I
I
Se dice, se murmura, se teme que Cristina se lo lleve puesto al presidente. No comparto estas prevenciones. Si algún temor me domina no es que Cristina se lo lleve puesto al presidente, sino que se la lleve puesta a la Argentina. A no equivocarse: la posible víctima de lo que nos está pasando no son Alberto, Massa o Cristina; la posible víctima, es el pueblo argentino. Nosotros somos los que vamos a pagar los platos rotos de las refriegas internas del peronismo. Así fue en 1975 y me temo que así puede ser en 2022.
II
Mientras los hechos se precipitan con final abierto o final irreversible, a los argentinos nos conviene mientras tanto aclararnos lo que está ocurriendo. Se dice que Cristina se está por hacer cargo del gobierno. Depende de lo que incluya esta afirmación. Por lo pronto, en términos políticos reales, este gobierno es el gobierno de Cristina desde el día que anunció la candidatura de Alberto Fernández. Lo fue desde siempre, más allá de deliberaciones internas, roscas y disputas. Cristina fue la creadora, la diseñadora y la dueña del poder. Lo fue y lo es. Imaginó, diseñó y levantó la casa. Después puso un inquilino, pero lo que siempre quedó claro es que la propietaria, titular y dueña de la casa era ella, El inquilino dispone de algunos derechos, pero el contrato es estricto, como también lo son las sanciones. El inquilino por su parte aprobó todas las cláusulas: las escritas con letra grande y las escritas con letra chica.
III
La experiencia de este gobierno verifica una vez más que en política el poder no se comparte. Y mucho menos la presidencia de la nación. El sillón de Rivadavia está pensado para que se siente una persona, no dos. Alberdi en este tema fue muy estricto. Para Mitre, Sarmiento, Avellaneda o Roca estas eran verdades elementales. Ni hablar, para Yrigoyen o Perón. El ensayo de Cristina no pretendió poner en duda este principio, en todo caso pretendió hacernos creer una ficción, porque para ella también estuvo claro que el poder era ella y Alberto siempre estuvo pensado como una suerte de jefe de gabinete, función que pareciera ser es lo que mejor sabe hacer, según algunos de sus piadosos comentaristas.
IV
Lo sucedido este fin de semana es algo más que un cambio de ministro. Lo sucedido confirma que el gobierno políticamente está agotado, es una cañita voladora apagada, un títere sin titiritero, un autito sin cuerda. Puede que tenga algo para decir, pero no tiene más nada que hacer salvo permitir que la nave llegue al año que viene. Se dice que los escenarios posibles de este culebrón populista son cuatro: Alberto echa a Cristina; Cristina copa definitivamente el poder; el poder se lo dan a Sergio Massa o Alberto renuncia y se convoca a elecciones anticipadas. Ninguna de estas posibles soluciones anticipa buenas noticias para los argentinos.
VI
La situación política en la cima del poder muy bien podría considerarse trágica, en tanto todas las salidas posibles están bloqueadas. Alberto no puede gobernar porque no sabe o no lo dejan; Cristina quiere controlar el poder, pero quiere los privilegios del poder y ninguna de sus responsabilidades. ¿Cómo compatibilizar su ambición por controlar todo y al mismo tiempo ser la candidata opositora del gobierno que es su propia creación? Asimismo, por razones de poder, ni Alberto ni Cristina están dispuestos a darle la suma del poder público a Sergio Massa. ¿Renuncia Alberto? Es una posibilidad real. Ingrata, peligrosa institucionalmente, pero real. Si Alberto renuncia no será porque la oposición convocó a las multitudes al saqueo o movilizó a los grupos económicos para que provoquen lo que se llama un "golpe de mercado". Nada de eso. Si Alberto renuncia será por su impotencia o por las turbulencias impiadosas de la interna peronista.
