Miércoles 2.10.2024
/Última actualización 21:50
Queridos Amigos. ¿Cómo están? Hoy, la Palabra de Dios nos plantea una cuestión clave: ¿Quiénes son los que verdaderamente pertenecen a Cristo? ¿Qué es lo que decide que uno pertenezca o no pertenezca a Cristo? ¿Cuáles son los indicadores, son las oraciones, el cumplimiento de los preceptos, de los ritos, la participación en los sacramentos?
Alguien, una vez, me dijo: Padre yo soy muy buen cristiano, todos los fines de semana voy a misa, estoy sentado en el primer banco, usted me ve. ¿Cómo Dios no va a estar contento conmigo? Sorprendido, le contesté: Amigo, el cristianismo es mucho más que eso. Una cosa es calentar el banco una hora por semana y otra bien distinta es vivir como cristiano todos los días de la semana, jugarse por el evangelio siendo presencia viva y significativa de Cristo.
El evangelio de hoy no deja dudas al respecto. San Marco nos dice: "En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros. Jesús respondió: No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro…". Y esta afirmación es fundamental.
No por casualidad, el gran teólogo alemán Karl Rahner hace tiempo hablaba de los "cristianos anónimos". Nos decía: "Hay muchos que se llaman cristianos, pero por su modo de ser no lo son, otros que no lo conocen pero por su modo de ser y actuar pertenecen al rebaño de Jesús". Los que pertenecen a Cristo no son los que dicen: "Señor, Señor", sino los que piensan como pensaba Jesús, sienten como sentía Jesús y actúan como actuaba Jesús.
Para que se comprenda más y mejor el tema, permítanme hacer algunas preguntas concretas al respecto:
* Los que reclaman la Ley del Aborto (entre ellos cristianos)… ¿Piensan en las personas? ¿Pertenecen a Cristo?
* Los que proponen ideología de género, eliminando términos como varón y mujer por otras identidades de género… ¿Piensan en el bien de los niños, adolescentes y jóvenes? ¿De verdad?
No solo eso. Demos un paso más. Los verdaderos cristianos no pueden quedarse callados, de brazos cruzados, sin cuestionar las cosas dudosas y falsas que se nos imponen. Los discípulos de Cristo no pueden quedarse indiferentes ante los hechos que niegan la sana doctrina cristiana, no pueden mirar al costado o a otro lado, sin comprometerse con la dura realidad de muchos hermanos nuestros.
Desde hace trece años estoy trabajando en el Colegio San de Esperanza. Allí, junto a la Comunidad Educativa procuramos que nuestros alumnos puedan expresarse libremente para que puedan defender lo que piensan, sienten y creen. Consecuentes con nuestros ideales, hace tres años fuimos a la Plaza San Martín con los alumnos del tercer año del nivel secundario y ahí, según lo planificado, plantamos un árbol y colocamos una placa conmemorativa, en donde nos comprometíamos con la defensa de la vida humana nacida y por nacer, cumpliendo -de esta forma- con nuestro ideario.
Basándonos en la antropología teológica cristiana, quisimos decir en voz alta, públicamente a toda la sociedad esperancina que solo Jesús es el único Señor, que Él es la fuente ontológica de nuestra existencia y que la vida de cada uno de nosotros es inviolable, preciosa y sagrada. Ante la intendenta municipal Ana Meiners y otras autoridades de nuestra ciudad nos comprometimos a defender la vida, a promover la ciudadanía con una actitud de servicio en la sociedad, a salir de la pasividad ciudadana y sumarnos a proyectos colectivos responsables.
Salimos con los jóvenes porque queremos que nuestros alumnos no sean solo buenos estudiantes, sino también personas comprometidas con la sociedad, agentes de cambio y transformación, que sepan anunciar y defender los valores evangélicos en público. Lo hicimos, porque sabemos que hoy no alcanza solo con hablar de los valores en la escuela. Hay que testimoniarlos y vivirlos en público, como dice el adagio latino: "Verba docent, exampla trajunt". Es decir: las palabras enseñan, pero los ejemplos atraen, entusiasman. Pensemos unos instantes, queridos amigos, en lo que somos y lo que hacemos. ¿A qué se parece nuestra pertenencia a Cristo?