Por Marwan Sarwar Gill (*)
Por Marwan Sarwar Gill (*)
La expresión "blasfemia" parece, en Pakistán, ser una licencia abierta para atacar violentamente a cualquier minoría. La vandalización de varias iglesias y hogares cristianos durante la última semana en Faisalabad, a plena luz del día, en reacción a la supuesta profanación del Corán por un joven cristiano es un ejemplo de ello. Esta noticia espantosa ha generado en mí, como musulmán, indignación y a la vez vergüenza. En este país asiático, que afirma enraizarse en la ley islámica, la acusación de blasfemia es una espiral que manifiesta cada vez con mayor frecuencia y más atrocidad su violencia.
Las imágenes de los ataques contra cristianos me hicieron acordar al brutal asesinato de Priyanth Kumara, un budista de Sri Lanka que trabajaba en Sialkot (Pakistán) y fue quemado por una turba públicamente por la misma acusación de haber deshonrado al libro sagrado del islam. Sin embargo, conforme la constitución pakistaní cualquier insulto o falta de respeto al islam, por medio de palabras, representación visible o cualquier insinuación es definido como blasfemia, cuyo castigo puede ser en un caso grave incluso la pena capital. Entonces, un individuo puede ser acusado de blasfemia solo por meros rumores o rencores personales, y las consecuencias son extremadamente graves.
Según un informe de Amnistía Internacional, la mayoría de los casos de blasfemia en Pakistán se basan en acusaciones falsas y en las últimas cuatro décadas un total de 494 musulmanes ahmadíes, 187 cristianos y 21 hindúes han sido condenados por esta causa. Solo en 2023, había al menos 53 personas detenidas en todo el país inculpadas por blasfemia, según la Comisión de Libertad Religiosa Internacional de Estados Unidos.
Por otro lado, existe la amenaza de que los casos de presunta blasfemia a menudo se resuelven en Pakistán fuera de los tribunales, en actos de violencia masiva y ataques terroristas. En 2016, murieron más de 75 cristianos durante la celebración de Pascua en un parque público. Y en 2010, durante la oración de viernes en un ataque contra dos mezquitas de la Comunidad Ahmadía murieron cerca de 90 personas.
Vale señalar que en Pakistán la blasfemia sirve como un escudo no solo para perseguir a los cristianos, sino también a otros musulmanes como es el caso de la Comunidad Musulmana Ahmadia, fundada en la India en el año 1889 por Mirza Ghulam Ahmad. Únicamente por la creencia de que el fundador de su comunidad es el Mesías Prometido, cuyo advenimiento fue profetizado en los últimos días por el profeta Muhammad para reformar a la humanidad, los Ahmadis son acusados de blasfemia y fueron declarados no musulmanes por la constitución nacional en 1974.
No obstante, lo más preocupante y doloroso en todo esto es que se justifica la blasfemia en nombre del islam, aunque en nuestra religión no existe ningún castigo por eso: No hay un solo versículo del Corán ni un solo incidente en toda la vida del Profeta Muhammad, el fundador del islam, donde él hubiera mostrado alguna reacción violenta o castigado a alguien debido a sus actos blasfemos. Al contrario, el profeta era un modelo en garantizar la libertad religiosa y en respetar la libertad de opinión. Él, con su propio ejemplo, nos enseñó cómo hay que responder a la maldad con bondad, al odio con paz y a los insultos con paciencia.
No hay ningún permiso, ni justificación para que un musulmán tome la ley en su mano y responda violentamente, incluso a provocaciones o actos blasfemos. "Islam" literalmente significa "paz" y el Sagrado Corán enseña a respetar la dignidad de cada vida, sin distinción de religión o de etnia, y aclara que quien mata a un ser humano es como si hubiera matado a toda la humanidad. Además, el texto sagrado categóricamente ordena a sus seguidores preservar el honor de cada sinagoga, cada iglesia, cada mezquita y cada lugar de culto.
En síntesis, corresponde a cada musulmán que afirma amar el Corán y al Profeta Muhammad seguir sus enseñanzas, en vez de justificar falsamente en su nombre la violencia y el odio.
(*) Imam (teólogo islámico), presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina.