En Santa Fe, la educación acompañó el avance de la ciudad de sur a norte a medida que el flujo inmigratorio producido por la Constitución Nacional de 1853/60 rebasaba los estrechos límites urbanos de los años de la Organización Nacional.
En 1868, a través de la sanción de una ley provincial, previo acuerdo del gobierno con los jesuitas, se crean las aulas mayores o Estudios Superiores de Jurisprudencia. Es el primer antecedente de lo que, andando el tiempo, será la Universidad Nacional del Litoral.
En Santa Fe, la educación acompañó el avance de la ciudad de sur a norte a medida que el flujo inmigratorio producido por la Constitución Nacional de 1853/60 rebasaba los estrechos límites urbanos de los años de la Organización Nacional.
La retícula urbana, que abarcaba seis barrios en los que vivían poco más de 6.000 personas, según el invalorable plano que José Germán Niklison dedicara al gobernador Domingo Crespo, anfitrión del Congreso General Constituyente de 1853, es una insoslayable referencia de nuestra historia urbana, que permite calibrar lo que sucederá en las décadas siguientes.
No hace mucho, escribí sobre la Manzana Jesuítica, recientemente incorporada al Camino Internacional de los Jesuitas. Y recordé que allí continuó, a partir de 1658, el desarrollo de la primera escuela -y poco después colegio- fundada en el actual territorio nacional. Ocurrió en Santa Fe la Vieja, en 1610, y sus iniciadores fueron el padre Francisco del Valle y el hermano Sigordia.
A fines de 1862, luego de suscribir un convenio con el gobierno provincial, la orden de Loyola, que en 1767 había sido expulsada del reino de España y sus dominios de Europa y ultramar por decisión de Carlos III, se reinstala en Santa Fe y retoma su interrumpida labor educativa.
En 1868, a través de la sanción de una ley provincial, previo acuerdo del gobierno con los jesuitas, se crean las aulas mayores o Estudios Superiores de Jurisprudencia, que empiezan a funcionar en un espacio otorgado al efecto por el colegio ignaciano. Es el primer antecedente de lo que, andando el tiempo, será la Universidad Nacional del Litoral, creada en 1919, al año siguiente de la Reforma Universitaria que, contra la rigidez conservadora, había eclosionado en la Universidad de Córdoba, la más antigua de la Argentina. La UNL fue la primera en surgir luego de la reforma y, también, la primera en obtener del gobierno nacional una sede específicamente construida para ese fin.
No obstante, para no perdernos en los laberintos del tiempo, importa decir que por iniciativa del tenaz gobernador José Gálvez, en 1889, aquellas aulas mayores instaladas en un sector del Colegio Inmaculada se convirtieron en la Universidad Provincial de Santa Fe. Al año siguiente, con Juan Manuel Cafferata como nuevo gobernador, se realizó la ceremonia inaugural de la casa de altos estudios en un lugar que emblematiza la importancia otorgada por las autoridades públicas a la sanción legislativa: el despacho del P.E. provincial, por añadidura, el salón del Cabildo -entonces en pie- en el que habían sesionado los constituyentes de 1853 y 1860, reforma, esta última, que reintegra al cuerpo de la Nación a la escindida provincia de Buenos Aires. En aquella ocasión, la ceremonia fue cerrada con las palabras de Gálvez, designado, a la vez, primer rector.
