Los argentinos estamos en deuda con nosotros mismos. Hay un discurso que, en este 9 de Julio, nos debemos. Discurso que deberíamos realizar como ejercicio inevitable para poder respirar en estos cielos. El abordaje a la palabra patria tiene muchas vías, todas verdaderas. Patria es una palabra completa que todos tenemos en pedazos, en pedacitos.
Nada más fácil que equivocarse con una palabra que tiene mil caminos de llegada y de partida. Es extraño, algo tan inmenso y majestuoso, a la vez tan endeble e imperfecto. Cualquiera la menciona, cualquiera la define, cualquiera se equivoca y la juega como propia. Es un nombre ajeno que tenemos dentro: "un dolor que se lleva en el costado", dice Leopoldo Marechal. Veamos otros alcances y dimensiones para la palabra patria:
Se puede seguir. Hay demasiado infinito para cubrirlo en un texto. Ahora bien, ignoro cómo explicar esta bandada de palabras dentro del concepto "empresa". Cuando reescriben la historia y un tonto de capirote como Héctor Cámpora es "reformulado", disfrazándolo de héroe, están cambiando sucesos pero también están cambiando La Patria, porque La Patria es un continuo. No es "memoria, verdad y justicia" (así repetido, como eslogan vacío): es historia pura, a como dé lugar. Así sea fea y desagradable.
Quitar los hechos de la narración no los mata porque están allí, justamente, en la historia. Una narración entera que va, día por día, construyéndose. Cuando reposicionan a Manuel Belgrano y Mariano Moreno, pero a la vez alteran calles como Rivadavia, Roca, Rosas, San Martín y Sarmiento, además de reformular (la historia) dividen otra vez. Mario Firmenich, Enrique Gorriarán Merlo, Alberto Benegas Lynch, Juan Manuel Abal Medina no son héroes de una patria donde me sienta cómodo. Llegaron a la función pública, a la guerrilla, a la seducción con un objetivo: colonizar el Estado para sus bienes y destinos personales. Ahora el mandato está claro: a rasgarle la panza, a despanzurrar el Estado. En eso estamos.
Cuando decidieron que el valor de la carne sea distinto al que se supone debe ser y se venden o no se venden cuartos traseros y delanteros según chantajes (la Cuota Hillton y los matarifes con ventaja), reformulan el capital intrínseco y lo vuelven un súbdito. Cuando desaparecen los tambos chicos y vamos a una sola ordeñadora de fama mundial, La Patria se valoriza distinto. No es proteína, es política partidaria y negocios personales. No es leche de vaca, es "mala leche" comercial. Y si el precio lo fijan los chinos solo se trata de reproducir un ritual de coloniaje.
Ya sabemos cómo es el destino de colonia. Imperio Español. Imperio Inglés. Estuvimos en esas comparsas. Esta es la tercera oportunidad. Reaparece una concepción: "Neocolonia con desarrollo capitalista dependiente". Eso nos redefine. No es grato. Cuando el grano tiene gabelas más importantes que su valor nutritivo, la sociedad paga un impuesto que supera el 60% de lo que se invierte, y no se alienta la creación de la fábrica que le agregue precio a la producción se resignifica el valor de la tierra y el uso.
Todo queda en un escritorio unitario. El por qué y el para qué de una cosecha. Negocios son negocios. Nada de lo que es nuestro termina siendo nuestro. Algo pasó. Cuando no se pone en valor y en custodia el agua dulce como bien, como patrimonio escaso y precioso, no solo se descuida la vida, sino la economía, la independencia, la supervivencia. No tenemos mañana soberano.
No hay vida sin agua dulce y no hay libertad si no se la tiene. Podemos vivir porque tenemos agua dulce. El agua dulce es un bien crítico, un material único, estratégico, vital. El descuido sobre nuestra agua dulce no es sólo de territorio, es de planificación equivocada, de entrega. Ceguera y/o complicidad con el nuevo orden mundial sobre elementos críticos. ¿Litio? ¿Qué es eso? ¿Alguien sabe qué cosa es el "Acuífero Guaraní"?
