Cada vez que se plantean situaciones conflictivas en relación con la navegación paraguaya en el sector argentino de la hidrovía, resurge el recuerdo del "puerto preciso" de Santa Fe, mencionado por la prensa de Asunción como una página oscura en la memoria de aquel país. Lo hemos visto en estos días, cuando se planteó el litigio en torno a los peajes implementados desde nuestro gobierno nacional.
A la inversa, la historia y la literatura santafesinas recogen aquel beneficio como perteneciente a un tiempo dorado, cuando el puerto de Santa Fe, al decir de Agustín Zapata Gollán, apestaba, "como un viejo criollo" a yerba y tabaco paraguayo.
¿En qué consistió el privilegio de puerto preciso de Santa Fe?
Acuciada por los avances de los poderosos pueblos guaycurúes, la ciudad pidió protección al gobernador de Buenos Aires y envió a Madrid al procurador Antonio Fuentes del Arco y Godoy (el mismo que produjo la primera obra teatral del Río de la Plata en 1717). El resultado fue desafortunado: se crearon unos impuestos llamados "arbitrios" que se aplicarían a partir de 1729 a los productos paraguayos, especialmente a la yerba, con la idea de crear recursos defensivos.
En vez de beneficiar a la ciudad asediada, los impuestos aceleraron su ruina, ya que el tráfico fluvial se transfirió al puerto de Las Conchas en Buenos Aires. Frente a ello, Santa Fe protestó diciendo que la Real Cédula de 1726 que creaba los nuevos derechos obligaba a los barcos a concurrir a Santa Fe para pagarlos. Lo contrario sostuvieron desde el comercio porteño y desde la Compañía de Jesús en un debate que se prolongó desde 1730 a 1732, con resultado indefinido.
Fue así que Santa Fe recurrió a la Audiencia de Charcas, mucho más próxima a los intereses de Lima que a los de Buenos Aires, y obtuvo una Real Provisión en 1739 que creaba el privilegio de "puerto preciso", obligando a los barcos y garandumbas paraguayas a desembarcar su carga en Santa Fe, pagar los impuestos y continuar a su destino por tierra, ya fuera hacia el interior o hacia Buenos Aires. De esta manera se cumplía el sistema comercial fijado desde Lima que aislaba a Buenos Aires de mercados como el paraguayo, evitando la introducción de los productos llegados en los navíos de registro en competencia con el sistema de flotas y galeones del que Lima disfrutaba.
Este es el origen del puerto preciso, y no una Real Cédula del 31 de diciembre de 1662 como se sigue repitiendo erróneamente. La confusión surge de una interpretación tendenciosa que hizo el fiscal de Charcas para favorecer a Santa Fe, cuando aquella disposición estaba dirigida a impedir que los indios marineros de los barcos paraguayos fueran utilizados en Corrientes o en Santa Fe en otras actividades, o enviados como carreteros al Tucumán y al Perú.
La gestión en Charcas estuvo a cargo del prominente vecino Juan José de Lacoizqueta, que se trasladó después Madrid y consiguió la ratificación del "puerto preciso" por Real Cédula de 1743. Los recursos en contra de Asunción y Buenos Aires no prosperaron y Santa Fe comenzó a resurgir como consecuencia de una progresiva pacificación con mocovíes y abipones, la recuperación del comercio y el tránsito de mercaderes. El producto estrella del intercambio era la yerba mate, consumida en todo el espacio peruano, que hacía las veces de moneda en Paraguay, a falta de plata.
Quejas paraguayas y porteñas
Las quejas contra Santa Fe se multiplicaban. Se invocaban demoras en la provisión de carretas, altos costos en los fletes y alquileres, escases de productos europeos, dificultades de acceso al puerto, reducido número de comerciantes, casi todos parientes. Sin embargo, Santa Fe pretendía una vuelta de tuerca más: obligar a los barcos a regresar a Asunción, impidiendo que continuaran hasta Buenos Aires aún con sus bodegas vacías.
