I
I
El romance de un candidato presidencial gana la tapa de los diarios y las pantallas de los televisores, para no mencionar el singular cotilleo en las redes. ¿Noticia del corazón o noticia política? Tal vez las dos cosas. Hoy los romances de los políticos suman o restan votos, porque en los tiempos que corren las fronteras entre vida privada y vida pública se han borrado, por lo menos así son las actuales sociedades del espectáculo pero también así parecen ser las nuevas invenciones de la política.
II
Admitamos que los amoríos y las dulzuras, y las asperezas de la vida conyugal o sus relaciones a veces placenteras, a veces morbosas con la política, no son una novedad contemporánea. Sin María Antonieta, Luis XVI no hubiera sido nadie y entre otras cosas se habría privado de las vertiginosas emociones de la guillotina. Sin su esposa, Abraham Lincoln no se hubiera ejercitado en el ejercicio virtuoso de la paciencia y, además, aquella noche fatal no hubiese asistido a la sesión de teatro cuando un actor devoto de Shakespeare decidió quitarle la vida. Sin Eleanor, Roosevelt hubiera sido un presidente sin la sal y la pimienta que lo distinguió, incluso contra su voluntad. Sin Clementine, Churchill habría sucumbido a las asechanzas de sus depresiones y las tentaciones de la botella de whisky. Sin Jacqueline, John Kennedy hubiese perdido encanto y le habría costado mucho identificar su imagen con el glamour del modo de vida americano.
III
Las aventuras amorosas y los matrimonios también distinguen la vida de los dictadores, aunque las resoluciones en más de un caso fueron algo más expeditivas. Stalin resolvió las diferencias con su esposa Nadezhda creando las condiciones objetivas necesarias para que se suicidara. Hitler lo resolvió de una manera más igualitaria: se suicidaron los dos. Destino parecido corrieron Benito Mussolini y su amante Clara Petacci. Como contraste a estos desenlaces trágicos, reivindiquemos la pareja de Francisco Franco y Carmen Polo. Impecables. Franco fue lo que fue, pero nadie le podrá desconocer su condición de marido fidelísimo. Pareja que merece la atención pública es la de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Nadie puede desconocer que han estado juntos en las buenas y en las malas, Daniel siempre respetó a Rosario, aunque ese respeto no se extendió a la hija, a quien se dedicó a violarla desde su más tierna adolescencia, pecadillo que la madre no solo perdonó, sino que responsabilizó a la hija por lo sucedido.
IV
En la historia argentina las delicias de la vida conyugal y el poder fueron en más de un caso decisivas. Más de un historiador revisionista asegura que la carrera política de Juan Manuel de Rosas no se podría escribir sin la presencia de doña Encarnación, la gestora de la ruidosa "revolución de los restauradores", una versión avant la lettre del 17 de octubre de 1945, según cronistas siempre entusiasmados en la creencia de que la historia se repite. Después de Caseros, admitamos que el que gana publicidad con sus escándalos en materia amorosa es Sarmiento. Sus escenas escabrosas con Benita Pastoriza solo fueron superadas con el escándalo que significó en su momento los amoríos con Aurelia Vélez Sarsfield, la hija del autor del Código Civil. De Julio Roca, más que hablar de sus fidelidades hay que hablar de sus infidelidades públicas, publicidad que incluyó a la esposa de uno de sus mejores ministros.
VII
En pleno siglo veinte, el noviazgo y el matrimonio más célebre es el de Marcelo T. de Alvear y Regina Pacini. Se dice que durante más de diez años el niño Marcelo trajinó por las salas de conciertos de Europa, intentando ganar el corazón de la bella Regina con ramos de flores, sonrisas y collares. Finalmente lo logró, para desconsuelo de las niñas de la alta sociedad porteña para quienes Marcelo era el candidato preferido. Regina fue la esposa amada y respetada por Marcelo. Tuvo que lidiar duro para ganar ese amor, pero cuando lo ganó fue para siempre. De las relaciones de Perón con Evita no voy a hablar porque merecen un capítulo aparte. Basta con saber que es imposible escribir acerca de la gestión del peronismo sin la presencia de Eva, una mujer que alguna vez dijo que ella era apenas un gorrioncito al lado de su general, afirmación fácil de desmentir porque fue evidente que más que un gorrioncito fue un águila. Está claro que lo mismo no se puede decir de la otra esposa del general, Isabelita, aunque a su favor hay que admitir que además de soportar cinco años de cárcel, luego tuvo la discreción y el buen gusto de retirarse de la política y llamarse a silencio, contradiciendo, incluso, la voluntad de la mayoría de los dirigentes peronistas, ya que si por ellos hubiera sido no habrían vacilado en declararla jefa espiritual de la nación, fieles a ese estilo de vertical obsecuencia que los distingue y del que están orgullosos.
VIII
En homenaje al amor, la discreción y la lucidez, debo mencionar a Elena Faggionato, esposa de Frondizi, una mujer que quienes la conocieron coinciden en destacar su talento para influir sin pretender ocupar los primeros planos del espectáculo político. Como contrapunto, hay que evocar a Zulema Yoma, quien entre otras virtudes se distingue por haber sido la única esposa en haber sido expulsada de la residencia de Olivos. Lo más sorprendente de todo, es que esa expulsión contó con la aprobación, cuando no los aplausos, de las principales espadas menemistas. De la pareja entre Néstor y Cristina tampoco es oportuno hablar por el momento. No conozco mucho de su intimidad conyugal, aunque sí recuerdo que el mismo día que Néstor asumió la presidencia, Cristina declaró que de aquí en más su marido con el único que iba a mantener relaciones carnales era con ella, porque se terminaba con el apotegma fundado por Guido Di Tella respecto de las "relaciones carnales" con Estados Unidos. Oportuna e ingeniosa observación de la Señora, aunque acerca de esas relaciones carnales privadas a las que ella hizo referencia, habría que investigar con más rigor si fueron tan exclusivas, investigación que de todas maneras nunca podrá debilitar el hecho real y evidente que la inesperada viudez de Cristina fue sin dudas un drama íntimo doloroso, pero también un eficaz recurso para ganar las elecciones, ya que como dijera un politólogo, es muy difícil, por no decir imposible, ganarle a una viuda literalmente bañada en lágrimas.
IX
Después asistimos a la pareja de Mauricio y Juliana. Convengamos que más allá de méritos y defectos en la gestión del gobierno, esa pareja fue uno de los logros más reconocidos de Macri. Exagerados o no, algunos compararon a Juliana con Jacqueline. Esto significaba valorizar la elegancia, el buen gusto y el talento de una mujer para ejercer una presencia política sin mencionar la palabra política. Ni Jacqueline ni Juliana reclamaron para ganar espacio cargos políticos. Se limitaron a ser encantadoras. Algo parecido nos resulta difícil decir de Fabiola Yañez. No se trata de ser más linda o más fea, o de tener ojos celestes o marrones; se trata de otra cosa, una cosa que está visto que Fabiola nunca va a poder descifrar. Y ahora, Horacio y Milagros. El romance recién se inicia, pero más allá de intimidades amorosas lo que nos importa saber es si esos amoríos incidirán o no en las peripecias de la política. Admitamos que el amor y la política más de una vez han paseado del brazo y más de una vez se han declarado la guerra. Horacio debe admitir por su parte que en política los milagros no suelen ser frecuentes, aunque en la Argentina que nos toca vivir todo puede ser posible.