Maximiliano Pullaro no ha cazado la liebre y por eso no pone el caldero al fuego, sino que recorre la provincia día por día para eso: para cazar la liebre. El 10 de septiembre se vota y todos suponen que será el próximo gobernador electo a partir de ese día. Algunos de sus aliados han puesto su propia ollita al calor del porvenir. Muchos lo juzgan apresurados.
Menudo problema para Omar Perotti, desde esa fecha hasta el 10 de diciembre, que entrega el gobierno "sí o sí". La transición no es sencilla. El radicalismo desde el Dr. Aldo Tessio no gobierna Santa Fe. Fue entrecruzada y atormentada la relación con el socialismo. Ahora es el radicalismo de raíz completa el que llega. Pullaro era/es Franja Morada y eso es casi genético.
Hermes Binner avisaba cuando ya tenía todo decidido. Roberto Miguel Lifschitz, el otro líder, hasta ahora el último jefe socialista con votos propios, decidía en silencio y después conciliaba. Es memoria de pasillo de la Municipalidad la presencia de los soldaditos de Lifschitz queriendo ordenar Rosario. Con esa prepotencia pedirían el Ministerio de Cultura. Los líderes no están, las malas costumbres persistirían
No se puede entender esta consecuencia del posible triunfo de Pullaro sin la secuencia. La Cultura no es "un bien mostrenco para un reparto pampa"… diría Arturo Jauretche. Vamos con la secuencia. La Cultura Provincial arranca con Néstor Zapata y un concepto sobre "popular", "masivo" y Estado. 1983, José María Vernet. La misma matriz observa, desde su arranque, María de los Ángeles González, la "Chiqui". Derivada de Zapata, con quien trabajó. Mucho más hegemónica y absolutista, parapetada en su inmensa capacidad creativa, con la "Chiqui" la cultura provincial alcanza el rango de Ministerio.
Nota para no olvidar: Binner inventa dos ministerios. Cultura y Trabajo. La "Chiqui" esconde Cultura con el pomposo "Innovación y Cultura". No le hace al fondo, Binner inventa lo posible, que el peronismo no había inventado: Ministerio de Trabajo. Sí, de Trabajo. Y de Cultura. Desde aquel Zapata y Mercedes en la cancha de Rosario Central a Los Palmeras en el Obelisco hay una relación con los mismos elementos: masivo, popular, apoyo estatal. Tal vez otra calidad. Cambia, todo cambia.
Vuelve el peronismo a gobernar la provincia y el último secretario de Cultura del peronismo, con Jorge Obeid gobernador, es el Ministro de Cultura con Omar Perotti.
Rosario, con el "Tigre" Caballero y aquella invitación a León Gieco (cierta o no) y la asamblea de la "comisión directiva" del PSP para nombrar a Enrique Llopis, el socialismo se rindió ante los intelectuales y/o los populares antes que los académicos. La "Chiqui" era abogada… también libretista y directora teatral, era parte del equipo que se originó con Zapata. No es ironía que se hizo una asamblea para aprobar la entrada a Cultura de Enrique Llopis. Es necesario resaltar que los teóricos de la cultura nunca fueron gestores culturales.
La presencia de Jorge Llonch, el último secretario de Cultura del peronismo (dependía de Educación, algo realmente inconducente) como el primero que, desde el peronismo, llegaba a ese ministerio inventado por Binner, provocó un terremoto en los burócratas que se fueron juntando con los años.
Debe indicarse que Binner daba la libertad irrestricta de quien no sabe el cómo pero sabe que alguien debe hacerlo y lo acepta. Esa libertad tuvo la "Chiqui" González. El que bordaba y zurcía detrás era Alejandro Tejeda y quien sonreía y prestaba ideas, Dante Taparelli.
Con el socialismo la cultura provincial fue una extensión de la ciudad. En Cultura Municipal hay burócratas en edad de jubilarse que nunca fueron creativos y allí están. El socialismo lleva demasiados años y hay demasiados cargos en el plantel municipal. Demasiados sueldos y pocas ideas.
Hago expresa referencia a una excepción: Rafael Oscar Ielpi está en la función pública desde 1983. Se le debe mucho de lo bueno (Feria de Colectividades, Centros Barriales, junto con Hugo Diz el Festival de Poesía y lo básico: honestidad en el cargo). Ojalá todos fuesen como el "Negro". Es radical y ni siquiera Javkin se animó a quitarlo de su último gran cargo: Centro Cultural Fontanarrosa. Allí, sobre la placita Montenegro, en el adefesio creado por los milicos para el Mundial 78.
En el ministerio también hay excesos provenientes de aquel socialismo gobernante pero ay, ay, algunos antes de jubilarse querrían una revancha personal, el último cargo por encima del escalafón, un último relumbrón del oropel. Es muy humano. Es muy peligroso.
Ha cambiado el concepto de Cultura Popular… (la oficial) desde aquellos años a estos, pos pandemia. El trabajo de Llonch en mitad de La Peste puede y merece ser estudiado sobre el cómo sobrevivir espiritualmente en mitad de un aislamiento. Su conducta al frente del ministerio como el desprecio por cualquier tipo de censura merecen un si persistente.
En ese gabinete que integra mucho deben tener un insulto guardado para alguien tan abierto y despojado de militancia oscura. Debo indicar un punto superior: es ministro y lo fue cuando el vendaval Sain azotó la provincia y sus actores políticos. No es un detalle. Para nada. Sain fue eso, un terremoto que alteró muchas cosas. Llonch sobrevivió y ese es uno de sus aportes al medallero de Cultura Popular en mitad de aquello: un terremoto informativo y… degenerativo.
Pullaro es sabedor de la importancia de algunas cuestiones elementales que otros no supieron o no quisieron entender. Un gobernante debe saber esto que es básico. El valor de los hechos culturales y el relato. De la calidad integradora de la cultura en una provincia bicéfala. El sitio especial del Poder Legislativo y qué debe decirse en la narrativa de una historia que se va armando. Que sigue armándose.
Además, debe saber el valor de concurrencia -efectiva- en los fastos populares para el encuentro de una provincia tan extendida. Del Poder Ejecutivo y donde debe estar "sí o sí"… culturalmente hablando, con el apoyo, gestual más que económico. Pullaro lo sabe porque vio qué presión ejercía la "Chiqui" sobre un Lifschitz más inclinado a otras cuestiones.
(...) Pullaro es sabedor de la importancia de algunas cuestiones elementales que otros no supieron o no quisieron entender. Un gobernante debe saber esto que es básico. El valor de los hechos culturales y el relato. De la calidad integradora de la cultura en una provincia bicéfala. El sitio especial del Poder Legislativo y qué debe decirse en la narrativa de una historia que se va armando. Que sigue armándose.
Adherir a Arnold J. Toynbee y sostener que todo lo que no es obra de Dios es obra de los hombres… y eso es Cultura, nos pone en un recinto donde se sufre mucho si se quiere libertad y amplitud. Aceptar esa lucha es parte del cotidiano de muchos, donde estoy incluido.
Hoy las nubes imperecederas, las plataformas multiplicadoras y la absoluta libertad del individuo y las redes y, por ellas, al universo, asusta si se lo piensa como un total que es tan inmenso como frágil, que puede quedar disminuido a un burócrata que pelee por un cargo sin respetar el mañana, adherido a una memoria que, como dice Alfredo Le Pera, "ya no se puede resucitar".