Nos escribe Gabriela (52 años, Lanús): "Buenas tardes Luciano, te escribo porque tuvimos una situación con uno de mis hijos. Ocurre que descubrimos que robó plata de la billetera del padre y para nosotros eso tocó un límite. Nunca había pasado algo así. Sí es un hijo que, desde que empezó con su adolescencia, viene un poco rebelde y con poco compromiso con la escuela y sus actividades. Pero esto ya nos toca en otro lugar. Incluso no sabemos si deberíamos hacer una consulta profesional, pero dudamos que quiera ir. Cuando lo descubrimos, le preguntamos por qué hizo eso y nos dijo que es porque quería comprarse unas golosinas, pero no quería usar su propio dinero, porque lo está ahorrando para un teléfono. Sin embargo, este no es el modo. Realmente estamos desconcertados, en lo que puedas ayudarnos, te lo agradecemos".
Querida Gabriela, muchas gracias por tu correo. En la línea de las últimas columnas, en las que venimos conversando sobre adolescencia, llegamos a un tema fundamental: el robo adolescente. En efecto, lo primero que diré es que esta es una conducta típica y, por lo tanto, no nos vamos a poner en la vía de la criminalización y el castigo. Primero hay algo que tenemos que entender, antes de actuar a partir del dolor que esta triste acción representa.
Quisiera ser más claro: estoy diciendo que el robo es un modo de expresión común en los adolescentes; hasta hace un tiempo, así es como muchos jóvenes empezaban a participar del mundo adulto, es decir, tomando sin permiso algo que les pertenece. Así una adolescente puede sacarle a su madre (o a una hermana mayor) la ropa con la que irse a un fiesta; o cuando se trata de esa penosa iniciación que es la adquisición de vicios (porque lamentablemente en nuestra sociedad los adolescentes todavía creen que para crecer tienen que adquirir lo peor de los adultos), por ejemplo, en el fumar o tomar alcohol. Insisto en que aquí no se trata de juzgar anticipadamente, sino de entender con pausa.
Dicho de otro modo, así como en su momento cuando hablamos de la mentira infantil, dijimos que los niños mienten pero no necesariamente con voluntad de engaño, ahora podemos decir que muchas veces los adolescentes roban, pero no se trata de que quieran dañar o quedarse con algo de otro. Es que quieren adquirir algo y no están sabiendo cómo hacerlo de una mejor manera. Subrayo esto para no irnos para el lado de considerar indiscriminadamente a los adolescentes como potenciales delincuentes. Ya hay demasiado prejuicio sobre el tema.
En este punto, me interesa que me cuenten qué dijo él cuando le preguntaron por qué hizo lo que hizo: no quería usar su propio dinero. Y antes ustedes habían dicho que, desde el inicio de su adolescencia, él viene con poco compromiso. Interpreto esto último como una continuación de su actitud infantil a pesar de haber pasado por la pubertad; es decir, sospecho que el proceso adolescente no está del todo instalado, porque todavía –aunque esté un poco rebelde– no puede interpretarse a sí mismo como protagonista de sus actos. Creo que aquí tenemos una buena punta para avanzar.
Me explicaré mejor. Antes que enojarse, les recomiendo que pensemos lo siguiente: quizá esta sea la última de una serie de actitudes con las que su hijo está tratando de desprenderse de un resabio de su vida de niño. Fíjense la alternancia que hay entre las golosinas y el teléfono, es como si tuviera que hacer un pasaje de un mundo a otro. El tema es que tiene que aprender a usar sus propios recursos y eso es lo que estaría bueno que podamos apuntalar. Me imagino que podrían decirle algo así: no solo es importante que haya robado, sino también que no haya querido usar su dinero, porque ahí está el costo de las acciones que, cuando uno crece, tiene que empezar a asumir.
Aquí pienso en dos expresiones que aparecen en su carta: Lo que "tocó un límite" y lo que los "toca en otro lugar", pienso que ambas son un modo indirecto de hablar de esto que decimos, como si ustedes se dieran cuenta tácitamente del camino que hay que recorrer, por eso me animo a escribirles esta respuesta. El tema es ajustar la interpretación para no irnos para el lado de suponer una extrema gravedad y seguir pensando en términos de una respuesta que facilite el crecimiento.
Para concluir, una última observación, sobre la cuestión de que no quiera ir a un tratamiento. Esto es más que comprensible, por diferentes motivos, pero sobre todo en este tiempo es cada vez más común la derivación compulsiva de adolescentes a terapia, lo que repercute en que, en el espacio escolar, se suela considerar que quien asiste es porque está un poco "loco" y, por cierto, ningún adolescente sano quiere que se lo vea como un loco. En fin, este es un tema sobre el que mejor volveré en otra ocasión, ya que tiene múltiples consecuencias. Un abrazo grande y hasta la próxima.
(*) Para comunicarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com