Jueves 3.8.2023
/Última actualización 4:00
Una hamburguesería rafaelina, en un acto pretendidamente "picaresco", "gracioso" o quizás "original", denominó a uno de sus productos como "Ana Frank", el que puede servirse acompañado por las papas fritas "Adolf". Como es de público conocimiento "El Diario", de la niña Ana Frank, debe entenderse como uno de los tantos actos de resistencia a la barbarie y al salvajismo; Adolf debe considerarse como el paradigma del odio, el racismo, la discriminación, la muerte, la guerra. No sabemos si fue por ignorancia o por provocación; nada disculpa. Lo cierto es que el nombre de ese "combo" es una verdadera afrenta a las víctimas del genocidio perpetrado por los nazis y un ultraje a la condición humana misma, porque es imposible desconocer los tremendos dolores que causó el nazismo a la Humanidad entera, no solo a las comunidades judías europeas. Es bochornoso, repugnante, digno de rechazo y repudio.
Con esa actitud ridícula, dando poco interés o trascendencia a esas masacres (y otras), se tiende a naturalizar la falta de respeto a la esencia de los seres humanos. En este siglo XXI, parece que cualquier cosa da lo mismo, y no es así. Banalizar el nazismo o cualquier otra postura que justifique algún genocidio o matanzas es algo absolutamente negador de aquello que los pueblos pretenden para sí: convivir en paz, construyendo un presente y un futuro mejor y digno para todas y todos. Aparentemente no se aprendió nada de la Historia. Porque la agresión no solo fue para la colectividad judía; fue para todos y debemos ser todos quienes expresemos abiertamente nuestro rechazo a manifestaciones de este tipo
¿Sirven las autocríticas? ¿Alcanza algún "mea culpa"? Sí y no. Sí, si son sinceras y conllevan no solo acciones correctoras en estos días, sino también actitudes y hechos positivos consecuentes y coherentes con ello en el tiempo. Pero no, no sirven, si solo son para sortear el momento, capear el temporal y proseguir convencidos de que solo fue un chiste de mal gusto.
Está claro que todos los seres humanos somos iguales; como escribió Isaac León Peretz a fines del siglo XIX: "Blancos, negros, amarillos... todos los hombres son hermanos. Razas, colores y pueblos, no es más que un cuento inventado".
Bien decía el Mahatma Gandhi que "lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena". Por eso no nos callamos e instamos al conjunto de la sociedad civil y del Estado a denunciar, hacer públicas y tomar medidas al producirse hechos de estas características, para que ¡Nunca Más! se reiteren y podamos vivir en sociedades democráticas, respetuosas, amplias, abiertas y comprensivas.
(*) Mensaje emitido por la comisión directiva de la Asociación Cultural y Deportiva Israelita Argentina I.L. Peretz.