Martes 9.1.2024
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Ha comenzado la paritaria docente. Como punto sobresaliente resuena la preocupación por el alto índice de ausentismo que trae aparejado un alto número de reemplazos. Ensayemos interrogantes: ¿Por qué se enferman los docentes? ¿Hay fechas específicas del año en las que las licencias se incrementan? ¿Los veteranos se enferman tanto o más que los novatos? ¿Las mujeres se enferman más que los hombres? ¿Las maestras del primario más que los profes del secundario? ¿En qué condiciones trabajan los docentes? ¿Qué medidas preventivas se toman? ¿Qué controles pueden colaborar para cuidar y no castigar a estos responsables de un espacio vital para nuestra sociedad?
Comienzo con un ejemplo que recupera el profesor y psicólogo Alejo Merker. Cuando un avión está en peligro, el protocolo de emergencia dice que todos tienen que colocarse sus mascarillas para poder respirar en las alturas. Los adultos que viajan con menores, deben colocarse la máscara en primer lugar y los niños quedan para después. Pregunta Merker: "¿Se nos está pidiendo que seamos egoístas y no cuidemos a quienes más amamos? Según nos informan, de acuerdo a la altitud a la que estemos volando, contamos con algunos minutos para colocarnos la máscara y evitar la hipoxia. Por ese motivo, resulta fundamental garantizar que estaremos en pleno uso de nuestro cuerpo y mente para cuidar a quiénes más queremos. De no llevar a cabo el proceso de esta manera, corremos el riesgo de no estar en condiciones de asistir y proteger. Al parecer, es imprescindible poder cuidarse a sí mismo para poder seguir cuidando a quienes son valiosos para nosotros".
Según Merker, esto se asemeja a lo que pasa en el aula: "Como en pleno vuelo, muchas veces nos sentimos llamados a realizar movimientos que, aún bienintencionados, desconocen la importancia de velar por el propio bienestar. Cuidarse a sí mismo nunca debiera ser contrario a cuidar a otros; sólo cuando hayamos validado nuestras emociones y honrado nuestras necesidades, estaremos en condiciones de ponernos a disposición de otros para ejercer la más maravillosa de las profesiones: la docencia".
Los docentes se enferman porque están sobrecargados. Como David, enfrentan a Goliat con pocos y anticuados recursos. No son mártires, ni segundas mamás, ni héroes omnipotentes. En un mundo donde reina la inteligencia artificial, hacen lo que pueden -muchas veces- con un pizarrón y tizas. En una sociedad con un alto índice de pobres e indigentes, tienen que alfabetizar a pibes que tienen la barriga vacía, andan descalzos, no poseen elementos básicos como lápiz y cuaderno y carecen del adecuado acompañamiento familiar. Varios de estos educadores hacen doble turno, comen apurados, viajan de un punto de la ciudad al otro y descansan poco. Sus jornadas laborales colonizan su vida personal: por ejemplo, el trabajo de corrección y planificación se realiza en los hogares y no está contemplado en el salario.
Con diferentes derroteros, la problemática de la salud del plantel docente aqueja a muchos países (incluso los desarrollados). De hecho, existe una nomenclatura internacional para referirse a tal cuadro de situación: "malestar docente"; se trata del deterioro de la salud de los educadores por condiciones externas (ambientales, políticas, económicas y sociales) e internas (familiares, personales, emocionales y demás) que afectan e incluso desestabilizan sus labores frente al estudiante. Algunos síntomas frecuentes son: alteraciones del patrón del sueño, baja o suba repentina de peso, indiferencia emocional o apatía, incapacidad de disfrute, irritabilidad, inhibición social, consumo compulsivo o falta de sentido vital.
En nuestro caso puntual, hay que sumar que las decisiones ministeriales del justicialismo no colaboraron con el cuidado de la salud docente. La última gestión de la ministra Cantero se caracterizó por la improvisación y la consecuente comunicación de decisiones clave entre gallos y medianoche. Especialmente, durante la pandemia.
Otra cuestión que vale la pena remarcar es que gran parte del plantel docente está compuesto por mujeres que deben -muchas veces en soledad- atender la crianza de sus hijos y otras cuestiones familiares. Cuando no toman licencia para cuidar su propia salud, lo hacen para asistir a sus hijos o a otros familiares a su cargo. En otros ámbitos del Estado, si un compañero o compañera falta, habrá varios caminos alternativos para hacer que la ausencia no se note. En el caso de la escuela, si no va el titular a trabajar, no queda más remedio que llamar a un reemplazante para que se haga cargo de los estudiantes.
