I
I
En política, se sabe, se tiene razón a tiempo. No hay razones en abstracto, hay razones efectivas situadas en un momento histórico. Desde Maquiavelo a Weber este principio está fuera de discusión. Corrijo. Lo discuten Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales. Su adhesión al principio básico general de que toda estrategia política que aspira al poder debe "sumar". Chocolate por la noticia. El axioma es tan general como decir que para alimentarse hace falta comer o que para respirar hace falta oxígeno. Mucho menos se les ocurre pensar que en política hay sumas que restan. Así de sabios parecen ser algunos políticos criollos. Vamos a los hechos descarnados. Cien días antes, la propuesta de "sumar" al codiciado Juan Schiaretti hubiera ameritado un debate válido; cien días después, lo mismo. Pero diez días antes, es en el más suave de los casos una torpeza, cuando no una turbia "agachada" política. ¿Se entiende por qué los "tiempos" en política son decisivos? Los supuestos beneficios de la incorporación de Schiaretti a Juntos por el Cambio son abstractos, pero los perjuicios contra las candidaturas de Juntos por el Cambio en la provincia de Córdoba son efectivos. Se puede entender la picardía de Schiaretti decidido a arreglar con Mandinga si es necesario con tal de mantener el poder en su provincia; resulta difícil entender la maniobra de Rodríguez Larreta y en particular de Morales, porque hasta que alguien demuestre lo contrario los principales perjudicados de su "ocurrencia genial" son los radicales de Córdoba.
II
¿Qué motivos pueden conducir a dirigentes expertos a cometer semejante torpeza? Dejemos de lado por ahora motivaciones subjetivas; tratemos de ser objetivos. Morales está sinceramente convencido de que el orden político ideal en la Argentina es algo así como un cogobierno entre radicales y peronistas. Supone que hay acuerdos en los temas principales y las disidencias se pueden procesar en una mesa de negociaciones. Después, que en cada distrito gane el mejor. Los ejemplos son diversos, pero podemos mencionar el acuerdo histórico que en los años cincuenta celebraron conservadores y liberales en Colombia, o Adecos y democristianos en Venezuela; o, por qué no, Betino Craxi y Giulio Andreotti en Italia. Desde otra tradición política, Rodríguez Larreta piensa más o menos lo mismo. En todos los casos, se estima que el peronismo no solo es un actor político necesario, consideración que todos compartiríamos, sino que, además, es indispensable para gobernar. La evaluación puede ser aceptable en términos generales, con una observación que a mi juicio es indispensable: el peronismo no pretende cogobernar en la Argentina; el peronismo pretende siempre "ir por todo". El "ir por todo" incluye sumar radicales, socialistas conservadores y todos los que quieran hacerlo, bajo la condición de someterse al líder, el jefe o la jefa del movimiento nacional. Ya en 1944, Perón intentó sumar a su causa a Amadeo Sabattini, el líder más importante de la UCR después de Yrigoyen. Don Amadeo, que no era de hablar mucho pero no tenía un pelo de tonto, le dijo a Perón que si quería ser el presidente por los radicales lo que debía hacer era afiliarse al radicalismo.
III
A partir de los años sesenta el peronismo instaló una suerte de hegemonía cultural en la política argentina. El chiste "todos los argentinos somos peronistas", fue algo más que un chiste, porque los no peronistas de una manera inconsciente, morbosa, y nihilista, empezaron a pensar con los términos de la lógica peronista. De las atendibles culpas de la proscripción, pasaron a la "virtud" populista de que para ser exitoso en política había que comportarse como peronistas. De la soberbia a la culpa. Ninguna estrategia de poder es posible si no incluye a un peronista. Puede llamarse Quijano o Pichetto, pero un peronista se debe incluir para eludir el estigma de gorila. Los peronistas chochos de la vida. El adversario baila al ritmo que ellos imponen. Para estos no peronistas alienados por la cultura populista, el imperativo de acordar con el peronismo puede llegar a incluir el sacrificio de las aspiraciones de su propia fuerza política. Es lo que hizo, por ejemplo, un político experimentado y talentoso como Oscar Alende. Pregunto: ¿Los denominados peronistas republicanos, aquellos que inventaron un Perón republicano, liberal y enamorado de Voltaire, por qué no se quedan en el peronismo y lo recuperan para la causa que ellos consideran justa? ¿Y los no peronistas de Juntos por el Cambio, que suspiran acongojados porque en la coalición no están todos los peronistas que ellos quisieran que estén, por qué no se afilian al peronismo y disfrutan de los arrullos de los peronistas reales de carne y hueso?
