Una reciente charla con un fiscal admirador de Antonio Gramsci, Federico Delgado, a quien le presenté la vigencia del peronismo como el eje del siglo XX que se pasó al siglo XXI -ya que planteó el 6 de septiembre de 1930 como el quiebre de la República (golpe de Estado a Hipólito Yrigoyen)-, derivó en mi defensa de Germani y sus objeciones a la muerte del peronismo, que no creía sencilla (y se fue) y la conclusión sobre dos formidables relatores, Jean Paul Sartre y Albert Camus, donde estuvimos de acuerdo. Relatores.
En mi charla con Delgado olvidé a las democracias líquidas, él tampoco mencionó a Bauman y volvió, tres veces, sobre su esperanza de perfeccionar al hombre. Un gramsciano cuasi sacerdotal. Sostuve, en todos los casos, un punto diferencial: el voto. Gramsci no marca al voto como el que define a "las mayorías populares" y se inclina más por las necesidades como el eje que las identifica.
El fiscal Delgado venía a dar una charla sobre un libro donde emparenta la República con impunidad. No quise discutir sobre su libro porque aún conservo el pequeño prurito de no discutir sobre lo que no he leído. La impunidad, sin embargo, es una de las aflicciones que me acompaña. Entrar con 6 pesos a la "función pública full time" y salir con 6.000 es ser ladrón o ladrona. Eso nos convoca en la actualidad. Porque a nadie le importa… parece.
En muchas ocasiones, la charla referida fue una de esas ocasiones, la deriva lleva a aceptar que el punto (corrupción) no es el centro de la cuestión de las fidelidades, amores, persistencias. La fidelidad del voto. Conservo el recorte de un texto de un columnista dominical que no es "peruca" -esto es evidente y, por otra parte, lo ha declarado- resumiendo el peronismo.
Nótese en el encomillado la inexistencia de Perón para definir lo que sucede en el país. Y, si bien no se puede definir con la palabra que se intenta desentrañar, el asunto es complicado si uno, para definir, decide pararse fuera. ¿Por qué? Porque las torrecillas de cristal no permiten pasar la luz. Dan lejanía, la que sostienen como positiva, porque otorgan la frialdad de la lejanía. Pero muchos vivimos cerca de la ranchada donde arde un caldero del que bebemos todos; sonrío, aún los más alejados, alguna vez, han debido acercarse.
El columnista al que hago referencia decía: "Pero en el fondo de todo esto, hay una discusión no saldada sobre el alma del peronismo, si tal cosa existiera. Hace muchos años que el peronismo está dividido por ideas distintas que no logra sintetizar. Ese proceso se inició en el año 2008 durante el conflicto con el sector agropecuario y no frenó hasta el día de hoy. La crisis entre el Presidente y la Vice es una expresión más de esa cadena de episodios que siguen la misma lógica, como las derrotas de 2009, 2013, 2015, 2017 y 2021, además de la crisis actual".
Su definición continuaba con la interpretación, realmente propia, de cuanto sucedió desde la fecha donde encuentra el origen, década del 50 -gruesa objeción de mi parte- pero él es quien describe el sujeto: el sujeto social es "peronismo". Y sobre esto dice: "El peronismo tiene esas cosas. Tuvo una identidad clara, en los cincuenta. Desde el 55 hasta el 90, se retorció hasta que encontró otro liderazgo, en Carlos Menem. Cuando la estrella de Menem empezó a apagarse, volvió a retorcerse hasta que Néstor Kirchner le dio un perfil distinto y tan popular como el de Menem. Con la progresiva pero lenta declinación de Cristina, han vuelto los retortijones".
Cómo explicarle a quien, por prejuicios, distingos sociales, omisiones muy intencionadas, necesidad de quitarle rango a uno (Perón) y sostener a otros (Montoneros), niega el 64% de los votos reales. Elecciones libres de 1973. Dos veces. Cómo omitir el retorno y los dieciocho años de exilio, si se está haciendo crónica de almanaque.
Cómo saltar de 1955 a los noventa diciendo que "se retorció". Solo detrás de una profunda convicción ignoraremos ciertas cosas, al mejor estilo Luca ("mejor no hablar… de ciertas cosas") se puede plantear la ausencia de una centralidad obsesiva: votemos. Y una derivación más evidente: el voto otorga mandato, que muchos convierten en impunidad, precisamente debido al mandato... el mandato que supone el 100. En ese yerro estamos. El ADN lo vuelve persistente.
El peronismo es la definición de un movimiento político creado por Perón que, por acendrado personalismo, se convirtió en un sustantivo con su nombre: peronismo. Pero ojo, el "ismo" no es una graciosa heredad, consiste en hechos consumados, en acciones concretas sobre la sociedad. Ni buenas ni malas -o, alternativamente, una cosa y la otra-, pero imposibles de soslayar.
En estos días, en los que un Fernández, decidido su cargo por otro Fernández (CFK) disputa el poder, convendría pararse en un punto y desde las torretas de cristal, o desde las trincheras de la lucha diaria -como de los escritorios y las poltronas de la burocracia-, se defina un hecho. Perón ha muerto y sin embargo es en su nombre. Perón ha muerto y sin embargo es vincha, bandera, bombo y marchita.
Perón ha muerto pero, distorsionadas y traicionadas aún se citan o mencionan sus consignas. Se las toma como argumento de discusión sobre salarios y representatividad. Y el voto, ah, está el voto. El juez gramsciano no creía en la efectividad del voto. En su impoluto poder. Simplemente lo aceptaba. Al menos en la charla concluimos en eso.
Por su parte, el columnista dominical, Tenembaum su nombre, invocaba al peronismo por sus propias necesidades de articulista. Sus notas, como esta, como todas, tienen un origen y un destino. Nadie escribe fuera de su corazón.
Con la mirada puesta en las elecciones de octubre de 2023, los socialistas (un sector) trajeron al fiscal a una charla. Con la misma mirada sobre octubre el columnista dominical interpretaba (es eso, su interpretación, acaso simplificada, pero con lo que consideraba indispensable) el peronismo.
Asombra que en Argentina, en 2023, se sostengan dos cosas: que discutamos el voto y que tratemos de jibarizar a Perón y el peronismo. Un raro silogismo se deriva: es ocioso discutir sobre los muertos. Pero concluyamos: ciertas cosas, entonces, siguen vivas.