Jueves 16.11.2023
/Última actualización 4:25
América Latina concentra el 9% de la población mundial y es la región donde se comete el 35% de los homicidios del mundo. Las encuestas en Argentina exhiben desde hace varios años que la inseguridad es una de las demandas sociales principales. Si bien investigaciones de organizaciones internacionales como la ONU y la OEA muestran que la tasa de homicidios ubica a la Argentina dentro del grupo de países con indicadores más bajos de América Latina, no es menos cierto que la tasa de robos del país duplica la del promedio hemisférico. Esto significa que la delincuencia es un flagelo que merece suma atención.
Ante este diagnóstico aparecen falsos profetas con facilidad para expresar disparates como si fueran verdades, que se presentan como revisionistas y proponen la libre portación de armas como medida para combatir la violencia. La evidencia empírica revela que la libre portación de armas no disminuye la cantidad de homicidios. Al contrario, expone que existe una relación proporcional: a mayor cantidad de armas en la sociedad civil, mayor cantidad de muertes, ya sea por homicidios, suicidios, femicidios o accidentes.
Colombia llegó a tener una tasa de 76 homicidios cada 100 mil habitantes en su época más violenta, cuando la ciudad de Medellín era llamada la "Capital mundial del crimen" (su tasa era de 381 homicidios cada 100 mil habitantes). Hoy la tasa de Colombia bajó notoriamente, ya que es de 26 homicidios cada 100 mil habitantes. Una de las medidas que contribuyó a esta reducción de los niveles de violencia fue la prohibición de la libre portación de armas. En Bogotá esta medida también redujo la violencia. Esta decisión se mantuvo a pesar del cambio de los gobiernos nacionales.
En este mismo sentido es oportuno señalar experiencia de países como Japón, Canadá y Corea del Sur que aplican estrictos controles de armas y presentan tasas de delitos violentos bajas. En el otro extremo se ubica Estados Unidos, el país con más cantidad de armas de fuego en manos de civiles del planeta: 120 armas cada 100 personas. Argentina presenta una tasa de 7,4 armas de fuego en manos de civiles cada 100 habitantes. Está por debajo de la mayoría de los países en el ranking regional.
En Argentina rige la Ley Nacional de Armas y Explosivos, que especifica las diferentes categorías de armas de fuego que pueden ser utilizadas con ciertos permisos. Y se prohíben las automáticas para el uso de civiles. La Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMAC) tiene el objetivo de controlar el cumplimiento de esta ley. La tenencia es sólo para uso en establecimientos autorizados y las armas no pueden transportarse cargadas para su uso inmediato, según establece la ANMAC.
Para la portación de armas el trámite es diferente. Se trata del permiso para disponer de un arma de fuego cargada en condiciones de uso inmediato en un lugar público. Se exige ser legítimo usuario y tener registrada el arma sobre la que se solicita portación, certificado de antecedentes penales, examen psicofísico y una nota que justifique razones de seguridad y defensa por las que se solicita la portación.
Los programas de desarme como herramienta de prevención de la violencia arrojaron resultados positivos en Argentina. El Programa Nacional de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego y Municiones, consiste en posibilitarle a la sociedad entregar de manera anónima y voluntaria armas de fuego y municiones a cambio de un estímulo económico.
La puesta en práctica de este programa permitió sacar de circulación más de 200 mil armas de fuego en el período 2007-2022. Las armas que entregan los civiles son destruidas en un horno de elevada temperatura. Lo expuesto derrumba la peligrosa fantasía que busca instalar que una sociedad armada reduce la cantidad de homicidios por el incremento del riesgo que implica para el delincuente encontrarse con una persona armada que puede defenderse y herirlo o matarlo. Las evidencias actuales refutan esta hipótesis.
Las armas deben estar en manos de instituciones que cuentan con legitimidad, legalidad e idoneidad para tenerlas y usarlas. Fomentar la proliferación de la tenencia y/o portación de armas es como echarle leña al fuego para apagarlo. Los datos son contundentes: más armas en manos de civiles significan menos seguridad. Y lo que la sociedad demanda no son más armas sino más seguridad, que es muy diferente.
(*) Director del Posgrado en Gestión de Gobierno en la Universidad de Belgrano, especializado en el Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa de Washington.