Por Alberto Cohan
Por Alberto Cohan
Considero que robar es malo. ¿Suena ingenuo? ¿Anticuado? ¿Pasado de moda? No, de ninguna manera: robar ha sido, es y será una acción perversa. Nunca una civilización prosperó teniendo al robo como virtud. Ninguna. Por el contrario, la degradación de los valores solo puede llevar a la decadencia, sin lugar a dudas, más rápido o más pausado pero el destino es inexorable.
No obstante ello, parece que la sociedad tolera el robo: "el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón", "roba pero hace", "el que no llora no mama, y el que no afana es un gil". De chicos, cuando jugábamos al policía y al ladrón parecía más atractivo representar al delincuente. Tenemos una gran cantidad de delincuentes en personajes de más o menos ficción: desde Robin Hood hasta el Gauchito Gil; medio país dio muestras de ello en elecciones pasadas cuando muchos veíamos atónitos cómo se la elegía a Cristina Fernández.
Esa tolerancia al robo, o simpatía con el delincuente, nos la refiere el maestro Jorge Luis Borges cuando en "Nuestro pobre individualismo" apunta: - Siente con Don Quijote que "allá se lo haya cada uno con su pecado" y que "no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello" (Quijote, I, XXII). Y reafirma al mencionar: - Profundamente lo confirma una noche de la literatura argentina: esa desesperada noche en la que un sargento de la policía rural gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra sus soldados. Finalmente remata con otra genialidad: "El Estado es impersonal: el argentino sólo concibe una relación personal. Por eso, para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo un hecho; no lo justifico o excuso".
El miércoles 16 de agosto, la Asociación Civil Río Paraná -entidad que presido- junto al honroso Club del Orden organizaron un Congreso Anticorrupción. Creo que fue un evento importante para nuestra ciudad. En primer lugar por el tema que se trató: la corrupción, como percibimos frecuentemente "la corrupción mata". La corrupción no es más que una de las tantas formas bajo las que se solapa el robo. Y es mucho más perversa que el robo a mano armada porque no da la cara, sabemos que está ahí pero se esconde tras la hipocresía infinita de sus protagonistas, creo que hasta podríamos sospechar de quienes la sostienen, la alimentan y la esconden de la vista pública, como Drácula guarda y protege a sus vírgenes para tener siempre sangre fresca, siempre una nueva oportunidad de hincar sus colmillos en el organismo cada vez más débil y más pervertido de nuestra sociedad.
Afortunadamente Drácula es un personaje de ficción, la corrupción actúa de la misma forma pero en nuestra vida real, todos los días, en la obscuridad, quien sabe en qué lugar sombrío y escondido de nuestra vista. O quizás a plena luz del día, delante de todos nosotros pero con un grado de impunidad tan grande que no alcanzamos a percibirla. Entiendo a la lucha contra la corrupción como un imperativo categórico que debe ser incorporado a la agenda pública, al debate, a la arena del intercambio de opiniones e intereses para finalmente lograr su condena de manera inapelable, de forma que nadie dude que su destino sea el Cocito de Dante.
Un segundo elemento a destacar de nuestro Congreso, además del tema, fue la estructura propuesta en cuatro paneles. El primero conformado por periodistas, bajo la consigna "La prensa como garante de la lucha contra la corrupción" (alguien me dijo que era un título demasiado pretensioso para nuestra realidad, quizás sea así, de todas maneras me gusta pecar de cándido). El segundo panel fue de empresarios y su lema "La construcción de una cultura de integridad en el mundo empresarial". El tercero lo destinamos a testimonios de la sociedad civil, bajo el título "Participación activa de la sociedad civil en la lucha anticorrupción". Para el cuarto y último, el de políticos, invitamos a destacados miembros de la feligresía bajo la frase "¿Cómo reencauzar un Estado cooptado por la corrupción?"
El tercer eje sobre el que sentamos el Congreso fue el de los expositores, todas personas de reconocida e intachable trayectoria profesional e institucional. Convocamos a destacados referentes a traer y darnos a conocer sus opiniones y experiencias personales, y compartir sus propuestas para lograr una sociedad mejor, más participativa, más transparente y por todo ello más libre. Una sociedad que sea capaz de sacudirse de encima esta lacra que se llama corrupción.
El cuarto pilar fue el financiamiento. Como en nuestras actividades no recurrimos a los partidos políticos ni a los gobiernos, las mismas son financiadas exclusivamente por el sector privado; eso nos da "algo" más de libertad en cuanto a qué decir, cómo decirlo y dónde llevar adelante nuestros eventos. Pero, más allá del respaldo empresarial que nos acompaña desde hace varios años y valora nuestras acciones, por primera vez invité a los miembros de la Mesa de Entidades Productivas a participar en nuestro Congreso. Dos de esas entidades nos han brindado desde siempre su apoyo incondicional en todo momento y esta vez realizaron un significativo aporte económico para lograr la concreción del Congreso: la Sociedad Rural de Santa Fe y la Bolsa de Comercio de Santa Fe. Mi más sincera gratitud y reconocimiento a ambas.
La corrupción degrada la institucionalidad, en todos sus aspectos, erosiona la democracia -a mi criterio la única que existe, la liberal- que tanto nos costó a los argentinos estabilizar y ya consolidada como uno de los pilares más sólidos y firmes de nuestra República. La corrupción erosiona la posibilidad de realizar negocios a largo plazo, pero sobre todo negocios transparentes. Me sorprende y me interroga el silencio de las otras entidades, como así también la ausencia de algún representante, pensé: alguien olvidó mandar el correo de adhesión (recibimos de políticos locales, por caso de Maximiliano Pullaro, y nacionales, como Ricardo López Murphy), o quizás falte la firma de alguien que esté de viaje.
No creo que ya vaya a recibir más nada. Por eso lamento mucho la falta de una carta de adhesión a la temática que desarrollamos. No sé si será omisión involuntaria, apatía, olvido, descuido, una equivocada subvaloración del tema, en cualquier caso es algo llamativo, no se me ocurre ninguna otra razón valedera para este oxímoron tan típico como el del silencio ensordecedor. Otro acontecer que pasa a engrosar el cajón de nuestras anécdotas. En cualquier caso queda el agradable sabor y aroma de la tarea cumplida, de que el esfuerzo vale la pena, de que no es lo mismo hacer el Congreso o no hacerlo, de tener la convicción que es posible cambiar la realidad para mejorar y que más temprano que tarde lo vamos a lograr. Muchas gracias a todos los que nos acompañan, saben que el viaje es largo y a los que todavía no se sumaron, los esperamos, siempre hay un lugar más.