Por Augusto Munaro
Por Augusto Munaro
En esta singular colección de poemas de métrica variada de Horacio Castillo (h), la encrucijada de la enfermedad lleva al poeta a indagar sobre aquel misterioso umbral llamado muerte. Lo hace cautelosamente. Plantea y cuestiona las fisuras de lo real a través de cada página, con meticulosa exhaustividad. Mide cada observación, la registra con tono neutro. Así, "Las tumbas del yo" (*), da un paso más allá, donde la conciencia aturdida está por fallar, y el espíritu se encuentra próximo a abandonar este cuerpo para unirse a una bandada de pájaros.
Ese trance íntimo, y angustioso, atraviesa el núcleo de su decir. Alguien que no sabe si le ha llegado su hora. Poemas claros, limpios: una poesía que tiene la modulación de un decir preciso, una que evita el gemido poético (no hay efusiones ni confidencias exhibicionistas). Sus motivos e imágenes, muchas veces sorprendentes por su plasticidad dramática, elucidan resonancias originales. Es el resultado de una combinatoria de exactitud y, sobre todo, lucidez rítmica. Su poesía busca lo esencial, y lo hace con una difícil precisión lexical. Una propuesta, un vuelco hacia un suave, casi tímido, hermetismo poético. Una pulsión de matiz autorreflexiva, que ensimismada en su misterio, ha creado un lenguaje propio.
A la deriva de la duda, Castillo cuestiona la realidad y la aparente indudabilidad del mundo que es testigo de ese malestar existencial. Sus líricas virtudes radican al hurgar en su mundo interior. La cadencia de sus puras y espontáneas expresiones en torno al transcurso del tiempo y sus efectos arraigados en la nostalgia. Paisajes de su niñez que el tiempo ha derrotado, y comienzan a borronearse en la memoria del poeta; los recuerdos infantiles. Horas sin viento, paisajes a punto de extinguirse.
La construcción sólida de los poemas, la coherencia de su arquitectura, acompañan la exactitud del sentido, a manera de una correspondencia ajustada que no deja lugar a la ambigüedad. De esta forma, ese concepto entendido como poesía, esa lucha entre alumbramiento y ocultación, Castillo la honra con piezas perfectas, como resultan ser, sus poemas "Médanos" y "La espera". Allí es donde encuentra la feliz velocidad de imagen. Un ritmo inmejorable. Toda eternidad es provisoria. A pesar de ello, los mejores versos de Castillo tienen la ilusión de una saludable perdurabilidad. La sobria edición lleva una contratapa firmada por el poeta Rafael Felipe Oteriño.
(*) Obra de Horacio Castillo (h), publicada por Ediciones La Carta de Oliver. Buenos Aires, Argentina, 2022 (64 páginas).