IV
Insisto: Entiendo las tretas de los peronistas y los beneficios históricos que esa maniobra les prodiga, pero me cuesta entender cómo perdura en importantes dirigentes no peronistas la alienación de la cultura peronista. Y después nos sorprendemos de por qué crece Milei o cualquier desaforado que aproveche esta insólita enajenación política. Y lo que menciono no es nuevo. Desde 1960 a la fecha, desde la izquierda a la derecha, todos cayeron en la celada peronista y a todos les fue como la mona. Socialistas, desarrollistas, democristianos, conservadores, intransigentes, todos se esmeraron en lisonjear al peronismo y todos desaparecieron del escenario político o quedaron reducidos a su mínima expresión. Las lecciones de la historia son contundentes, pero ya se sabe que el homo sapiens es el único en el planeta que tropieza una, dos, tres y cuatro veces con la piedra o con el cascote peronista. Los únicos que han sobrevivido a esa emboscada han sido los radicales, aunque hasta no hace mucho tiempo más de un dirigente radical consumía lamiéndose los bigotes el relato populista de que la UCR se había agotado con el oligarca de Alvear y el heredero de la causa de Alem e Yrigoyen era Perón. Ese vicio, esa enajenación, esa pulsión autodestructiva, aún perdura. Las lisonjas a Schiaretti y la "invención" de un peronismo republicano así parecen confirmarlo. Nada personal contra Pichetto, pero alguien se puso a pensar cuántos votos suma Pichetto a la causa de Juntos por el Cambio. ¿A nadie se le ocurrió pensar desde la picaresca estilo Viejo Vizcacha que los peronistas republicanos son en más de un caso aventureros políticos que se quedaron sin espacio en su redil y que al primer guiño retornan al nido moviendo la cola?.
V
¿Pretendo una Argentina sin peronistas? Imposible hacerlo. El peronismo es una realidad política y cultural arraigada en tradiciones, visiones ideológicas, ambiciones de poder. Al peronismo no hay que proscribirlo, ni perseguirlo. Al peronismo hay que derrotarlo en las urnas y en particular hay que derrotar su visión corporativa, autocrática y corrupta del poder. Por lo menos eso es lo que debería aspirar un partido que no sea peronista. En España, nadie le reprocha al Partido Popular que pretenda ganarle al PSOE; en Inglaterra, nadie le reprocha a los laboristas que quieran derrotar a los conservadores; en Estados Unidos, ningún Demócrata se siente culpable porque le ganó a los Republicanos. En la Argentina, sin embargo, esta rara anomalía política está instalada. La anomalía incluye requiebros y gambitos que si b. En el caso que nos ocupa, se puede destacar como ejemplo esa proeza dialéctica de distinguir entre peronistas y kirchneristas. La relación se despliega a través de considerar que el verdadero peronismo nada tiene que ver con el kirchnerismo. Mentira morena. Por lo pronto, todo el peronismo: sus gobernadores, el PJ, sus movimientos sociales, sus corporaciones económicas, sus intendentes capangas, se han reportado hasta el cansancio, hasta lastimar sus rodillas, ante Néstor y Cristina. Alguna que otra disidencia ocasional por el reparto del botín no altera la constante. Sin embargo, importantes dirigentes opositores muerden el anzuelo, en algunos casos por astucia política, y en otros, porque directamente han comprado el buzón y creen que son sus propietarios. Algunas de estas añagazas, algunas de estas enajenaciones, algunas de estas celadas ideológicas, algunos de estos embustes han estado presentes en este intento de sacrificar la propuesta real y práctica de Juntos por el Cambio en la provincia de Córdoba por el encandilamiento del becerro de oro que ofrece el populismo.