Jueves 5.12.2024
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La ciudad que sería sede de la Reforma Constitucional de 1994, mostraba los signos de agotamiento de las recetas desarrollistas. Desde 1955, estas habían habilitado una fase de auge económico sobre la base de la industria pesada y a partir de inversiones extranjeras, pero con la necesaria orientación del Estado. En cambio, en el marco de la última dictadura militar, comenzó a implantarse el modelo neoliberal, dispuesto a reconfigurar y reducir el rol estatal y a reestructurar el perfil productivo de la Argentina, privilegiando al sistema financiero y a los grupos de capital más concentrado. Se auguraba así un prolongado tiempo de crisis y recesión.
Confitería "Puerto" sobre Av. Costanera, 1993-1994. Autor: Luis Squeff (Mago Dingo). Banco de Imágenes Florián Paucke, del Archivo General de la Provincia de Santa Fe. GentilezaEn este contexto, y a diferencia del sostenido ritmo anterior, la obra pública empezó a desacelerarse hasta llegar a una importante retracción, originada en un presupuesto acotado, que se escurría en los gastos corrientes e impedía nuevas inversiones. Se hizo visible, por ejemplo, en la lentitud con que se sumaban calles pavimentadas o en la falta de reparación de las rutas deterioradas, así como en la reducción –en lugar de su ampliación, conforme al constante aumento poblacional– en el acceso a las redes de agua potable y de desagües cloacales. En todo caso, la celebración de la Convención Constituyente fue ocasión para recuperar los ingresos a la ciudad; lo que incluyó, además, el traslado compulsivo de quienes habitaban viviendas precarias.
Santa Fe y sus bordes urbanos
Mientras tanto, la ciudad continuaba creciendo y ocupando su periferia inmediata, valiéndose de las virtudes que, desde los años 30, asociaban a la costa con el descanso, el ocio y el confort. En este marco, los movimientos del mercado inmobiliario habían dado lugar a casas de fin de semana, aprovechando a lotear lo que eran tierras rurales. Con el tiempo se harán residencias permanentes, como parte de una urbanización exponencial que llega hasta el siglo XXI y se justifica por los costos del suelo urbano.
Aquel énfasis en la idea de paisaje natural es similar al que, desde 1975, había motivado la instalación de los primeros country clubs en terrenos suburbanos de Santo Tomé, beneficiados por las obras de la autopista a Rosario. La década de 1990 y las sucesivas los verán afianzarse, apelando a la imagen de seguridad y homogeneidad social que ofrecen. Se trata de un nuevo modelo territorial, que se sustenta en la preeminencia del accionar privado.
En esta clave también se pueden leer los proyectos de reconversión urbana de los espacios ferroportuarios en desuso, usualmente bien ubicados en la ciudad, pero degradados. Tal vez el más paradigmático sea el del shopping center erigido en 1993, en predios nacionales desafectados dos decenios antes, y que daría nombre a la Recoleta santafesina, como se la conoce desde entonces. Como un guiño al pasado, el edificio pretendía evocar la arquitectura ferrocarrilera, aunque adaptada a la oferta de consumo y entretenimiento propia de la nueva modalidad.
Lo mismo podría decirse de la coqueta confitería bailable acondicionada en aquellos años sobre uno de los pilotes del extinto puente ferroviario que había cruzado la laguna Setúbal, para trasladar la producción agrícola-ganadera del interior provincial hacia el puerto de ultramar en Colastiné. En este caso, el estilo resultaba más extemporáneo, porque recordaba a las costas del Caribe y a la época precolombina, aunque sin dejar de aportar al proceso de artificialización de esta orilla.
De cualquier modo, al mismo tiempo, se estaba formando una gradual conciencia acerca de la intervención colectiva sobre la ciudad y la necesidad de proteger los valores patrimoniales, como se observa en el intenso seguimiento de la prensa, sus denuncias y la participación ciudadana. Así había ocurrido ante el intento de traslado de la estatua ecuestre del Brigadier López desde la Costanera hasta la Plaza de Mayo, en 1987; la resistencia vecinal logró detener la arbitraria decisión.
El caso del puerto local
El puerto de Santa Fe se encontraba, desde la segunda mitad del siglo XX, en un paulatino estancamiento, desactivación y obsolescencia, producto de la desintegración del modelo productivo que le había dado origen. Sobre este trasfondo, y una vez transferido a la provincia para su explotación y administración, con todos sus dominios, se produjo un doble movimiento. Por un lado, por una Ley provincial de 1993 se decidió la creación del Ente Administrador del Puerto de Santa Fe, con carácter de persona jurídica, conjugando intereses y representación oficial y privada.
Por otro, aquel mismo año se obtuvieron nuevas visibilidades hacia el río, gracias a la decisión municipal de derribar el muro ciego que, sin acera, lo cercaba y ocultaba, separando ex profeso la ciudad del puerto. En esta iniciativa –que comenzó con una suerte de performance– tuvo fuerte presencia el Colegio de Arquitectos y, en particular, las reivindicaciones de algunos de sus agentes más comprometidos con la arquitectura regional.
Por fin, al ser visto como un sitio con potencial de refuncionalización, empezaron a sucederse una serie de proyectos y propuestas de reconversión, que culminarían en 2003 con el plan de intervención integral o Master Plan. Desde entonces, la apropiación social del paisaje fluvial será otra y, como en los demás casos, prevalecerá el beneficio privado por sobre el público.
La ciudad fragmentada
Los procesos de neoliberalización espacial globales y abstractos, asumen su especificidad en la historia y en la estructura de Santa Fe. Ante todo, se advierte un patrón espacial complejo en el que conviven, en interdependencia, un área central compacta, de ocupación intensiva y alta concentración infraestructural y de personas, "bordeada" por sectores dispersos, de baja densidad, uso extensivo y residencial. En la primera, se agudizó la "fiebre de construir en altura", iniciada tímidamente en los 60.
Por el contrario, entre los territorios de borde se observa mayor diversidad: aparte de los que se podrían agrupar en torno a una "radicación por elección" (de los sectores de ingresos altos y medio-altos), existen otros que se generaron ante la "necesidad". En tanto, ambos fueron estimulados -pues su origen era previo- por la "sensación de seguridad" que brindaban las reclamadas obras de defensa hidráulica que se concretaron a mediados de 1990, con financiamiento externo.
Por último, estos territorios comparten las mismas condiciones de precariedad urbana: a la insuficiencia de servicios básicos y la vulnerabilidad hídrica, en los segundos, se añade la vulnerabilidad socioeconómica. Esta es la realidad del noroeste de la ciudad, que continúa ocupándose y volviéndose más denso. En este sector se cristalizan las formas territoriales de la exclusión, bajo la forma de fragmentación urbana y segregación social. Es un paisaje urbano que muestra la diferenciación y la desigualdad que existen al interior de la ciudad, en definitiva, de la sociedad.
Sobre la autora
Julieta Citroni es licenciada en Historia y doctora en Ciencia Política. Se desempeña como docente auxiliar en la Universidad Nacional del Litoral y en la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Participó de la obra colectiva "Historias de Santa Fe", integrada por tres tomos: "Vivir Santa Fe. Imágenes y testimonios de la ciudad en el tiempo", "Modernización, desarrollo y conflictos en una capital de provincia" y "Problemáticas actuales de Santa Fe. (Re)definiendo el futuro de la ciudad", disponibles para descarga gratuita en el sitio web de Ediciones UNL - https://www.unl.edu.ar/editorial/, sección Colecciones Especiales.