De la prudencia del gasto a la revulsión de la política en el "estiércol del diablo"
El paleo libertario avanza sin adversarios ciertos. Los estandartes del "Estado de Bienestar con déficit cero" no encuentran mástil sólido ni abanderado digno.
De la prudencia del gasto a la revulsión de la política en el "estiércol del diablo"
"Nosotros coincidimos en la idea del déficit cero. Nos parece que está muy bien. Nos parece que está bien también sacar todo tipo de gasto innecesario y por eso nuestro primer ajuste fue a la política, al control de las licitaciones públicas, buscar los mejores precios. Y en ese camino coincidimos 100%; en lo que nosotros no coincidimos específicamente es que una provincia no puede parar de hacer obra pública, de dar educación, de dar seguridad".
Gisela Scaglia "colgó" el video la pasada semana en sus redes. La vicegobernadora de Santa Fe repitió lo que -como un mantra- viene sosteniendo el propio gobernador Maximiliano Pullaro, que incluso habla de su ministro de Economía, Pablo Olivares, como un "Messi" de las cuentas públicas por el superávit logrado en medio de la recesión y bajo la motosierra del gobierno central. Son cultores santafesinos de un ajuste sensible, con reproches de ocasión por la deuda previsional de Nación con Santa Fe o el abandono de las rutas.
Javier Milei ha presentado el déficit cero como piedra basal de su propuesta. En general, la escena política argentina -a excepción del inconducente empecinamiento de Cristina Fernández y de la izquierda- ha encontrado en la prudencia fiscal un punto de coincidencia no consensuada pero implícita. Amalgama del espanto.
En la línea de Platón, Aristóteles y Santo Tomás, la prudencia es una virtud (cardinal), una capacidad de distinguir lo bueno de lo malo, de actuar con sensatez… también está Emmanuel Kant, para quien la "klugheit" es una habilidad en la elección de los medios para alcanzar la felicidad, así como un conocimiento mundano para actuar sobre otras personas en procura de un beneficio duradero.
El presidente reduce la prudencia al plano de la economía, incluso de la mera contabilidad (sepan disculpar los contadores). "...éste será el primer año de superávit fiscal sin entrar en default de toda la historia argentina. ¡Vaya si no hay gestión!", se jactó el Jefe de Estado en su soliloquio paleo libertario, durante la presentación del presupuesto 2025.
"Gestionar es haber evitado la hiperinflación que nos dejaron en puerta. Gestionar es sanear el balance del Banco Central y desactivar la bomba de deuda que heredamos. Gestionar es reducir el gasto público de la manera que lo hicimos, en el tiempo récord que lo hicimos y sin haber abandonado a los sectores más vulnerables de la sociedad. Gestionar es haber aprobado la reforma legislativa más ambiciosa de los últimos 40 años con 37 diputados y 6 senadores".
Javier Milei ha presentado el déficit cero como piedra basal de su propuesta.
Una buena pregunta sería: ¿sólo eso es gestionar? Falta, sólo para empezar, el capítulo penal de las desmesuras. Lo peor de Comodoro Py se cuenta entre lo más estable de la Argentina.
Augustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina (Conicet, Odsa, Uba, Uca) en un informe de principios de diciembre de 2023, habló de la "incapacidad de la sociedad de generar riquezas y distribuirlas", contemplando igualdades en términos de "dignidad y desarrollo de capacidades". El análisis es un contraste incómodo de propia tropa para el compañero Jorge Bergoglio; no se puede redistribuir lo que no se produce.
Desde el traumático cambio de siglo -y antes de Milei- en la Argentina el empleo varió 0% (puestos públicos, informalidad y planes mediante); el salario real cayó 0,24% anual ; el gasto público social trepó hasta el 33% del PBI (arrancó el siglo en 22%) y maquilló el empobrecimiento estructural; el déficit fiscal promedió del 2% se cubrió con impuestos, deuda y emisión, la inflación saltó del 3% en 2003 a casi 200% en el cierre de 2023 (fue 40,9% en 2002, en la salida de la convertibilidad). Son las cuentas que ofreció la Universidad Católica; Salvia reconoció en aquel entonces que el modelo había fracasado. Después, la sociedad eligió a Milei.
Luis Caputo repitió sus diagnósticos esta semana en Rosario. Inflación mayorista al 2,1%; 9 meses de superávit comercial, 8 meses de superávit fiscal, 4 meses de recuperación salarial formal, crédito al sector privado recuperándose en dos dígitos por mes para financiar actividad económica, base monetaria estable como el dólar… la lista sigue. "La ventaja de tener una situación macroeconómica sólida es que no va a haber crisis. Ese riesgo ya está eliminado", aseguró. Las sentencias, sabe la historia, nunca son previas.
El ministro de economía coincidió en algo con el militante peronista más ilustre de Roma. Pidió a los que tienen dólares que los saquen del colchón. Con una diferencia: les solicitó que los inviertan para producir, no que los repartan entre los seguidores de Grabois para financiar su campaña. Las finanzas no son caridad; Caputo no es jesuita. Repartir stock agota las existencias; generar flujos procura horizontes. La política necesita del "estiércol del diablo".
El gobierno nacional promete que el PBI recuperará 5% en 2025; Milei y Caputo negocian con el FMI dólares que dicen no necesitar -salvo para consolidar el balance del BCRA- y el blanqueo más el RIGI moverán la economía. La escena es verosímil; la capacidad de regenerar tejido social desde allí es una tierra prometida que por ahora está en el margen de lo posible. El camino, tal vez bueno, es largo y requiere una paciencia que no es infinita. Y demanda también algo más que paciencia.
En las antípodas despunta Martín Lousteau, preside la UCR; el ex ministro kirchnerista duda sobre Lijo pero alega principios para reclamar por las universidades y los jubilados y sancionar a los díscolos. Se afinca junto a los Manes en el radicalismo de Buenos Aires (no exento de vasos comunicantes con el peronismo), vota en soledad en el Senado… el partido no escapa a la revulsión de la política movimientista que no encuentra su reconfiguración consistente en el primer cuarto del "nuevo siglo". Tic tac.
Luis Caputo repitió sus diagnósticos esta semana en Rosario: "La ventaja de tener una situación macroeconómica sólida es que no va a haber crisis”, aseguró. Crédito: Noticias Argentinas
Máximo y Cristina se pelean con Kicillof; Juan Schiaretti se reúne con Randazzo y algunos intendentes del conurbano; Miguel Pichetto y Nicolás Massot exploran un retorno al peronismo tradicional que desafía el bloque que comparten con la socialista Mónica Fein. Acaso Pullaro -un silente alineado de Lousteau- sea el más consistente en el armado de su propio gobierno con espectro pro-socialista y en la ambición territorial desde la Región Litoral o la del Centro.
El movimientismo "no K" que se diferencia del paleo libertario, si acaso superó la etapa de estupefacción tras el triunfo de Milei, apenas está en ciernes. Los estandartes del "Estado de Bienestar con déficit cero" no encuentran mástil sólido ni abanderado digno.
Milei va -una vez más- a Estados Unidos con sus pretensiones de figura estelar a nivel mundial. A su regreso, Karina ensayará la presentación de un partido nacional que, en sus entrañas, aún alberga retortijones de conventillo en sus bancadas, la acechanza por derecha de la vicepresidente con agenda propia y los alineamientos inciertos entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich, de cara al armado de una propuesta electoral consistente con las pretensiones del presidente.
No es poca cosa acomodar las cuentas y ganar la batalla cultural de la prudencia fiscal. Acaso la virtud aún deba dar republicana batalla en los fangos de la revulsión política.