Twitter le cerró la cuenta a Donald Trump. Uno de los hombres más poderosos del mundo perdió una de las herramientas que caracterizó su gestión de gobierno. A pocos días de la ceremonia de transmisión de mando y luego de los bochornosos incidentes ocurridos en el Capitolio, la red social decidió que era el turno de silenciar al presidente en ejercicio. Tras esa medida, en efecto cascada, siguieron Facebook, Instagram y Youtube.
“Hemos suspendido permanentemente la cuenta debido al riesgo de una mayor incitación a la violencia", comunicó la red social y agregó que “en el contexto de los horribles eventos de esta semana, dejamos en claro el miércoles que violaciones adicionales de las Reglas de Twitter podrían resultar en este mismo curso de acción. Nuestro marco de interés público existe para permitir que el público escuche directamente a los funcionarios electos y líderes mundiales. Se basa en el principio de que las personas tienen derecho a tener el poder para rendir cuentas abiertamente", agregó la plataforma del pajarito.
Las razones conllevan una fuerte carga de hipocresía puesto que, en estos cuatro años, ha sido Trump un furioso y encendido usuario de Twitter para expresar desde cuestiones banales hasta casi la declaración de guerra a Corea del Norte, por citar solo un caso. En efecto, cuando cumplía unos pocos meses como inquilino de la Casa Blanca, hubo una serie de tuits alertando al líder coreano Kim Jong-Un sobre lo que podría ocurrir si seguía con sus ensayos de misiles balísticos. Hasta que prometió “fuego y furia” sobre Pyongyang si continuaba con la escalada armamentista.
La virtual declaración de guerra, al parecer, pasó inadvertida para los censores que ahora silencian al presidente en ejercicio. ¿No había aquí también “violaciones adicionales de las reglas de Twitter” cuando gran parte de la humanidad asistía horrorizada al intercambio de insultos y agresiones a través de la red social?
El silencio impuesto por los dueños de las redes sociales, un millonario negocio privado, se acerca más a un gesto de acercamiento hacia la nueva gestión demócrata en los Estados Unidos que una pelea con una de las cuentas más seguidas en todo el globo. Sin dudas que se trataría de un guiño que no necesitan dar, pero nunca está de más un poco de juego cortesano. Hasta el momento Joseph Biden ha demostrado mucha más compostura frente a la crisis, que el presidente saliente. Y apeló más a los medios tradicionales que a las redes sociales.
Del otro lado quedó, aún más furioso que antes, un Donald Trump que promete volver para dar respuestas a sus millones de seguidores y, más aún, de votantes. Promete más América Grande otra Vez y advierte que lanzará su propia plataforma para obviar los caminos que se le han cerrado.
Las redes han silenciado al presidente en ejercicio. En el país de las libertades cometen un acto de censura previa por cuenta y orden de censores privados arrogándose más poder que el propio Estado. Vacían la cuenta de Trump en función de lo que pueda ocurrir y tratan de esconder la basura debajo de la alfombra. El asalto al Capitolio quedará en la historia como una mancha enorme para la democracia norteamericana. La censura de las redes, también.