Nos escribe Gerardo (25 años, San Fernando): "Hola Luciano, te escribo porque tengo una situación que quisiera solucionar y me parece que me podés ayudar. El tema es que estoy saliendo con una chica y estamos re bien. A mí me gustaría dar un pasito más, pero tampoco quiero que la cosa se vuelva muy formal. No quiero que ella flashee compromiso, pero sí que haya más reciprocidad. A mí ella me encanta y estoy súper bien, no sé si soy claro, no quiero estar con otras chicas, los fines de semana me gusta salir con ella, pero una pareja posta ya me parece un montón, ¿me das una mano con qué decirle?".
Querido Gerardo, muchísimas gracias por tu mensaje, sobre todo porque es concreto y honesto. Entonces, en primer lugar, te voy a proponer una distinción: vos decís "solucionar" y yo te voy a decir que tu conflicto no tiene solución –porque "solución" tiene un problema, pero lo tuyo, como dije, es un conflicto y para estos últimos vale más bien la idea de resolver, que consiste en tener que vivir durante un tiempo con el conflicto hasta su re-resolución; pero una resolución no es una solución, sino que en el camino de resolver vamos a ir perdiendo las soluciones, más o menos inmediatas, para llegar finalmente a una acción inevitable, la que no podremos dejar de realizar si somos nosotros mismos.
Con esto quiero decirte que te voy a acompañar en tu recorrido, con la intención de que puedas entender mejor tu conflicto y luego veas qué hacer y a qué acto entregarte. Partamos de una noción simple: desde que en el mundo dejó de existir el matrimonio como institución que regula las relaciones amorosas, hablamos de "parejas" y, curiosamente, en la sociedad de las parejas se trata de estar adentro o afuera –mejor dicho, el gran problema parece ser hasta qué punto nos metemos en el vínculo. Respecto de este punto, te voy a decir algo sencillo y contundente: está el compromiso con el otro, sí, pero hay un compromiso más importante que es el que podés tener con vos mismo y tu deseo.
Acerca de esto último, me decís que estás contento; se te nota muy alegre y hasta te voy a decir que esa alegría es contagiosa, así que me alegro por y con vos. Por lo tanto, te voy a dar un consejo: no te pongas a especular demasiado y tené en cuenta que nunca vas a estar seguro de nada si antes no das ciertos pasos. Es un error –gravísimo– de esta época plantear que primero tenemos que estar seguros, antes de tomar ciertas decisiones. Este tipo de actitud alimenta el temor a la pérdida y así es que perdemos mucho más, porque quedamos atados a lo que podría haber sido y nos conformamos con estar menos solos en lugar de estar en serio con alguien.
Ahora bien, creo que hay otro problema en esta época de parejas. Por un lado, es cierto que la gente se sigue casando, pero cuando digo que el matrimonio ya no es la institución que regula los vínculos, me refiero –por ejemplo, entre otras cuestiones– a que perdimos de vista el noviazgo como etapa preliminar de una relación. Hoy simplemente decimos que estamos en pareja, como si todas las parejas fueran demasiado formales. En este punto, Gerardo, tengo en claro que no sabés si vas a casarte, pero fíjate cómo te ponés a hacer aclaraciones que son innecesarias. Entonces parece que te defendés mucho más que proponer. ¿Pensaste en todo lo lindo que tenés para proponerle a ella, en lugar de querer limitar su "flash"?
En otro tiempo, el noviazgo era una etapa central en la consolidación de una relación. Era un tiempo privilegiado, para que el novio se conociera a sí mismo a través de su amor y, al mismo tiempo, que se insertara en el mundo de la novia (amigos y familia). En esta época de parejas –como la llamo– nadie se investiga a sí mismo, sino que estamos más atentos a qué hace el otro, en busca de garantías de su presencia y su medio se nos volvió amenazante, tal como lo muestran los celos respecto de que el otro quiera ver a otras personas o bien la crisis que a veces producen los familiares que se viven como invasivos.
Hasta hace un tiempo, el noviazgo era una etapa fundamental para que, como novios, aprendiéramos a ser parte de un entorno y que la seguridad viniese de esa participación; era la fase que seguía a la seducción que, prolongada más de la cuenta, se volvía sufriente y siempre al borde de ser insufrible. Esto es lo que ocurre hoy, porque no se deja atrás la seducción y se la reclama permanentemente, en lugar de pensar parejas que construyan un amor para dos, un nosotros al que regresar y en el que reposar. Las celotipias contemporáneas muestran que no podemos dejar de lado la seducción y la cacería del deseo. Sin duda, haber perdido lo que implica el noviazgo es una derrota amorosa de nuestra cultura.
Por lo tanto, querido Gerardo, me despido con un consejo que espero te resulte útil. Un día la invitás a tomar unos mates y después de conversar un rato; después de decirle lo mucho que te gusta y lo encantado que estás; después de guardarte en el bolsillo todo lo que nadie te preguntó; le preguntás: "¿Querés ser mi novia?". Y que no te preocupe quedar como un tonto, porque no me cabe duda de que lo sos –al igual que yo–, pero en estas situaciones se está pocas veces en esta vida y hay que aprovecharlas. Estoy convencido de que ella va a aceptar, así que les mando un beso a ambos y el mejor deseo para ustedes.
Partamos de una noción simple: desde que en el mundo dejó de existir el matrimonio como institución que regula las relaciones amorosas, hablamos de "parejas" y, curiosamente, en la sociedad de las parejas se trata de estar adentro o afuera –mejor dicho, el gran problema parece ser hasta qué punto nos metemos en el vínculo.
En esta época de parejas –como la llamo– nadie se investiga a sí mismo, sino que estamos más atentos a qué hace el otro, en busca de garantías de su presencia y su medio se nos volvió amenazante, tal como lo muestran los celos respecto de que el otro quiera ver a otras personas o bien la crisis que a veces producen los familiares que se viven como invasivos.