epidémico que conllevan las enfermedades contagiosas, pero esto no debe hacernos olvidar que las enfermedades no transmisibles son un problema permanente, evitable, costoso y con una tendencia creciente en todo el mundo.
Más allá de las clases y talleres del seminario de Harvard, ha sido un fructífero encuentro con referentes de la salud del mundo, especialmente de nuestro extenso continente americano, con quienes también tuvimos oportunidad de conversar sobre los valiosos aprendizajes logrados en la Argentina. Con ellos, las charlas y el intercambio hicieron posible una ampliación de la visión que ahora puede ir mucho más allá de lo que es la labor habitual en salud que concretamos diariamente.
Me llevo gran recuerdo de la comunidad de la Harvard School of Public Health, renovando el compromiso de seguir trabajando por la salud de los argentinos. Que nos desvela, pero a la que le dedicamos con vocación las mejores horas de nuestra vida.
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