VII
Se especula que una posible victoria de Lula en Brasil crearía condiciones favorables para una candidatura de Cristina en la Argentina. La izquierda ha ganado en Chile, en Perú, en Colombia y tal vez gane en Brasil. Ha llegado la hora de la izquierda, especulan con cierto regocijo los kirchneristas. Yo no sería tan optimista. Las victorias de la izquierda en estos países suceden a gobiernos de derecha (para usar el lenguaje tradicional). Y más allá de festejos y especulaciones, habrá que ver cómo gobiernan, porque hay motivos para suponer que más que votar a favor de la izquierda se votó en contra de lo establecido. Mientras tanto en la Argentina, lo que estaría fracasando es la "izquierda populista" y el cambio por lo tanto no sería más izquierda sino lo contrario. Esto quiere decir que para 2023 el péndulo se inclinaría hacia la derecha. Advertencia: si no nos gusta la palabra derecha, digamos "centroderecha" o "centro", pero todos sabemos de qué estamos hablando.
VIII
Le aconsejaría a la oposición que no festeje por anticipado. En primer lugar, porque el peronismo (decirle "izquierda" al peronismo y a la propia Cristina es una abusiva licencia del lenguaje) dispone de poder, capacidad de maniobra, porque lanzado a ganar o defender el poder no hay consideraciones ideológicas o morales que lo contengan. Todo parece indicar que la derrota populista en 2023 es inevitable y los primeros en admitirlo son algunos de sus principales dirigentes, empezando por los gobernadores e intendentes que empiezan a tomar distancia baja la consigna "cada cual atiende su juego". La oposición sabe que dispone de muchas posibilidades de ganar el gobierno en 2023. Lo gana o se lo tiran en la cara, pero en cualquiera de los casos no le espera un sendero de rosas y jazmines, sino "un reguero de brasas". Lo saben. Importa destacarlo, para después no escuchar quejas acerca del calor de las brasas.
IX
Algunas reflexiones acerca de un episodio que no mereció mayores comentarios. El personaje se llama Alfred Bourla, Tiene 61 años. Nació en la ciudad griega de Salónica. Hijo de madre y padre judíos. En Salónica vivían 55.000 judíos cuando llegaron los nazis. Se salvaron dos mil. Más de cincuenta mil fueron fusilados o trasladados a Auschwitz, con el destino conocido. Entre los dos mil sobrevivientes estaban los padres de Alfred Bourla, quienes en 1943 no se conocían. Los dos se salvaron "milagrosamente" de los compañeros del partido Nacional Socialista. El padre, porque cuando los nazis ingresaron al ghetto para trasladar a los judíos a su destino de muerte, pudo escapar gracias a la ayuda de su tío. La madre, sobrevivió al borde del paredón gracias a que un verdugo nazi fue oportunamente coimeado.
X
Padre y madre de Alfred se conocieron ocho años después de estas tragedias. Se pusieron de novios, se casaron y tuvieron hijos. Alfred creció con el drama del holocausto. Tíos, abuelos, amigos, exterminados por los compañeros nazis. Sus futuros padres regresaron a Salónica después de la guerra y empezaron de cero porque sus propiedades habían sido vendidas o estaban ocupadas. Trabajaron duro y ganaron una posición económica, no de millonarios pero lo suficientemente holgada como para que los hijos puedan estudiar. Alfred lo hizo y se recibió de veterinario. Poco importan las peripecias de su carrera académica. Alcanza con saber que en la actualidad es director de Pfizer y que el pasado 29 de junio le otorgaron en Israel el premio Génesis, considerado algo así como el Nobel judío. ¿Por qué esta distinción? Por lo que el presidente de Israel, Isaac Herzog, consideró su contribución a la humanidad construyendo la vacuna en un tiempo récord, logro que permitió que alrededor de veinte millones de personas salven sus vidas. El reconocimiento no fue el capricho de un gobierno. Las principales revistas profesionales y las universidades de más prestigio reconocieron el "aporte a la humanidad" prestada por Bourla; aporte que Bourla, al momento de hacer uso de la palabra, extendió en homenaje a sus colaboradores. Bourla recibió junto con el premio la suma de un millón de dólares que donó en el acto para la construcción del Museo del Holocausto en Salónica. Bourla y Pfizer. El científico y la vacuna que en la Argentina fue rechazada por "yanqui", "imperialista" y otras bondades por el estilo. Veinte millones de vidas salvadas por la calidad y la celeridad de la vacuna. Lástima que estas virtudes que el mundo reconoce, el gobierno peronista y sus funcionarios y sus comisionistas no lo reconocieran porque estaban distraídos, ocupados en otras cosas o tenían razones de "peso" para decirle que no. Una lástima. Veinte mil vidas, por lo menos, podrían haberse salvado.