El ausentismo no se revierte con la restitución del presentismo que muchos reclaman. Éste fue una estrategia coercitiva que obligaba a los docentes a asistir enfermos a trabajar para no perder dinero. Como dijimos anteriormente, si el docente está enfermo, no podrá hacer bien su trabajo. El perjuicio puede tener ramificaciones impredecibles.
¡Hace falta una política de cuidado de la salud docente! Sobre todo, de prevención de las enfermedades más comunes entre estos trabajadores. Veamos un ejemplo puntual: la voz, una herramienta fundamental de los maestros. Según SADOP Nación: "Las investigaciones realizadas por el Departamento CyMAT del sindicado durante los años 2013/2020, sobre Condiciones de Trabajo y Salud de las y los docentes privados muestran que forzar la voz es una de las exigencias más importantes que mencionan las y los docentes en el desarrollo de su tarea. En la Primera Encuesta Nacional sobre CyMAT de los Docentes Privados del año 2013, surge que más del 60% de las y los docentes manifestó la necesidad de forzar la voz durante su jornada de trabajo. Asimismo, dicha investigación revela que una de las principales enfermedades del colectivo docente de gestión privada son las patologías relacionadas con el uso de la voz. El 36% de las y los maestros de primaria y el 41% de los profesores y profesoras de secundaria padecieron disfonías o nódulos en las cuerdas vocales. Asimismo, el 60% de las y los maestros y 45% de las y los profesores, reconoce que esta enfermedad está relacionada con su trabajo".
En este caso puntual: ¿Por qué no invertir en micrófonos y equipos de sonido? ¿Por qué no disminuir el número de alumnos por aula? ¿Por qué no implementar talleres de cuidado y reeducación de la voz con asesoramiento de fonoaudiólogos, psicólogos, cantantes o actores? ¿Cómo generar una adecuada climatización de la clase que no exponga la voz al frío o al calor extremos? Si no hay prevención, la espiral de docentes enfermos crece sin freno: ¡No importa que sean jóvenes!
Según Merker "… resulta urgente identificar al desgaste docente como el resultante de la fricción de diversos dispositivos sociales, económicos y culturales; es decir, no se trata de una condición individual sino colectiva". Agrega que: "pensar al burnout docente (otra patología que figura en el top ten del magisterio) como consecuencia de malas decisiones personales, sólo refuerza el modelo que señala a los docentes como únicos responsables de su situación laboral". Finalmente, subraya que: "Las mejoras en el día a día de las escuelas dependen principalmente de modificaciones estructurales en los sistemas educativos, es decir, de un cambio colectivo".
En su trabajo "Ser docente y disfrutarlo", Merker sugiere las siguientes ideas para contrarrestar los problemas de salud que aquejan a los maestros:
a) Respetar la tarea docente a partir de discursos pedagógicos que apunten no solo al profesionalismo docente sino que también consideren relevante su empoderamiento; b) Diseñar estrategias de enseñanza/ aprendizaje que busquen el desarrollo de habilidades y no la reproducción de contenidos; c) Gestionar las escuelas en base a equipos de trabajo atravesados por la interdisciplinaridad; d) Respetar el saber específico que cada docente posee acerca de su disciplina y del grupo de estudiantes con quien trabaja; e) Mejorar sustancialmente los salarios docentes; f) Mejorar el equipamiento y mantenimiento de las escuelas; g) Potenciar la articulación con otros dispositivos sociales (hospitales, clubes, universidades u organizaciones no gubernamentales); h) Aumentar las posibilidades de capacitación en servicio; i) Incluir dispositivos e instrumentos de evaluación institucional y docente validados científicamente para la obtención de datos que permitan la toma de decisiones basadas en la evidencia; j) Estimular el trabajo en equipos docentes y en parejas pedagógicas; k) Distribuir la carga laboral docente de manera tal que contemple las tareas de planificación, diseño y corrección dentro de la misma jornada laboral (clara separación del tiempo productivo y del tiempo libre); l) Respetar las particularidades de las comunidades escolares, sus usos, costumbres y prácticas culturales.