No es difícil entender que el 25 de Mayo tiene un significado mayúsculo en la historia nacional. Más fácil es advertir que ha sido escamoteado y se circunscribe a un acto partidario de un sector del peronismo. Ezra Pound, en "El ABC de la lectura" (1934), dice que a la literatura "hay que conocerla toda para romperla toda", a la vez que advierte que "romper lazos con la letra, la narración, la secuencia de los textos literarios y su tiempo, trae como 'con//secuencia' la inevitable necesidad: fabricar otra literatura.
No se concibe un mundo sin narración. Somos aquello que de nosotros queda, el mensaje que transmitimos es toda la trascendencia o, si quiere, la herencia. El relato construye gestas, define civilizaciones. El escritor Eduardo Mignogna no decía tonterías en su canción: "Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia (…)".
¿Por qué razón el magisterio todo (magister, de allí viene) no se rebela y vuelve a sitios tan seguros como necesarios? Si no se está en el bando de los rompedores del pasado y ese sitio seguro, de consolidación doctrinaria, es "la semana de mayo". El Cabildo, los recuentos del 23 de mayo y el 25 de mayo.
Es muy cierto que esa narración de "Las efemérides de mayo" se corresponde con una Ciudad/Puerto y conflictos que persisten: entrada cultural, aduana material e ideológica, faro que ilumina con aquello que pone en la luz y degrada y oculta aquello que oscurece (ejemplo: el componente afro en el Río de la Plata)
Aun asumiendo que la historia la cuenta la Ciudad de Buenos Aires, capital de un novedoso y novelesco virreinato del siglo XVIII, no es posible negar que allí está el germen de la consagración como país, las batallas posteriores, las luchas intestinas, la consolidación nacional, la constitución de 1853, la sumatoria de 1860 para incorporar la provincia de Buenos Aires. Todo, si se quiere, es parte de un relato que avanzó hasta el siglo XXI y que el magisterio contaba desde las primeras instrucciones sistemáticas en la escuela laica, gratuita y obligatoria. Ahora no lo cuenta más.
Es cómplice todo relator de los acontecimientos coyunturales -periodistas y ganapanes- que advierta y no se posicione sobre el despojo. Es integrante del nuevo relato todo aquel que lo sabe y adhiere. Ellos son "los rompedores del pasado". Nada del hombre tiene simplemente azar, es también determinación. Es gregario y obediente. No se detiene. Avanza y, si se lo permiten, avanza más y más.
Estamos en presencia de una forma de interpretar el río de Heráclito como una pileta con aguas danzantes que, por tubos interiores se recicla -la misma agua- y vuelve a potenciarse en chorros divertidos en su salto, iluminados con diferentes colores y surgiendo a mayor o menor intensidad, manejada estas aguas por un motor interior que aquieta o violenta el caudal. Las mismas aguas de una misma fuente cerrada. Luces de colores y una marcha popular.
Pareciera, para los que organizan un acto presencial de festejo, respeto, admiración y dependencia, que el mundo tiene un ombligo en Cristina Elizabet Fernández de Kirchner, la muchacha del arrabal platense. Se advierte que para ellos el mundo, la sociedad, la nación jurídicamente organizada, tiene un punto de partida, un origen, antes fue el cosmos, el magma, la lenta conformación del planeta que ahora está consolidado, consolidado en la Señora.
Se advierte, en el silencio del resto de los habitantes, partícipes todos del hecho soberano, vivir y opinar, que se entiende que tal muestra de festejo, respeto, admiración y dependencia está bien, es única y, como se insiste, según se entiende por los frutos, necesaria. No hay irreverencia: por los frutos nos conoceremos.
No es fácil -esto es una confesión- comprender un mundo que siempre cambia y llegar al conocimiento de los algoritmos, de cómo determinan conocimientos y destripan los más oscuros y caprichosos designios de la sociedad que, advertidos por estas formas de lectura de los gestos (los algoritmos), terminamos por saber o entender (tan superficialmente como puede llegar a conocer el borde de los secretos un ignaro), con menor facilidad, esta Ley de la Estática según la Señora. Todo se mueve si decido que se mueva. Caramba: sucede.
No es fácil asistir al silencio y la sonrisa mínima de quienes vienen de otro relato, otra historia: una escarapela, French y Beruti, la negra de las empanadas, los paraguas, la discusión sobre la lluvia sí, la lluvia no. Advertir que los magister callan y, además, piden paritarias para el mes que viene; los políticos ideológicamente enfrentados con los rompedores del pasado que sólo pugnan por una foto con una rubia sonriente, o dos intendentes simpáticos.
Y se repite, no es fácil asistir porque, en sustancia, se está asistiendo (aquí la repetición es necesaria) al fin de un relato y la corroboración: desde estos días, posteriores a la peste, se puede afirmar que mañana podemos inventar un pasado y todo aquello que existía no es más que una mala jugada de la memoria. O se puede visualizar la sospecha que atormenta: se están robando todo. Se están robando todo y nadie dice nada.
Todo. Nada. Siempre. Nunca. Jamás. El uso de los absolutos quita matices y cierra las esperanzas. La máxima rebeldía ante el fin de los paradigmas de mayo es el uso de la escarapela en la solapa. Nos queda la gramática. Robando es un gerundio, es un verbo en acción. Tal vez se pueda salvar algo. Tal vez, para no sentirse tan náufrago de un barco que encalló en un discurso y una plaza.
(...) Se está asistiendo al fin de un relato y la corroboración: desde estos días, posteriores a la peste, se puede afirmar que mañana podemos inventar un pasado y todo aquello que existía no es más que una mala jugada de la memoria. O se puede visualizar la sospecha que atormenta: se están robando todo. Se están robando todo y nadie dice nada.
Pareciera, para los que organizan un acto presencial de festejo, respeto, admiración y dependencia, que el mundo tiene un ombligo en Cristina Elizabet Fernández de Kirchner, la muchacha del arrabal platense. Se advierte que para ellos el mundo, la sociedad, la nación jurídicamente organizada, tiene un punto de partida, un origen, antes fue el cosmos, el magma, la lenta conformación del planeta que ahora está consolidado, consolidado en la Señora.
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