I
I
Hace rato que no hablo del papa Francisco. La última vez que lo hice, ponderé declaraciones suyas acerca de la lucha contra la pobreza y sus esfuerzos a favor de la paz y el ecumenismo. Lo recuerdo, porque por lo general he sido crítico no a su magisterio en general sino a sus sobreactuaciones en particular. Y sobre todo, las sobreactuaciones con el kirchnerismo y con el peronismo. Y destaco la palabra "sobreactuaciones", porque una cosa es dialogar con todos los "hijos de Dios" sin preguntarle su identidad política o ideológica y otra muy diferente es transformar al Vaticano y a Santa Marta en una juguetería o en un salón de fiestas para agasajar a las visitas peronistas y acto seguido transformarla en una sala funeraria cuando lo visitas osan no adherir al catecismo nacional y popular o al dogma de que el pueblo de Dios y el pueblo peronista son la misma cosa . Al funcionario de una institución de más de dos mil años de existencia, al funcionario heredero de las tradiciones renacentistas no es necesario recordarle la importancia de los gestos, el valor de una sonrisa y la sanción de un gesto huraño. No sé muy bien que piensa el mundo de este Papa, pero sospecho que el juicio en general es favorable. Sin embargo, fiel a nuestro destino de argentinos, el juicio local está por lo menos dividido y me temo que demasiado dividido . "Yo quiero un papa cristiano y católico no un Papa peronista". La frase no la escribí yo que no soy creyente, sino un católico muy amigo mío, un católico practicante furioso con las sobreactuaciones populistas de quien, vaya uno saber por que inescrutables motivos, decidió ser el "compañero papa" y transformar a Santa Marta en algo así como una privilegiada unidad básica o, como para rendir honor a los mitos populistas, una versión italiana de Puerta de Hierro, adonde se peregrinaría no para recibir la bendición del representante de Dios en la tierra, sino la bendición del representante del populismo en la Argentina.
II
En estos días adquirió estado público algunas declaraciones del Papa reprochándole a los fieles preferir adquirir mascotas a traer hijos al mundo, algo así como acusarlos de insensibles y frívolos, cuando no desalmados. Pregunto: ¿Su Santidad no tiene de otra cosa para ocuparse que predicar acerca de decisiones que corresponden al campo exclusivo de las libertades individuales? ¿ O acaso la decisión de tener o no hijos es una cuestión de estado o de parroquia? La declaración me pareció anacrónica, improcedente, pero sobre todo injusta con las millones de hombres y mujeres que todos los días deben lidiar con dilemas familiares, dilemas que el Papa no conoce o solo conoce de oídas. Alguna vez, conversando con amigos creyentes, les decía que yo no tengo ningún problema con la iglesia católica y con su prédica. Reconozco, y lo he dicho y lo he escrito, los aportes humanistas que la iglesia ha hecho en la historia, el testimonio de cristianos a la causa de la humanidad, testimonios heroicos, testimonios sabios, testimonios bellos, pero me fastidia enormemente su inveterada inclinación a meterse en los dormitorios de sus fieles para discriminar lo que deben hacer o lo que deben dejar de hacer. Pues bien, ahora somos testigos de una nueva excursión en los dormitorios bajo la consigna: "Creced y multiplicaos".
III
Injusto. Esa es la palabra que se me ocurrió en primer lugar al escuchar sus declaraciones. Injusto con las madres y los padres a quienes les imputa que les da lo mismo criar un perro que tener un hijo. ¿Cómo se atreve a hacer semejante imputación? Nadie, y lo digo con seguridad, ignora la diferencia entre un hijo y un perro. Mi hija, sin ir más lejos, tiene tres niños y espera un cuarto. Todos bautizados, y si bien a mí no me consultaron para hacerlo, lo mismo estuve de acuerdo porque entiendo que el bautismo además de un acto sagrado puede ser pensado como una tradición. Pues bien; mi hija suma a la casa, para alegría de ella de mis nietos, dos perros y un gato. Y se me ocurre que millones de familias hacen algo parecido porque a nadie se le puede ocurrir que la opción de vida es hijo o perro; o hijo o gato. Me dirán que el papa se refiere a otras situaciones. Es muy probable. Es muy probable que aluda a parejas que decidan no tener hijos. Y si así fuera: ¿qué tiene de malo? ¿Cómo puedo yo inmiscuirme en la decisión de una pareja que en este mundo asediado por la pandemia y las crisis económicas considera que por el momento no es prudente tener hijos? ¿Y que puedo decir si otra pareja decide por razones que a solo a ellos les compete, no tener hijo. ¿Los condeno a arder en el infierno hasta el fin de los tiempos? Si las cifras que dispongo son verdaderas, uno de los problemas de la humanidad es la superpoblación. Sin ir más lejos, en su momento los camaradas chinos establecieron sanciones a las parejas que decidían traer hijos al mundo en un país con más de 1500 millones de habitantes. Allá los déspotas chinos con sus decretos, pero admitamos que las condenas de uno no justifican las recriminaciones de otros. En todo caso, lo que una vez más verifico es que cuando se debaten algunos problemas decisivos en la vida cotidiana de la sociedad, lo que siempre se pone en juego son los alcances o las fronteras de la libertad. "Miedo a la libertad", escribió un gran pensador judío que alguna vez estuvo en la escuela de Frankfurt.
IV
Y una ultima observación a Su Santidad, dicha con todo respeto aunque incluya un toque de ironía. Santidad, usted no siempre fue Papa, no siempre fue sacerdote; es decir no nació Papa, no nació cura; usted decidió en algún momento de su vida ser sacerdote, es decir, eligió con respecto al tema que nos ocupa no casarse, ejercer los votos de castidad y por lo tanto no tener hijos. Fue una elección de vida, una respetable elección de vida. Nadie lo obligó a hacerlo; lo hizo en el ejercicio de su plena libertad. ¿Qué hubiera dicho, por ejemplo, el joven seminarista que alguna vez fue, si una severa autoridad religiosa le hubiera recriminado su renuncia a traer hijos al mundo? ¿Qué diría -para no irnos tan lejos- si algún humilde pecador luego de escuchar sus filípicas le sugiere que también en estos temas es necesario predicar con el ejemplo? Y si el ejemplo es imposible realizar, como efectivamente lo es, recordar una vez más el sabio proverbio que nos recuerda que en boca cerrada no entran moscas.