Una Real Provisión dada en Charcas en 1754 pareció respaldar esta pretensión. Pero fue allí que comenzaron a prosperar los reclamos paraguayos en un nuevo contexto internacional. El Tratado de Permuta suscripto entre España y Portugal en 1750 devolvía a aquella el puerto rioplatense de Colonia -foco del contrabando- y entregaba a la segunda siete pueblos de las Misiones. Aunque la aplicación del Tratado se demoraba y produjo el rechazo armado de los pueblos afectados, desde Charcas comenzaron a ver un costado peligroso en el "puerto preciso" de Santa Fe.
Si se cerraban las puertas del comercio paraguayo con Buenos Aires, bien podrían los asunceños recurrir al contrabando en la nueva frontera. Las Reales Provisiones de 1756 y 1757 producidas por el alto tribunal reflejan el cambio de postura. Comienzan a imponer condiciones a los santafesinos poniendo plazos para la provisión de carretas y autorizando a los barqueros a continuar hacia Buenos Aires si esos plazos no se cumplían.
El Tratado quedó finalmente sin efecto, pero el giro atlántico que experimentaba el comercio regional y la progresiva disolución del espacio peruano, amenazaban al privilegio santafesino. No obstante fue la década de 1760 la de mayor movimiento comercial del puerto preciso. Después comenzaron las mermas: Si la expulsión de los jesuitas en 1767 no afectó mayormente la economía de Santa Fe, si lo hicieron otras medidas tomadas por esos días que autorizaron a los barcos paraguayos a continuar a Buenos Aires si llevaban géneros de la Real Hacienda y carga de particulares como lastre. El monopolio de iba resquebrajando.
A todo esto Santa Fe designó a un apoderado en Madrid para gestionar a su favor frente a los recursos de Buenos Aires y de Asunción. Esta había presentado un voluminoso expediente en 1769 en contra del puerto preciso y Santa Fe respondió con otro, no menos extenso, en 1778. Contenía declaraciones de apoyo de Córdoba y de Santiago del Estero.
Pero las protestas paraguayas lograron eco en el Consejo de Indias. Se hizo una consulta al virrey Vértiz y al gobernador de Paraguay Melo de Portugal sobre la conveniencia de mantener el privilegio. Aunque Vértiz respondió que se podría mantener la concurrencia a Santa Fe para pagar los impuestos, Melo de Portugal fue terminante en el sentido de abolir toda obligatoriedad de concurrir a Santa Fe, dejando en libertad a los comerciantes para utilizar uno u otro puerto, e invocaba normas de librecomercio producidas por la Corona de inspiración fisiocrática.
El final del privilegio
El resultado fue que una Real Orden autorizó al virrey a suspender el privilegio si lo creía conveniente, cosa que resolvió Vértiz en forma provisoria el 13 de abril de 1780. Por su parte, el Consejo de Indias dictaminó el 14 de febrero de 1781 que no debía obligarse a los barcos paraguayos a concurrir a Santa Fe ni aún para pagar los impuestos instituidos en 1726 para su defensa. Aunque nunca se dictó una Real Cédula que dejara sin efecto la de 1743, y aboliera por lo tanto el privilegio de puerto preciso, la disposición provisoria de Vértiz se transformó en definitiva.
Mal que les pesara a asunceños y porteños, el puerto preciso de Santa Fe permitió a esta ciudad surgir de las cenizas, cuando en la década de 1720 estuvo a punto de desaparecer, apremiada por los pueblos guaycurúes y abandonada por el comercio. Quizá el error fue sostener el privilegio demasiado tiempo, prolongando la dependencia paraguaya más allá de lo imprescindible.
La consecuencia de su abolición fue que los barcos paraguayos dejaron de concurrir a Santa Fe y también los mercaderes que venían del interior con sus productos. La ciudad comenzó a sufrir una creciente decadencia que está documentada en los testimonios de los marinos españoles Aguirre y Azara o en el informe del procurador Larramendi. Pero con el tiempo surgieron otras oportunidades.
Lo arreos de mulas a la feria anual de Salta, la creciente demanda de carne del mercado porteño y de cueros del mercado internacional, terminaron por reacomodar las cosas, mientras los propios santafesinos armaron sus embarcaciones para ir a buscar la yerba al Paraguay. Eran volúmenes más modestos, pero suficientes como para sostener una ciudad que estaba llamada a grandes roles en los tiempos que se anunciaban.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos