I
I
La foto es de 1989. Calculo que a mediados de ese año. Estamos en Santa Fe, en el hall del cine del sindicato de Luz y Fuerza. Los personajes son conocidos, pero corresponde presentarlos: Rafael Filippelli, Juani Saer y el que escribe. Es de noche, no hace frío y dentro de un rato vamos a cenar en un restaurant que entonces estaba en Junín, casi calle San Martín. A la cena se sumará Beatriz Sarlo, esposa de Rafael, además de escritora, ensayista, docente y autora de algunos de los libros más interesantes publicados en este país en materia de reflexión literaria. No recuerdo el nombre del fotógrafo, pero si no me equivoco se trata de Hugo Reyna. El primer plano lo ocupan Rafael y Juani; yo estoy de perfil. Es posible que haya dicho algo gracioso porque Juani y Rafael se ríen; la sonrisa de Rafael es más ancha que la de Juani. Yo estoy en mangas de camisa; ellos con camperas. Miro la foto e inevitablemente pienso en lo jóvenes que éramos entonces. Yo debo andar cerca de los cuarenta años; Juani y Rafael cerca de los cincuenta. Tampoco puedo eludir ese toque de melancolía: el único que vive en esa foto soy yo; Juani falleció en 2005 y Rafael en marzo de este año. También el fotógrafo marchó al silencio.
II
¿Qué hacen estos personajes en Santa Fe? Hay un festival de cine organizado por una institución no estatal cuyo nombre no recuerdo. Juani está en la ciudad desde hace por lo menos un mes; Rafael y Beatriz llegaron la semana pasada. También han llegado críticos, artistas, algunos escritores y periodistas conocidos. Lindos días. Estrenos de películas a la tarde y a la noche, mesas redondas, debates y mucha vida de café y comedores para hablar de lo que nos gusta: literatura, cine, política, música. En la memoria estos momentos, estos días y noches, se acercan a la imagen de paraíso que cultivan los religiosos. Mañana y tarde y noche, incluso madrugadas, con amigos hablando exclusivamente de los temas que a uno le gustan. Hay discusiones hay peleas, pero también hay amistades y romances, incluso romances escabrosos, algunos breves, otros, no tanto. Y todo esto en el clima y con los temas que hemos elegido que otorguen significado y significante a nuestras vidas. Si la memoria no me falla, Rafael presenta en este encuentro su película "El ausente", una evocación sobre los años del camporismo en Córdoba y el secuestro y desaparición del dirigente sindical de izquierda René Salamanca, que en la ficción responde al nombre de Raúl Salas, RS. En Wikipedia dicen que la película fue estrenada en 1996, pero yo juro que en 1989 la vimos en el cine de Luz y Fuerza. Y es más, entonces escribí una nota para el diario "Hoy en la Noticia" que a Rafael no lo convenció del todo, pero la aceptó en sus líneas generales. El libro "El ausente" es de Antonio Marimón, algo así como el intelectual que acompaña a Salamanca-Salas en la película. No recuerdo el nombre de los actores, pero tengo presente la imagen de Beatriz Sarlo reflexionando sobre esos años setenta. Nunca más vi a "El ausente", pero en su momento me interesó y me gustaría verla de vuelta. La he buscado sin suerte, pero no renuncio a la posibilidad de alguna vez verla, porque recuerdo que había momentos excelentes y al respecto importa decirlo: Rafael fue uno de los directores, docentes, creadores de cine, más importante, más lúcido, de su generación.
III
En ese encuentro se presentó "El taximetrista", una película filmada en los años sesenta que se propone adaptar el relato de Saer que lleva el mismo título. Filmada en blanco y negro, con actores conocidos de su tiempo, la película me pareció muy inferior al relato. Juani no lo dijo expresamente, pero más o menos pensaba lo mismo que yo. De todos modos, unos días después nos dimos el gusto de ver una de las grandes películas del cine argentino: "Las veredas de Saturno", dirigida por Hugo Santiago con guion de Juani Saer y Jorge Semprún. Con el paso de los años puede que haya relativizado mis opiniones sobre esa película, pero no demasiado: sigo considerando que es muy buena, una evocación creativa, trágica y tanguera del exilio argentino en tiempos de la dictadura militar. El actor principal de "Las veredas de Saturno" es Rodolfo Mederos que, dicho sea de paso, anduvo por Santa Fe en esos días y en esas noches tan propicias al vino, la confidencia y el amor. Hugo Santiago, que muy joven se fue a vivir a París, filmó en 1969 otra película de culto: "Invasión". Trabaja, entre otros, Lautaro Murúa, y el guion es de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Para no cultivar mitos innecesarios, señalo que Bioy Casares me dijo en su momento que al guion lo escribió Santiago y ellos le hicieron algunas correcciones. Vaya uno a saber cómo habrán sido las cosas. Una observación me permito: si fuera docente de algún instituto de cine proyectaría a mis alumnos "Las veredas de Saturno", de Hugo Santiago, y "El exilio de Gardel", de Pino Solanas. La clase intentaría explicar las diferencias evidentes, visibles, escandalosas, entre una obra de arte, una creativa búsqueda del tiempo perdido a través de imágenes que construye Santiago, y el vulgar panfleto populista, sentimental, canyengue y plagado de golpes bajos sensibleros y cursis de "El exilio de Gardel".
IV
En esos días de 1989, o en esas noches (soy un lector nocturno), leí la última novela de Saer, "Glosa". Para muchos críticos, se trata de su mejor novela. Puede ser, pero lo que parece estar fuera de discusión es su calidad. Esa caminata de dos amigos por calle San Martín durante 21 cuadras es un acto de creación literaria. Un universo con su pasado, su presente y su futuro se despliega en ese itinerario por una calle que entonces no era peatonal. El azar, o alguna gracia de los dioses, permitieron que mientras leía la novela pudiera conversar con su autor. Juani, a decir verdad, era muy parco a la hora de hablar de su obra. Algunas cosas discutimos. Yo sostenía, por ejemplo, que una de sus grandes virtudes es su talento para percibir, su percepción, ese don para registrar en una ciudad, en un pueblo, en una zona, tal vez en una casa, esos instantes, esos momentos, ese aire, esos colores, que diferencian en su textura a un artista de un chapucero. Juani no estaba del todo convencido de mis opiniones. Sospecho que temía que lo calificara de costumbrista o algo parecido, categoría que él no solo rechazaba, sino que despreciaba. No sé en qué terminaron esas tertulias de hace casi cuarenta años, pero palabras más palabras menos, sigo pensando lo mismo: el talento distintivo de Juani es esa capacidad de percepción. Por eso, a mi entender, sus novelas cuyo escenario es Santa Fe y la región, son las más logradas, más allá de que "El entenado" me parece muy pero muy buena. Pero esa es apenas mi opinión. Como también fue decisión mía decirle que uno de los personajes de "El taximetrista", es Mario Medina; y otro personaje reconocible en "Por la vuelta" y "La vuelta completa" es Tito Mufarrege. Lo rechazó terminantemente. Y, a su manera, tenía razón, porque el proceso de trasladar un personaje real a las palabras produce algo diferente. Pero le guste o no, Pancho es Tito Mufarrege y el portero del hotel alojamiento de doña Natividad Medina, es Mario Medina.
V
Esta es la foto. Juani, Rafael y el que escribe. La encontré de casualidad en una caja con papeles viejos y recortes de diarios. Después de esa foto, estuve muchas veces con Juani, incluido en su casa de París; y algunas veces con Rafael, en un porteñísimo café de billares que funcionaba arriba del bar La Paz. A Borges le gustaba especular sobre el momento en que nos despedimos de alguien sin saber que es el último. Esta foto no reúne esa condición. A Juani la última vez que lo vi fue en París, en el bar del hotel Meridien en Montparnasse. Fue en marzo de 2005, dos o tres meses antes de su muerte. A Rafael lo vi un mes de enero en La Cumbre, un año antes de la pandemia. Estaba con Beatriz cenando en el comedor que yo más frecuento en La Cumbre: "La casa de El Toboso". Conversamos un rato y nos despedimos. No sabía que a Rafael nunca más lo vería. Con Beatriz, de vez en cuando nos escribimos.
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