A partir de allí, esta universidad, buscará una casa propia, de mayor amplitud, para atender el aumento de la matrícula. Así, primero alquilará, en 1901, el edificio neogótico que, emplazado en la esquina sur de San Jerónimo y Gral. López, había sido donado en 1897 por Mercedes Clucellas y su hija, Josefa Díaz y Clucellas a las Hermanas Adoratrices, congregación a la que la protopintora argentina había ingresado tres años antes. En 1914, la Facultad de Derecho y las oficinas del rectorado se trasladan a la casa de José Gálvez, ubicada en calle San Martín, próxima a calle Moreno. Antes (1910) se habían creado las escuelas de Farmacia y Obstetricia (esta última funcionaba anexa a la Sala de Maternidad del Hospital de Caridad, ahora José M. Cullen). En 1916, las autoridades universitarias convocan a un concurso nacional para levantar, por fin, su casa propia, en la manzana que actualmente ocupa la Escuela Normal N° 32 Gral. José de San Martín (entre las calles Mons. Zazpe, San Lorenzo, Moreno y Saavedra). Resulta ganador el anteproyecto del Arq. Alejandro Cristophersen, con destacada obra en la ciudad de Buenos Aires y autor del programa de estudios de la Escuela de Arquitectura, creada en 1901 en el ámbito de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. En esa casa, Cristophersen, cuyo anteproyecto para la UP tiene algún parentesco arquitectónico con el proyecto definitivo de la UNL, tendrá como alumno a Manuel Torres Armengol, su futuro autor principal.
La UNL recibe los bienes de la UP, pero desestima construir en la manzana hoy ocupada por la Escuela Normal y, en consonancia con el espíritu de la Reforma, da un paso al futuro en términos de su implantación física. Se ubica sobre un bulevar Pellegrini por entonces poco desarrollado, casi en el borde norte de la mancha urbana. Es una tarea para emprendedores confiados en la construcción de un futuro superador. También es novedosa la concepción en red de la universidad con unidades académicas diversificadas en una amplia región (abarca las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes) en consonancia con diversos factores de población y producción.
Imbuida de los propósitos de la Reforma, abierta a una sociedad en cambio, pone el acento en la investigación científica para ampliar el horizonte de conocimientos que la región y la Argentina requerían para sostener sus procesos de modernización e integración social. Lo explicita la fórmula en latín inscripta en la orla ubicada sobre el reloj del ático renacentista: "Scientia et literae" (Ciencia y pensamiento).
Si bien el edificio responde a criterios propios de un eclecticismo de bases historicistas, no abandona, como enfatiza la Arq. Adriana Collado, una rigurosa composición académica, con un claro eje de simetría norte-sur que organiza en torno a él, los distintos sectores del rectorado y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. El trazado, claramente academicista, establece un diálogo institucional simétrico entre el Consejo Superior de la Universidad (Bv. Pellegrini) y el Consejo Directivo de la FCJyS (Cándido Pujato), sendas expresiones del cogobierno nacido de la Reforma de 1918.
En suma, el neoclasicismo, y la reacción que, contra él, supone el empleo de lenguajes eclécticos, terminan confluyendo en esta obra fuera de lo común, la más importante que se haya construido en Santa Fe, por la calidad del edificio y los materiales utilizados, la dedicación puesta por quienes participaron en cada uno de sus detalles constructivos y de equipamiento, por el monto de la inversión nacional, el amor del proyectista hacia su creatura, en la que trabajó durante más de doce años, sentimiento que exhalan los muros de la Manzana Histórica de la UNL, declarada Monumento Nacional por el Congreso en 2017.
Días pasados, luego de una larga espera determinada por la pandemia y la sucesión de cuarentenas, se presentó en el Paraninfo un libro que documenta el largo proceso educativo que, con cambios profundos, lleva de las aulas mayores de 1869 a la creación de la UNL en 1919, la construcción de su edificio matricial, las intervenciones registradas desde entonces, sus impactos en la estructura original, sus patologías y su restauración integral para el centenario de la universidad.
Con un extraordinario acopio documental, excelentes textos de profesores de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, e impecable diseño, el esfuerzo editorial de la FADU y la UNL ofrece a la región y el país, un valorable tributo a esta excepcional "pieza de comunicación cultural".
Imbuida de los propósitos de la Reforma, abierta a una sociedad en cambio, pone el acento en la investigación científica para ampliar el horizonte de conocimientos que la región y la Argentina requerían para sostener sus procesos de modernización e integración social.