Por Claudio H. Sánchez (*)
Sus compañeros lo llamaban "el Gran Explicador". Algunos colegas y alumnos comenzaron a grabar, fotografiar y filmar sus clases y conferencias para ponerlas a disposición de todo el mundo. Fue, de alguna manera, el primer youtuber del mundo académico.
Por Claudio H. Sánchez (*)
En la década de 1960 el físico Richard Feynman era profesor en el Instituto Tecnológico de California (Caltech). Además de ser uno de los científicos más brillantes del siglo XX, ganador del premio Nobel en 1965, Feynman fue un gran maestro y comunicador de la ciencia. Sus compañeros lo llamaban "el Gran Explicador". Teniendo en cuenta esto, algunos de sus colegas y alumnos comenzaron a grabar, fotografiar y filmar sus clases y conferencias para ponerlas a disposición de todo el mundo. Primero en archivos y filmotecas y, más recientemente, en las redes sociales. Feynman fue, de alguna manera, el primer youtuber del mundo académico.
Richard Philips Feynman nació en Nueva York el 11 de mayo de 1918. Provenía de una familia de clase media que lo alentó a desarrollar su capacidad de observación y razonamiento. Antes de nacer, su padre dijo "si es varón, quiero que sea científico". Curiosamente, su hermana Joan, nacida en 1927, también se dedicó a la ciencia y fue una destacada astrofísica.
Cuando estaba en la escuela construyó un laboratorio casero donde hacía experimentos de física y de química. Armaba y desarmaba radios para entender cómo funcionaban y, durante un tiempo, se ganó la vida reparando las radios de sus vecinos. Eran los años de la Gran Depresión y la mayoría de la gente no podía pagar un verdadero técnico.
En 1939 se graduó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en 1942 se doctoró en física en la Universidad de Princeton, la misma donde enseñaba Einstein. Durante su estadía en Princeton se incorporó al Proyecto Manhattan, que debía diseñar y construir las primeras bombas atómicas. Su principal tarea era calcular la cantidad de uranio necesaria para que la bomba funcione. Aunque tenía solamente 25 años, la seriedad y exactitud de sus trabajos le valió el respeto de sus colegas, incluyendo a figuras legendarias como Enrico Fermi, Robert Oppenheimer o Niels Bohr.
El trabajo con la bomba se hacía en Los Álamos, en medio del desierto de Nuevo México. No había mucha diversión y, para pasar el rato, aprendió a abrir las cajas fuertes que guardaban los secretos de la bomba. Cuando necesitaba algún documento importante guardado en las cajas, simplemente la abría y lo tomaba, para desesperación del personal de seguridad. También tocaba los bongós, esta vez, para desesperación de sus compañeros de alojamiento.
Luego de la guerra viajó por el mundo. Estuvo en Bélgica, Japón, Polonia, Grecia e Inglaterra. Participó en la conferencia Átomos para la Paz en Ginebra y enseñó durante dos temporadas en Brasil. Allí se aficionó a los ritmos locales y desfiló con una escola do samba en los carnavales de 1952.
En 1959 dictó una conferencia en el Caltech sobre la posibilidad de construir máquinas microscópicas manipulando átomos individuales. Esa conferencia, titulada "Hay mucho lugar en el fondo", se considera el inicio de la moderna nanotecnología.
Como un hombre del Renacimiento, a su pasión por la ciencia y sus incursiones musicales, Feynman le sumó las artes plásticas. Tenía un amigo pintor llamado Zorthian con el que solía discutir sobre arte. En una ocasión acordaron que se enseñarían mutuamente sus respectivas especialidades: Feynman le enseñaría física a Zorthian y éste le enseñaría a dibujar a Feynman. Mientras Zorthian no logró aprender nada de física, Feynman inició una carrera artística relativamente exitosa. Hizo exposiciones de sus obras y vendió algunas de ellas.
Su última aventura fue integrar la comisión designada por el presidente Reagan para investigar el accidente del transbordador Challenger en 1986. Allí Feynman tuvo un papel central, no tanto en la investigación propiamente dicha sino en la comunicación de los resultados. El accidente del Challenger fue un asunto muy serio. Fue el peor accidente sufrido hasta el momento por el programa espacial norteamericano y había una gran presión, en el periodismo y en la opinión pública, para que el asunto se aclarara: se descubriera lo que había pasado y se tomaran medidas para que no vuelva a pasar. Y, como las audiencias eran públicas y algunas sesiones se trasmitían por televisión, había que comunicar las conclusiones de manera eficaz, al alcance de todo el mundo.
La comisión determinó que la causa del accidente fue una junta de goma que debía asegurar la hermeticidad de los tanques de combustible. Pero el día del lanzamiento había sido muy frío, con temperaturas bajo cero, inusuales en la península de Florida. A esa temperatura la goma se endureció, perdió elasticidad y provocó una fuga de combustible que hizo estallar el transbordador.
La empresa proveedora rechazó esas conclusiones. Aseguraba que la junta mantenía sus propiedades a temperaturas mucho más bajas que las de ese día. Entonces Feynman hizo lo que mejor sabía hacer: demostrar un fenómeno físico en términos accesibles para el público no especialista. Puso una muestra de la junta en un vaso de agua con hielo, esperó unos minutos, y demostró que, efectivamente, la goma perdía elasticidad a esa temperatura, tal como aseguraba la investigación.
Luego se supo que tanto los proveedores como la NASA conocían este problema y que se había sugerido suspender el lanzamiento hasta que la temperatura subiera a valores más convenientes. Pero prefirieron seguir adelante para evitar el impacto negativo de una postergación. Eso dio lugar a una de las observaciones más célebres de Feynman: "para que la tecnología sea eficaz, la realidad debe tener prioridad por sobre las relaciones públicas, porque no se puede engañar a la naturaleza".
Richard Feynman murió de cáncer en California el 15 de febrero de 1988, a los 69 años. Pero sigue viviendo en sus clases, sus escritos y sus aportes científicos.
(*) Docente y divulgador científico.
Su última aventura fue integrar la comisión designada por el presidente Reagan para investigar el accidente del transbordador Challenger en 1986. Allí Feynman tuvo un papel central en la comunicación de los resultados.
Se supo que tanto los proveedores como la NASA conocían el problema. Y observó "para que la tecnología sea eficaz, la realidad debe tener prioridad por sobre las relaciones públicas, porque no se puede engañar a la naturaleza".