Nos escribe Francisca (39 años, Saladillo): "Luciano, te escribo por mi hijo de 7 años. Hace un tiempo se hizo caca encima un par de veces y no sé cuán importante es la cuestión. Porque ahora la cosa volvió a la normalidad, pero no quisiera sentir que estoy dejando pasar algo. Si me preguntás si hubo alguna situación de stress que pudo haber causado este síntoma, no lo sé. Me da vergüenza contártelo, porque además soy profesional de la salud y creo que estas cosas no deberían escapárseme. Me atrevo a escribirte porque me dan confianza tus respuestas, aunque sé que no podés decirme algo muy puntual. En todo caso, te agradezco que me ayudes a pensar".
Querida Francisca, muchas gracias por tu correo y por la confianza. En principio, destaco algo que vos misma exponés: como profesional de la salud te sentís en desventaja para consultar, porque es como si hubiese un imperativo personal de que uno tiene que saber... porque supuestamente sabe; pero lo primero que diría es que nadie puede ser profesional con sus hijos. Y los casos en que alguien quiere ser quien trate a sus hijos, las cosas no suelen salir bien. Este es un modo amistoso de interpretar el refrán popular "En casa de herrero, cuchillo de palo".
Ahora bien, cuando leía tu mensaje me llamó la atención que, en relación a esto último, dijiste "no deberían escapárseme". Y cuando te leí, inmediatamente se me vino a la cabeza lo que dicen muchos chicos cuando se hacen caca encima: "Se me escapó". Tal vez este sea un modo de empezar a pensar que los síntomas de los hijos también muchas veces hablan de nosotros; pero como no es mucha la información que tenemos para este caso, voy a tratar de dar una respuesta más general. En primer lugar, me parece importante que estamos hablando de un niño que ya había logrado el control de esfínteres y, en todo caso, lo que observamos en esta situación es una interrupción transitoria.
Cuando me refiero a "control de esfínteres", tal como lo hicimos otras veces en esta columna, hablo de un conjunto de vivencias psíquicas en las que se pone en juego la capacidad de aceptación de una renuncia. Dicho de otro modo, no se trata de un mero control fisiológico, sino de la adquisición de una capacidad. Y esta última no se adquiere de un día para el otro, sino que a veces toma tiempo y, para el caso, puede ocurrir que también tenga interrupciones transitorias. La contracara es la presencia eventual de constipaciones, que también pueden ocurrir de vez en cuando, como un modo de retener algo que se teme perder. Por ejemplo, un niño que está pasando por una situación crítica puede ser que se constipe porque de este modo recupera una consistencia corporal con la que siente algún tipo de integridad. Ahí puede ser que se haga porque aguanta hasta que no aguanta más. Y puede ser que se haga caca completamente o que directamente en diferentes situaciones manche la ropa interior.
Con esto último lo que trato de situar es la enorme cantidad de circunstancias que puede haber para que ocurra un efecto de este tenor, sin que tengamos que hablar todavía de una encopresis patológica. Algo parecido ocurre con la enuresis, que hoy se prolonga en casos de niños que cumplen años y todavía se hacen pis en la cama de noche. De día controlan perfectamente, pero mojan la cama todas las noches o con alguna regularidad. Es algo sumamente impotentizante para los padres este hecho, que las más de las veces desaparece en la pre-pubertad sin que ningún tratamiento haya sido del todo la causa de su resolución.
En este punto, entonces, cabe hacer la distinción entre lo que es una dificultad para atravesar el complejo de control de esfínteres y otras situaciones, más comunes, en las que este sufre una regresión o bien pareciera haber una corriente (como ocurre con la enuresis nocturna) que permanece al margen del complejo. En el caso del pis esto es claro porque no produce tanto rechazo como la caca y porque además también puede estar determinado por motivos múltiples, desde que el órgano genital tiene una función sexual adherida que lo hace proclive a la excitación, hasta que puede ser que el pis en las sábanas produzca una sensación envolvente de calor.
Desde ya que no quiero negar que pueda haber circunstancias traumáticas que hagan que un niño se haga pis encima, pero diría que, en general, esto ocurre de un modo más difuso –en diferentes momentos del día– y no queda localizado en la noche. Justamente, querida Francisca, creo que mi intención es poder pensar esta situación por fuera de la lógica actual de ir a buscar una causa traumática para todo. Quiero ser claro, el mejor diagnóstico es el que permite una acción y no alimenta los miedos. En el caso de tu hijo, creería que si se trata de algo que ya volvió a lo que vos llamás "normalidad", hasta que no vuelva a ocurrir no pensaría que sea necesario estar más que atenta. Porque incluso quizá no vuelve a ocurrir.
Quiero volver a lo que te decía al comienzo: me parece importante que digas que te da vergüenza que algo se te haya escapado, quizá sea el modo en que esto que le ocurrió a tu hijo replica un aspecto del vínculo entre ustedes. La vergüenza es uno de los constructos psíquicos que, no casualmente, aparecen en torno al control de esfínteres.
Sin más, querida Francisca, me despido con un fuerte abrazo y espero que estas reflexiones acompañen tu pensamiento.
(*) Para comunicarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com