En Santa Fe, 250 mil personas no encuentran oportunidades para desarrollarse con dignidad: no tienen un trabajo estable, viven en barrios con pocos servicios y hacinados en casas precarias, no comen las 4 comidas diarias, pasan frío y calor extremo, pierden varias horas del día cuando tienen que ir y volver de un hospital, entre tantas otras situaciones que los priva de calidad de vida. 250 mil personas es, grosso modo, la mitad de su población.
La semana próxima esta ciudad cumplirá 449 años desde su fundación en 1573 y comenzarán una serie de eventos que culminarán con los festejos de un número redondo: los 450 años. Estas fechas suelen ser propicias para hacer balances, poner en perspectiva el camino recorrido por varias generaciones y proyectar la concreción de nuevas metas.
Es evidente que los desequilibrios que imperan en Santa Fe, con un entramado social profundamente fragmentado y endeble, no pueden solucionarse en 1 año. La mirada debe estar puesta, al menos, en los próximos 50, cuando celebre los 500 años de su fundación.
Teniendo en cuenta la línea de partida, ¿cómo queremos que sea Santa Fe cuando cumpla medio milenio? Es una pregunta general, pero ayuda a empezar a visualizar las próximas décadas con un plan de largo plazo. ¿Qué vamos a hacer como comunidad para lograr un desarrollo inclusivo y próspero? No existe una única respuesta y, sin dudas, cada uno de los actores que se entrelazan a diario en la construcción de ciudadanía tienen un aporte para hacer.
Las respuestas a tamaño desafío deberán llegar del sector político, que en definitiva recibe del pueblo el mandato de decidir y actuar. Pero también, y mucho más quizás, de los empresarios y emprendedores; de los académicos, educadores, científicos y pensadores; de los vecinos organizados que demandan, y de todo aquel que tenga o quiera tener un rol protagónico en esta transformación necesaria para Santa Fe. Porque los grandes cambios se consiguen muchas veces de abajo hacia arriba.
Aunque la meta más indispensable es superar la fragmentación social, hay otros tantos desafíos que no pueden perderse de vista y que deben formar parte del debate de construcción de ciudad para los próximos años.
Una de sus características principales es que está rodeada de cursos fluviales. Por eso, su relación con el río debe ser un eje central: cómo lo usamos, pero también cómo lo cuidamos. El agua dulce que trae el Paraná y la que fluye bajo la tierra es un recurso fundamental para la vida, un bien que se anticipa escaso a nivel global en el futuro, y un aliado valioso para el sistema energético y productivo si se genera la infraestructura adecuada. No contaminarlo, usarlo responsablemente, cuidar sus especies animales y su ecosistema en general, no habitar su lecho y zonas vulnerables para el ser humano, y potenciar sus vías navegables deberán ser parte de proyectos estratégicos hacia 2073.
Pero también, la educación, los cambios de paradigmas que imponen las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y cómo formar a los jóvenes para las nuevas demandas del mundo laboral en la segunda mitad del siglo XXI, con procesos probablemente más robotizados.
El transporte y la forma en la que se mueven y movilizarán las personas es otro punto clave a pensar, con obras de conectividad que habrá que proyectar para integrar a Santa Fe con el resto de las ciudades del área metropolitana y corrigiendo falencias estructurales que no han encontrado solución en estos primeros veinte años del siglo en curso.
La mirada ambiental deberá regir todas las políticas que se implementen en los próximos años, si queremos vivir y dejar para las próximas generaciones una ciudad sustentable. ¿Qué podemos hacer para generar menos basura? ¿Cómo modificamos hábitos de consumo y de uso del territorio y sus recursos para contaminar menos? Es un rol colectivo, pero también individual.
Entre los mayores flagelos actuales está sin dudas la pérdida de seguridad. El narcotráfico avanza desde el sur provincial y ya hay barrios de esta capital prácticamente tomados por el mundo narco. Cuando esto sucede, en contextos extremadamente vulnerables, se desestabilizan todas las variables: la infancia, la escuela, los lazos barriales y la familia. ¿Qué van a hacer las autoridades políticas y la policía para poner un freno? Es otro de los interrogantes para los que habrá que empezar a encontrar respuestas si queremos superar los desequilibrios de la sociedad santafesina.
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