Los indicadores económicos difundidos esta semana por el gobierno nacional, que muestran una clara recuperación y que ya ubican a la actividad productiva en los niveles previos a la pandemia, contrastan como el negro sobre el blanco con los informados sobre inflación. Que, lejos de bajar, se aceleró y es el adversario más importante que deberá enfrentar la actual gestión para evitar que el malestar social se convierta en una situación imposible de revertir y difícil de conducir.
El Indec difundió este jueves los datos del Estimador Mensual de la Actividad Económica de agosto, que muestran un crecimiento de la actividad tanto en términos intermensuales (1,1%) como en términos interanuales (12,8%), con una importante recuperación de las actividades que más sufrieron la pandemia como gastronomía, turismo y actividades culturales.
El dato fue destacado por el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, de paso por Santa Fe quien indicó que había superado el nivel de febrero de 2020, el último sin pandemia. No es poco, pero hay que tener en cuenta que entonces el sector productivo estaba muy mal como consecuencia de las políticas económicas implementadas por Macri y su equipo económico.
También fueron muy buenos los datos de comercio exterior. Según el gobierno el mes pasado fue el mejor setiembre de la última década y el segundo mayor de la historia producto de los altos precios de los commodities y también de un aumento de las cantidades vendidas al exterior.
En tanto, de acuerdo al informe difundido por la UIA, en agosto la actividad industrial subió 13% en términos interanuales y acumula los primeros ocho meses del año un aumento de 18,4% en términos interanuales y de 5,6% respecto de 2019.
En este contexto podríamos preguntar ¿Cuándo los argentinos sentirán en sus vidas cotidianas esta innegable recuperación económica? ¿Cuándo los salarios van a recuperar lo perdido? ¿Cuándo les va a llegar a la inmensa mayoría de los argentinos los frutos de esta recuperación? ¿Por qué el sector de la producción y el comercio que el gobierno eligió como principales aliados, en este tiempo no han hecho nada para aliviarle un poco los bolsillos a la gente? Producción y trabajo marchan por caminos paralelos.
Hay que reconocerle al gobierno que trabaja sobre el campo minado de una economía devastada producto de un endeudamiento impagable y decisiones de política que atacaron el aparato productivo del país como pocos en la historia, cuyas consecuencias se pagaron con aumento del desempleo, la precarización laboral y una pérdida pocas veces registrada del poder adquisitivo de los salarios.
Pero la mayoría de los argentinos vive desde hace 10 años en una economía donde, según un informe de Ecolatina, el PBI se redujo 12% entre 2011 y 2019, y si se suman los dos años de la pandemia alcanza el 16% y no creó empleo privado registrado: mientras en 2011 había 6.086.841 trabajadores en este sector, en julio de 2021 había 5.867.400. Esto en un contexto de alta inflación y disputas políticas que concluyeron con la menor participación electoral desde el regreso de la democracia.
Los precios son un problema y las predicciones del ministro de Economía fallaron todas por lo cual el gobierno y los argentinos estamos en el peor de los mundos. Casi nadie cree en lo que dice Guzmán sobre este tema – la última vez que se refirió el tema dijo que en octubre la inflación iba a empezar a bajar en términos interanuales – lo que le desmienten las góndolas a cualquiera que vaya al supermercado.
La solución encontrada para intentar frenar esta situación ha sido, una vez más, el control de precios que genera más problemas que soluciones, como lo muestra todas las experiencias anteriores de la historia argentina. Hasta el 14 de noviembre todo estará en suspenso. Lo que está claro es que ya no hay margen para pedirle más sacrificios a una sociedad agobiada, que no tiene más paciencia.