Noviembre de 2023 es el último mes entero para los tres cargos ejecutivos. El intendente de Rosario, el gobernador de Santa Fe y el señor presidente. Con pocos votos totales y por escasa diferencia, Pablo Javkin tiene un segundo mandato. En la provincia no existe tal cláusula y en la presidencia, que si existe, no se usó. En Rosario, el eje fundamental de las críticas, pocas según se mire ya que la mayoría del periodismo trata con benevolencia al intendente, refieren a la escasa gestión antes que a negociados o casos de corrupción.
Permisos rápidamente concedidos o renovaciones sin mirar con anteojos la letra chica, no le hacen a un eje que repito: "Rosario, la historia detrás de la mafia narco que se adueñó de la ciudad". Es el título de un libro que va por su tercera edición sin que la intendencia diga esta boca es mía, sin que los concejales se enojen o que, por caso, el periodismo investigue las cosas que se dan por sucedidas y que nadie confronta.
Rosario es, a estar por los sucesos, una ciudad donde los narcos son dueños y la vida es con susto y respingo, a la espera de una balacera que, por sucesos propios del juego de territorios, termine con alguien rebelde asesinado a balazos y un par de inocentes circunstanciales que también morirán. "El estanciero" o "Monopoly", en una mesa clandestina están jugando los jefecitos narcos y, dentro y desvalidos, los que vivimos somos papelitos en ese tablero.
Mirá tambiénEstá comenzando la tristezaPara Javkin este noviembre será el último del primer mandato; se tomará juramento a sí mismo, renovará el juego de secretarías que dependen de su impronta y apostará a lo que verdaderamente quiere: la candidatura a gobernador en 2027. Parece temprano. Los planes a largo plazo tienen eso: el tiempo necesario para que se cumplan. El centro de este acertijo es de qué modo marcha hacia la gobernación. El antecedente de calidad de gestión no entra, por ahora, en el puntaje. Las declaraciones y la victimización sí, pero eso ya lo hacían los socialistas a quienes reemplazó.
Han cambiado las relaciones de 2023 al 2027. En la ciudad ya no es tan fluida con Franco Bartolacci (rector UNR) y su pareja, la titular del Concejo, María Eugenia Schmuck. El radicalismo desconfía de Javkin, que tiene un problema de responsabilidades; ni gobierno nacional con la impronta de CFK, ni provincial con la tacañería de Perotti/Agosto. Otros jugadores. Maximiliano Pullaro un millón de votos, Javier Milei el 56%. Nadie propio.
Hay para Javkin una ventaja, no hay líder opositor a la vista. El peronismo es una tienda de campaña pronta a levantarse en mitad de la derrota, la huida y el desbande a lo que debe sumarse que el radicalismo, como Juntos por el Cambio, son dos agrupaciones, una es territorial, la otra anómala; ni suman ni restan, no ofertan nombres con raigambre.
Javkin está solo y espera. No es bueno porque la confrontación mejora la calidad. Javkin es, como para la disputa por la intendencia y ante Juan Monteverde (un joven suelto al que adhirió el peronismo… suicidándose), el malo conocido. Es su emblema. Noviembre lo encontró viajando y sin decir que votaba a uno u otro. Tenía razón, le daba lo mismo.
Omar Perotti, como Alejandra Rodenas, se despiden de la gobernación, muchos creen que para siempre pero, quien puede decir que el peronismo sea un partido, un recuerdo o una fuerza arrolladora allá por 2027. Perotti se ofertó como diputado provincial para el período que viene. Asumirá en diciembre. Al menos eso dicen en sus cercanías. El peronismo provincial está en estado de indefensión. El senador nacional Marcelo Lewandowski, en su carácter de candidato repartía pelotas de fútbol. No alcanzó y permítanme, se sabía que no alcanzaba.
En el territorio se perdieron muchas senadurías provinciales por chambonadas y abandonos. El peronismo es una clara minoría en el Senado provincial -esto es histórico y lamentable- y una tienda llena de caciques en las diputaciones provinciales... y esto es histórico, lamentable y, también, irreparable para el peronismo.
Marcelo Fabián Sain vino con la intención de destruir a Armando Traferri, senador por el departamento San Lorenzo que, obvio, sigue siendo senador. El "Pipi" soportó embates, se sobrepuso y es el bastión peronista en una Cámara favorable a Pullaro. Traferri es uno de los pocos, sobre 19. Todavía no hay dimensión del terremoto Sain, que fue funcionario con Lifschitz/Pullaro y ministro (con la lengua suelta) con Perotti.
El gobernador gestionó bien/mal/ regular (táchese lo que no corresponda), pero este noviembre lo encuentra sin ser jefe de un peronismo provincial que nunca lo aceptó como tal… ni el rafaelino se esforzó en demasía para llenar la solicitud. Esto es visible hasta hoy. A la Región Rosario le dejó obras terminadas, empezadas y anunciadas, pero no se lo veía por el pago.
