En la vigilia pascual del Sábado Santo el Evangelio nos relata que, con dolor e incertidumbre, muy temprano las mujeres se pusieron en camino rumbo al sepulcro de Jesús.
En la vigilia pascual del Sábado Santo el Evangelio nos relata que, con dolor e incertidumbre, muy temprano las mujeres se pusieron en camino rumbo al sepulcro de Jesús.
Al llegar al lugar encontraron el sepulcro vacío. "El Ángel del Señor se dirigió a las mujeres diciendo: Ustedes no teman. Sé que buscan a Jesús, el Crucificado, no está aquí. Ha resucitado, como lo había dicho. Vengan, vean el lugar donde estaba. Y ahora vayan pronto a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea. Allí le verán. Ya les he dicho". (Mt 28, 5-8) Ellas partieron de prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.
A veces nos invade el cansancio y el desaliento. Puede que falte el trabajo para tener el pan de cada día. Se haya recibido una mala noticia. Conocido un diagnóstico temido o se haya sufrido la pérdida de un ser querido. En fin, tantas cosas que, sobre todo en tiempos de crisis social y económica, pesan sobre el corazón y quitan la alegría y el entusiasmo por la vida. Y nos preguntemos muchos y acuciantes por qué.
"En cambio, decía el Papa Francisco, las mujeres en la Pascua no se quedaron paralizadas frente a una tumba, sino que -dice el Evangelio- atemorizadas pero llenas de gozo, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron para dar la noticia a los discípulos". (v 8)
"Llevan, insiste, la noticia que cambiará para siempre la vida y la historia. ¡Cristo ha resucitado! (v 6) Y al mismo tiempo custodian y transmiten la recomendación del Señor, su invitación a los discípulos: que vayan a Galilea, porque allí lo verán". (v 7)
El Papa nos pide "preguntarnos hoy: ¿qué significa ir a Galilea? Dos cosas. Por una parte, salir del encierro del cenáculo para ir a la región habitada por las gentes (Cf Mt 4, 15), salir de lo escondido para abrirse a la misión, escapar del miedo para caminar hacia el futuro. Y por otra parte -y esto es muy bonito-, significa volver a los orígenes porque previamente en Galilea había comenzado todo. Allí el Señor encontró y llamó por primera vez a los discípulos. Por lo tanto, ir a Galilea significa volver a la gracia originaria; significa recuperar la memoria que regenera la esperanza, la ¨memoria del futuro¨ con la que hemos sido marcados por el Resucitado". (*)
"Esto es lo que realiza la Pascua del Señor: nos impulsa a ir hacia adelante, a superar el sentimiento de derrota, a quitar la piedra de los sepulcros en los que a menudo encerramos la esperanza" (…) Y todo por un gran Acontecimiento: "Cristo resucitó y cambió el rumbo de la historia...". El Papa añade que "para hacer esto, la Pascua nos lleva a nuestro pasado de gracia, nos hace volver a Galilea, ahí donde comenzó nuestra historia de amor con Jesús, donde fue el primer llamado".
"Esto es lo que realiza la Pascua del Señor: nos impulsa a (...) superar el sentimiento de derrota, a quitar la piedra de los sepulcros en los que a menudo encerramos la esperanza". Papa Francisco
Hagamos memoria. No nos quedemos en un Jesús abstracto. No reduzcamos la fe a una idea de Dios. Soltemos amarras. Libres seamos del tedio que nos rodea. Y vayamos al liberador, palpitante y emocionante encuentro con el Señor.
Recordemos como fue el comienzo cuando algunos pescadores del lago de Tiberíades fueron llamados por Jesús. Escucharon esa llamada, la acogieron, lo siguieron y vivieron cerca de tres años con Él. Compartieron su vida, fueron testigos de su oración, de su misericordia con los pecadores y los que sufren, De su poder. Escucharon con atención su palabra, una palabra como nunca antes habían oído.
Confrontando los relatos evangélicos advertiremos que no fueron los discípulos los que eligieron un Rabí, como era la costumbre. Sino que es Jesús quien llamó a los que Él quiso. En segundo lugar, notemos que el centro en torno al cual se reunió la pequeña comunidad no fue un libro, el libro de la Torah. Sino que el centro es la Persona de Jesús, que crea la comunión entre los suyos. Comprendamos la originalidad del acontecer. Porque la relación del discípulo con el Maestro tampoco acabó cuando el discípulo hubo concluido su aprendizaje. Debía durar para siempre porque era una relación personal. Por último, a diferencia de las escuelas rabínicas en las que había un momento en el que el discípulo se convertía en maestro, en la "escuela de Jesús" sólo Ël es el Maestro. Los otros siempre serán discípulos.
La Crucifixión y Muerte de Jesucristo, su Resurrección y el fin de su presencia visible entre los suyos, marca el término de una experiencia única y singular. Pero no pone fin a la comunidad de los discípulos.
La vida con Jesús continúa después de su Muerte y Resurrección. El Señor Resucitado permanece invisible en el mundo, en cercanía con los suyos, hasta el final de los tiempos. Con ls predicación evangélica Dios nos hace conocer su Voluntad salvadora en Cristo. Aceptada por la fe esa Voluntad adquiere eficacia por el sacramento del Bautismo, que es la raíz y el nacimiento a la vida en comunión con Él y en Él.
No reduzcamos a Jesús a un personaje histórico como pueden serlo tantos otros. Volvamos a la Galilea de nuestro encuentro con Él para reconocerlo como la Persona más importante y cercana a nosotros. Recordemos con especial alegría la gracia de la liberación experimentada al recibir el perdón en la Confesión sacramental. La esperanza que renació en nuestro interior y nos orientó para encaminar la vida.
Lo que digo vale también para el discernimiento vocacional al sacerdocio, la vida religiosa y otras formas de consagración. Personalmente no creo que Dios haya dejado de llamar. Lo que falta es el silencio interior para percibir el llamado, en medio de los atractivos mundanos que encandilan y seducen.
La fe y los misterios que celebramos en la liturgia tienen que ser un punto de encuentro entre lo que es eterno, de siempre, y el hoy. El cristiano no es una persona rescatada del tiempo y preservada del esfuerzo y la lucha cotidiana. Sino que, inserta en el tiempo y la refriega, conserva la libertad espiritual y la esperanza que, por lo que observamos, se opaca en el mundo.
(*) Las citas del Papa Francisco son de la Homilía en la Vigilia Pascual del Sábado Santo, en la Basílica de San Pedro, el 8 de abril de 2023.
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