Por Padre Tadeusz Giza
Comentario bíblico
Por Padre Tadeusz Giza
Queridos amigos. Muy buenos días. ¿Cómo están? Para comenzar mi reflexión de hoy primero voy a contarles una historia trágica, pero profunda y significativa. El 16 de noviembre de 1989, en El Salvador fueron brutalmente asesinados seis padres jesuitas, todos profesores de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de San Salvador (más conocida como UCA). Desde la cátedra, ellos eran la voz de los que no tenían voz. Dos semanas ante del asesinato les habían aconsejado que abandonen el país porque sus vidas estaban en peligro. Fue entonces que el rector de la UCA, Ignacio Ellacuría, dijo: "Aunque tuviéramos que morir nos vamos a quedar porque el pueblo de El Salvador nos necesita".
Y llegó la noche trágica. Todos fueron brutalmente asesinados. Su única culpa era denunciar los atropellos, la violación de los derechos humanos, la explotación, las injusticias cometidas por el gobierno de turno. Decir la verdad, donde hay fraude y mentira, donde hay corrupción, es peligroso. Murieron, pero hoy su presencia está viva en el pueblo salvadoreño. Como Cristo, entregaron su vida por el bien de los demás. Nos recuerdan que no se puede vivir el evangelio en forma barata o rebajada.
Queridos amigos. Comienzo mi mensaje con esta historia para señalar que la fidelidad al evangelio no es gratuita. "Ser pastor con olor a oveja", como suele decir el papa Francisco, implica tener la capacidad de enfrentar las situaciones de injustica, de violencia; implica hablar cuando hay que hablar y no callar. Pero no siempre ocurre esto. En este sentido, los textos bíblicos que recordamos hoy son claros. Los pastores, según los textos bíblicos, no cumplen con su misión.
Así, San Marcos afirma: "Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor". ¿No había pastores? Sí, había jefes, había escribas, había líderes religiosos y, sin embargo, la sentencia de Jesús es contundente: "Eran como ovejas sin pastor". En vez de cuidar al pueblo, ellos se cuidaban a sí mismos. El profeta Jeremías, por su parte, es aún más contundente. Les echa en cara a los líderes, tanto religiosos como civiles, tres cosas graves diciendo: "Ustedes, los pastores, han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas".
Fíjense bien, estos textos fueron escritos hace más de 2.700 años. Desde aquel momento muchas cosas pasaron; el mundo ha cambiado, pero lamentablemente la denuncia del profeta Jeremías no es cosa del pasado, es muy actual. Tristemente actual, porque sus afirmaciones se aplican hoy a muchos de nuestros dirigentes y nuestros líderes; a muchos de nosotros, que tenemos "alguna responsabilidad" de servir a otras personas. Y, si bien no es el momento para presentar estadísticas, en una sociedad donde el 56% de nuestros hermanos son pobres y donde seis de cada diez niños no comen todos los días, sin lugar a dudas que algo mal estamos haciendo.
También uno es cómplice de las injusticias por no denunciar, por no hablar, por llamarse al silencio. Para que el mundo esté como está es suficiente que los buenos no hagan nada. Michel Quoist, en su libro "El Triunfo", afirma: "Saber que hay hombres que se mueren de hambre, que no tienen trabajo o que cobran un sueldo mísero, que son analfabetos, abatidos, por epidemias, ancianos, desamparados, etc (…) saber todo esto y no hacer nada, es firmar ante Dios la propia sentencia".
En tono muy personal, como pastor, sacerdote y religioso, contemplando el mundo de hoy, me pregunto: ¿Qué nos impide ser buenas personas, caritativas, honestos ciudadanos, justos administradores de los bienes propios y ajenos? ¿Qué nos impide poner en primer lugar a los demás? Cuando escucho a algunos legisladores debatiendo en el Congreso me da la impresión como si perdieran el contacto con la realidad, como si vivieran en otro mundo o si perdieran la conciencia de que el otro es mi hermano, y que debemos amarlo y quererlo como hermano.
Queridos amigos… ¿Qué nos diría hoy Jesús a nosotros, independientemente de nuestro credo u orientación política? Seguramente muchas cosas. Pero sin lugar a dudas, en primer lugar, nos recordaría que todos somos hermanos, que los que gobiernan, no son dueños de nadie. Nos recordaría que el más grande es el que ama y el primero es el que sirve. Nos recordaría que el pueblo, las personas son la herencia eterna de Dios. Y Dios a su debido tiempo nos va pedir cuentas por lo que hicimos y por lo que dejamos de hacer por el bien de nuestros hermanos.
Que Dios nos bendiga en la construcción de la nueva sociedad, pues otro mundo es posible.
Los Mártires de la UCA
Se conoce como Mártires de la UCA a las ocho personas, seis sacerdotes y dos mujeres que trabajaban con ellos (la empleada doméstica y cocinera del grupo religioso y su hija adolescente, que colaboraba con ella), asesinadas el 16 de noviembre de 1989 en las instalaciones de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, ubicada en la ciudad de San Salvador, capital de El Salvador. Todos ellos fueron ejecutados por un pelotón del batallón Atlácatl de la Fuerzas Armadas salvadoreñas, bajo las órdenes del coronel Guillermo Benavides, durante la el gobierno del presidente Alfredo Félix Cristiani y en el marco de la denominada Guerra Civil Salvadoreña.
Cinco de los sacerdotes eran españoles y el restante salvadoreño. Los sacaron de las habitaciones donde dormían y los balearon en el jardín de la universidad: Ignacio Ellacuría, Juan Ramón Moreno Pardo, Segundo Montes Mozo, Ignacio Martín Baró, Amando López Quintana (todos ellos españoles) y Joaquín López (salvadoreño). Fueron asesinados junto a Elba Ramos y su hija Celina, ambas salvadoreñas. La injusta y desgraciada muerte de los anegados padres jesuitas y sus colaboradoras atrajo la atención de la prensa de gran parte del mundo, aumentando la presión internacional para un cese al fuego, uno de los puntos clave que condujeron a un acuerdo negociado para la guerra.