Hay una pregunta que aún hoy me asombra. El socialismo inauguró siete veces un hospital gigantesco que no se podía construir, gastó millones de dólares y, acaso por afecto con los empresarios que cobraron sus certificados de obra, acaso por distracción, el gobierno de Perotti nunca denunció la muerte de ese elefante que aún hoy increpa a los socialistas (y también a Perotti): no está, es visible su tamaño y su inutilidad. Ni denuncia, ni investigación, ni nada. Es una muestra del estilo.
En ese juego de roles, la vicegobernación, a cargo de la ex jueza Alejandra Rodenas, del mismísimo sur, fue un bastión del "silencio hospital". Hija de un legendario ("Tito" Rodenas) no tuvo protagonismo. Inexplicable. Para el peronismo provincial el sur no existió. Para los políticos territoriales, no los mediáticos, solo la presencia certifica existencia.
Buscando un porqué del fracaso peronista en Santa Fe (nota: alejado de las elecciones nacionales y sin Javier Milei molestando) uno debe mirar la comunicación y la empatía, esa palabra tan rara y tan simple. Tal vez ese sea el eje de la falla: el énfasis por resolver cuestiones partidarias y la vehemencia en la conversación política. Cero. Dos ausencias. El último noviembre lo encuentra explicando que está la plata para los sueldos y que toda la administración pública tuvo siempre buenas paritarias. Es un dato formidable. No trajo votos ese comportamiento. Ni afecto. Ni crecimiento partidario.
La nación se dispone a una jugada maestra del terror. Noviembre nos encuentra con un presidente que nunca ejerció con las mismas palabras usadas en el párrafo anterior: énfasis y vehemencia. No los tuvo, no los tiene a estos dos atributos. Falto de atributos esenciales no supo qué hacer. Fernández no sirvió para domesticar a su jefa (CFK), ni para demostrar que nos quería bien como pueblo. Mentir es maltratar. Fernández mintió.
No tomaría por tonto a quien una vez popularizó un verbo, "borocotizar", cuando consiguió dar vuelta el voto de un diputado mediático: Borocotó Juniors ("Borocotito"). Hoy eso es una anécdota; la calidad de tránsfuga es elemental para la política Pos Peste y no es un adjetivo calificativo despectivo ni un verbo de nuevo cuño que aflija a persona alguna en el sitio que sea: Concejo, Provincia o Nación. Él mismo es un tránsfuga (por favor, buscar en el diccionario de la Real Academia Española).
Alberto Fernández estará entre los presidentes, su foto integrará el paseo donde los muestran. Su noviembre será diferente del noviembre de quien es jefa del peronismo y demuestra, más allá de su capacidad para dañar, que es verdaderamente dueña del poder que le confieren y lo usa. Este noviembre CFK acaba de cargarse a dos figuras relevantes: Fernández Alberto y Massa, Sergio Tomás. Un presidente que ella eligió y un superministro que entronizó. Hace diez años se perfilaban como enemigos declarados. Los trajo a su reino, les dio poder delegado y allá fueron a la mínima hoguera, leños calentando la olla de un guiso carrero
Este noviembre la encuentra en la posición más radiante de ese planetario, ya no es el sol central de la bandera peruca desflecada, pero no hay quien la reemplace; solo la biología la amenaza pero cuidado, todos estamos más grandes, más sabios y más endurecidos, Cristina también. En estos días desnudó la interna de los triunfadores exigiendo -ella, Cristina- el cumplimiento de las tradiciones democráticas en las sucesiones de los cargos. Genial.
Donde tenemos, en la provincia, un problema no resuelto es en el Senado de la Nación. Lewandowski seguirá a quien… se supone que a Cristina. Misterio. Carolina Losada dijo de Pullaro cosas tan terribles como las que se profirieron Patricia Bullrich y Milei, pero no la vimos ni denunciar en la justicia ni retractarse. Dionisio Scarpin, entre la senaduría nacional y una diputación provincial (el primer término fue Clara García, no ganó, no ganó, no ganó su sector… no ganó) eligió la provincia y por tal razón el hijo del Dr. Galareto, antiguo político del sur santafesino, es senador nacional. Pullaro debe hablar con los tres. No sabría cómo aconsejarlo.
En la Nación, hidrovía, juzgados federales, puertos, droga, ATN y los impuestos al agro… Se necesitan espadas defensoras. Los diputados nacionales constituyen un desafío nominal: ¿Cuáles son sus nombres? ¿Usted los conoce a todos? ¿En serio? Noviembre los pone en el anonimato de una foto de entrega de diplomas.
¿Cómo resolverá Pullaro... ojito, ojito, desde el 10 de diciembre... estos problemas de noviembre? No me pregunten a mí, yo soy periodista, soy el que hace las preguntas… aún en noviembre.
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