Cuando se pone en valor de mercado internacional y se negocia personalmente -para beneficiarse personalmente- el bien de las entrañas de la tierra ya no es de todos, es parte de un negocio vil, cruel, bastardo, peligroso. El peligro es de la gente que vive sobre ese suelo. Peligro de libertad primero, de indigencia y esclavitud después. De traición en todo los casos.
Vaca Muerta es el peor negociado de la contemporaneidad, para los argentinos. A la vez es un fenomenal negocio para la clase gobernante, en su totalidad. Nosotros votamos la entrega del mañana. Nuestros representantes están representando su billetera, engordándola. No hay modo de esconder lo que se ve desde lejos. De cerca lo que se advierte es traición. El mandato de la gestión es cuidar, mejorar, salvar. No sucede.
Cuando se descuida educación primaria, la básica, la comida y la salud de niños y ancianos, el pueblo que así es tratado -que así está de descuidado-, es un pueblo que marcha hacia su final. No entender, no apreciar, no ejecutar políticas públicas de instrucción elemental, de salud básica, finalmente de libertades individuales, es caer en una senda que está señalada: pobreza, ignorancia, esclavitud funcional. El que no sabe es como el que no ve. Por ahí vamos sin tapujos. Podemos producir grano para alimentar a 300 millones de personas, pero no tenemos bien alimentados a los nuestros (el 40% se muere de hambre).
Hay un descuido, un extravío, sí, pero ojo, hay algo más: hay mala intención, aprovechamiento, negligencia. Trampa. No hay discurso que arregle el hambre, sólo lo arregla la comida. Podemos producir proteínas cárnicas y leche, aún no sustituidas en la alimentación básica, pero nos empecinamos en sabotearlas, castigarlas, entorpecerlas, desalentarlas. Son producciones enajenadas por el gobierno. Y sometidas a monopolios, chantajes, a complicidades y sociedades oscuras. Nadie defiende la obligación de alimentarnos… ¿Desde cuándo es obligación de una empresa y no del Estado?
Podemos abastecer entre el 25 al 35% del mundo (¿Al menos el 20%?) con nuestras reservas de gas y petróleo. ¡Nuestras!... Pero ya existe una íntima convicción: están conformando sociedades y, por eso, las decisiones serán "societarias" y supranacionales. Cuando se decide que es mejor "La Empresa" que el Estado, se define de qué modo reaparece la dependencia. Y no hay que olvidar: entre liberación y dependencia estaba la discusión latinoamericana allá por 1960. El retroceso acongoja.
Los gobernantes actuales son socios activos de una filosofía que deja fuera los intereses comunes. Ya se han llevado tierras a precio vil, como hicieron en El Calafate, ahora un verdadero juego de niños ladrones, pequeños sabandijas a poco que se los compare con lo que vino después. Cuidado, vino por esos excesos de ladronzuelos marginales. Ahora se llevan el futuro general y cuidado… debemos entender que el voto convalida determinadas políticas. Alguien hizo tan mal las cosas que preferimos esto que pasa.
Si el agua dulce, el alimento, la energía, la educación comunitaria, primaria, esencial y la salud de la sociedad no son las cuestiones de Estado y las que afligen a los gobernantes que, además, enfáticamente declaran que el héroe es "La Empresa" algo extraño sucede en las entrañas populares. Si los negocios del petróleo y el gas son negocios familiares donde se entrega el futuro la patria está en peligro de extinción, porque La Patria no existe sin Estado. Es el final de una Nación.
Pueden elegir la definición que quieran: estamos en peligro. "Robocop" no fue una película, fue un anuncio. El algoritmo no es una técnica, es un impiadoso mandante anónimo. Además, es inapelable. Entonces: ya sea enajenada, entregada, traicionada, desaparecida, humillada, vendida, despreciada, disminuida, confundida, engañada, La Patria sin Estado está extraviada. Eso es hoy. Hoy, no mañana; mañana estará perdida. La habrá comprado "La Empresa" de turno. Una empresa... multinacional, obvio.