Por Juan Cruz Giménez y Juan Walpen
Por Juan Cruz Giménez y Juan Walpen
Este año que transitamos se conmemora el primer centenario de la inauguración y apertura al público del Museo de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez. Si bien 1922 puede analizarse como un punto de partida, en estas líneas proponemos hacer una lectura de contexto alrededor de un denso proceso de institucionalización -propio de una ciudad moderna, con sus consumos culturales y de masas- cuyos orígenes se vinculan con la renovación de una cultura política: los radicalismos.
Los archivos confirman que las administraciones radicales, desde 1912 hasta el golpe de 1930, confluyen en un programa sostenido de materializaciones e institucionalizaciones de edificios y espacios públicos en la ciudad capital como respuesta a nuevas demandas, consumos y gustos. Desde los sucesivos gobiernos de Manuel Menchaca (en 1912), Rodolfo Lehmann (1916), Enrique Mosca (1920), Ricardo Aldao (1924) y Pedro Gómez Cello (1928-1930), los diversos radicalismos promocionaron agencias estatales, trayectorias intelectuales y burocracias especializadas que merecen analizarse en su contexto.
Una extendida red de sociabilidades, actores políticos, prensa escrita, clubes y comisiones fueron consolidando en la ciudad de Santa Fe una matriz institucional moderna que dialoga por la ampliación del sufragio, la lucha contra el analfabetismo y la integración de los diversos colectivos y representaciones de inmigrantes. Así, si bien no es posible pasar por alto el lugar que el primer centenario del 25 de Mayo ha obtenido en la historiografía nacional y regional como transición de proyectos societales entre la etapa conservadora y su espejo opuesto -una ciudad moderna-, una aproximación a instituciones como museos, escuelas y bibliotecas domina la coyuntura.
Además del fortalecimiento del sistema educativo, y en particular el rol promotor de instituciones anexas -desde la Escuela Sarmiento sede del Consejo General de Educación-, la cristalización de espacios públicos formativos, como la Biblioteca del Maestro o Pedagógica Domingo Sarmiento (1915), o el Museo Escolar Florentino Ameghino (1914), confirma dichas concreciones.
En este breve recorrido, la definición precisa de las "bellas artes" como espacio de modernidad en la trama urbana adquiere relevancia. Desde 1912 se había conformado el Círculo de Bellas Artes en Santa Fe definido por el "buen gusto artístico que viene teniendo cada día cultores más numerosos". El Círculo dirigido por mujeres reconocidas (con la presidencia de Elvira Huergo y Encarnación Astudillo) tiene como finalidad la difusión y fomento del arte en general, la organización de veladas, la concesión de becas y proveer de útiles a los estudiantes que no cuenten con medios necesarios (El Litoral, 15 de septiembre de 1912). Ya desde 1919, El Círculo promueve el Primer Salón de las Artes en la ciudad, sin embargo, la figura del radical Martín Rodríguez Galisteo debe ser analizada aquí.
Integrante de una familia notabiliar de reconocida trayectoria, Martín es uno de los hijos de José Rodríguez (coronel y militar en el período de independencia) y de Rosa Galisteo. Martín Rodríguez Galisteo interpreta que existe una vacancia en la ciudad capital. En consecuencia, comprende que es oportuno pensar y dotar al entramado estatal un museo de Bellas Artes.
A partir de 1918 comienza a construir el edificio del museo, que cuatro años más tarde cedería al gobernador Mosca. "Tengo el honor de poner en conocimiento de V. E. que he hecho construir en la calle 4 de Enero, con frente a la Plaza Pringles, un edificio destinado a Museo y Biblioteca con el propósito de donarlo a la Provincia" menciona el Dr. Rodríguez en una carta enviada al mencionado gobernador. Este, consciente del impacto político de esta acción, agradece la donación apelando a la importancia del nuevo museo "en la obra constructiva de todo Gobierno amante del progreso de las instituciones culturales".
En los requisitos de esta donación, solicita que el museo lleve el nombre de su madre, Rosa Galisteo de Rodríguez, y que solo sea destinado al fin por el cual él lo creó. A su vez, deja sentado su deseo de que el Ejecutivo de la provincia de Santa Fe estipule un monto fijo anual de dinero para la adquisición de obras de artistas argentinos nativos y postula al primer director para tal empresa en la figura de Horacio Caillet-Bois. Recordemos que ambos, Martín y Horacio habían integrado el equipo de intervención federal a la provincia de Santiago del Estero entre 1919 y 1920.